Amor, cariño, capricho, obsesión o simplemente seducción, son todos conceptos que destacan en el ámbito de las relaciones sentimentales; universo que esconde una serie de interrogantes y que muchas veces impulsa a sus protagonistas a hacer locuras descabelladas o a perfeccionar de forma inexplicable a su “enamorado”.

Y en este mundo plagado de atracciones, tanto hombres como mujeres tienden a idealizar a su nueva pareja, al punto de ponerlos en un trono y admirarlos hasta más no poder.

Tal admiración surge al momento de conocer al otro, instante en que pensamos que esa persona reúne todas las cualidades y gloriosas virtudes que pueden hacer de nuestra vida un cuento cargado de felicidad.

Esta sensación que a veces ocurre responde a lo que llamamos idealización: proceso psíquico que lleva a la perfección las cualidades y el valor del objeto deseado, en este caso del enamorado.

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, habla de la idealización en el enamoramiento y dice: “el objeto (enamorado) es tratado como el propio yo del sujeto, que durante el enamoramiento traspasa al objeto una parte considerable de libido narcisista, donde se llega a evidenciar que el objeto sirve para substituir un ideal propio y no alcanzado del Yo”. En otras palabras, esta idealización viene a cubrir nuestras propias necesidades, haciéndonos sentir que la otra persona es el “perfecto complemento” a la vida de uno.

Mean Girls | Paramount Pictures

Mean Girls | Paramount Pictures

“En sus ‘Contribuciones a la vida amorosa’ Freud dice que la elección de los objetos sentimentales que un sujeto realiza en el transcurso de su vida, están marcadas por un objeto de amor primero y fundamental: la madre. Así cada elección será un intento por realizar aquellas aspiraciones infantiles inconscientes a las que el niño quedó fijado, que surgieron en relación a la madre como primer objeto de amor y que quedaron reprimidas por la barrera del incesto”, expresó Patricia Toledo, psicóloga, terapeuta de parejas y docente de la Universidad San Sebastián.

¿Pero en qué consiste idealizar a ese alguien que nos atrae? Según sostiene la profesional, idealizar a alguien contempla “atribuir a ese individuo cualidades que lo hacen más bello o agradable de lo que realmente es, alejando así de nuestra consciencia todo aquello que le entrega un aspecto negativo o malo”.

Cabe destacar que este estado de idealización se presenta en las etapas iniciales de una relación, lo que se supone que debería ir evolucionando a medida que se conoce y comparte más tiempo con el otro. Si esto se desarrolla bien, la relación pasa a un estado “normal” donde se acepta al otro con cualidades y defectos.

Tal proceso se da porque los vínculos no tienen un carácter estático, sino que van teniendo variaciones a través del tiempo, periodo en que es posible diferenciar dos momentos básicos en el compromiso: la idealización de la pareja (antes de la convivencia) y el re-conocimiento del otro (a partir de la convivencia).

Valentine's Day | New Line Cinema

Valentine's Day | New Line Cinema

Pero ¿qué tipo de persona es común que tienda a idealizar a su “posible enamorado (a)”? Plano en que la terapeuta de pareja indica que “cualquier individuo puede pasar por la etapa de la idealización, sin embargo, lo importante es cumplir con la idealización y re-conocimiento del otro, ya que si esto no sucede, podemos caer en lo que llamamos la “dependencia emocional”, estado que puede traer consecuencias negativas asociadas a problemas de salud mental.

Asimismo, si una persona llega a un estado permanente de idealización, la relación deja de ser sana y pasa a un proceso de desequilibrio constante, donde le entregamos más poder, mayor peso o importancia a todo lo que dice y hace el otro.

Con tal comportamiento es posible que se comience a perder el límite de nuestra persona, dejando que la pareja tome las decisiones por uno, llegando incluso a desencadenar una desvalorización de la persona, baja autoestima e inseguridad.

Para lidiar con este problema la clave está en que aceptemos al otro como un ser distinto, un individuo con aspectos positivos y negativos – ya que es lo normal en todos los seres humanos-. Con el fin de ser aceptados, muchas veces tendemos a ocultar lo que no nos agrada de nosotros mismos para no provocar rechazo de quien nos interesa sentimentalmente.

Tras el periodo inicial de conquista, hay que tener la capacidad para diferenciar si esa persona es del total agrado o no, y lograr entender que -al igual que uno- posee rasgos que pueden generar más de un conflicto en la relación.

Si no logramos mantener esta escucha y diálogo, en el momento que ese individuo se caiga del pedestal en que nosotros mismos lo posicionamos, el dolor y frustración que lleguemos a sentir por considerarlo perfecto pueden ser muy grandes, e incluso provocar un fuerte sentimiento de decepción.

Para evitar caer en ese estado, es vital construir a diario las bases sólidas en la relación, las cuales solo se consiguen con el diálogo, una conversación que nos permita expresarnos con total libertad y sobre todo sacarnos las caretas y mostrarnos tal cual somos.

Asimismo, hay que tener en cuenta que si el otro nos eligió fue netamente por nuestra forma de ser, por lo que renunciar a dicha esencia no es la mejor forma de atrapar a nuestro enamorado (a). Más bien, el único método para seguir la conquista consiste en aceptarse tal cual y siempre destacando lo bueno, pero también lo malo del otro y de nosotros mismos.