Crítica de Teatro: “El príncipe desolado”

ARCHIVO
ARCHIVO
visitas

Este título estremece porque alude al Malo por antonomasia, Luzbel, el ángel que enfrentó el poder de Dios, por lo que fue expulsado del Paraíso y condenado a vivir eternamente en la marginalidad.

“El príncipe desolado”, de Juan Radrigán, debutó en una síntesis en la Muestra de Dramaturgia 1998, dirigido por Rodrigo Pérez.

Diecisiete años después, en el IV Festival Internacional Santiago Off, la obra del Premio Nacional de Artes 2011 se estrena con la dirección de Alejandro Quintana.

Quintana, chileno radicado en Alemania desde 1974, ex director del Berliner Ensemble, mítica compañía fundada por Bertolt Brecht, asistió al Festival de Directores Teatrales 2006, que rinde homenaje a los artistas nacionales destacados.

Ahora, al servicio del texto de Radrigán, filtra recursos brechtianos con algunas alusiones sutiles y efectivas, y aproxima el discurso filosófico de la obra sobre la marginalidad, la soledad y la infelicidad, basado en el mito bíblico judeo-cristiano, a situaciones al interior de una sociedad de seres humanos.

Una lucha desigual

Radrigán habla sobre la vida y la muerte, recurre a simbologías y metáforas, propone y reflexiona sobre ideas concretas y valores abstractos, desarrolla la lucha dialéctica en los diálogos. En suma, el ser humano y la palabra hablada son factores esenciales en la obra.

Luzbel (Francisco Melo) y Lilith (Silvia Marín) conforman el bando de quienes buscan una alternativa de vida o de muerte.

Para eso deben ingresar al pueblo-paraíso de donde fueron expulsados, el feudo desde donde Dios ejerce su poder absoluto sobre la Tierra y cuyos implacables guardianes son los hijos de Luzbel y Lilith.

Sólo se les exige sometimiento para ingresar y lograr la sanación de la madre enferma.

Dos módulos con ruedas, puertas y una escala interior que sugieren calabozos o las rejas de protección anti delincuencia en un barrio cualquiera conforman la entrada al pueblo-paraíso (diseño e iluminación de Eduardo Jiménez.

Leopoldo Pulgar

Leopoldo Pulgar

Hacia el fondo del escenario cuelgan espeluznantes maniquíes de cuerpos humanos en posiciones diversas.

El ruido de fierros, golpes en las rejas y pisadas forman parte de un coro que remite en momentos a una historia de terror.

Además del metal, el director utiliza agua y tierra (y la música), materiales que estimulan la sensorialidad en una ficción que busca ser un vehículo para tomar conciencia acerca del mundo fuera del escenario.

Porque la marginalidad de muchos y un poder que margina, más el ejercicio de la fuerza irracional sobre la gente, están en la base de esta propuesta.

Leopoldo Pulgar

Leopoldo Pulgar

Un espectáculo de largo aliento y amplio despliegue escénico -sobre el más marginal de los marginados- que necesita caminar más para integrar los múltiples elementos de un relato complejo y absorbente.

Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista

Matucana 100. Hasta el Sábado 24 de Enero, 21:00. $ 2.000.

    visitas

Este título estremece porque alude al Malo por antonomasia, Luzbel, el ángel que enfrentó el poder de Dios, por lo que fue expulsado del Paraíso y condenado a vivir eternamente en la marginalidad.

“El príncipe desolado”, de Juan Radrigán, debutó en una síntesis en la Muestra de Dramaturgia 1998, dirigido por Rodrigo Pérez.

Diecisiete años después, en el IV Festival Internacional Santiago Off, la obra del Premio Nacional de Artes 2011 se estrena con la dirección de Alejandro Quintana.

Quintana, chileno radicado en Alemania desde 1974, ex director del Berliner Ensemble, mítica compañía fundada por Bertolt Brecht, asistió al Festival de Directores Teatrales 2006, que rinde homenaje a los artistas nacionales destacados.

Ahora, al servicio del texto de Radrigán, filtra recursos brechtianos con algunas alusiones sutiles y efectivas, y aproxima el discurso filosófico de la obra sobre la marginalidad, la soledad y la infelicidad, basado en el mito bíblico judeo-cristiano, a situaciones al interior de una sociedad de seres humanos.

Una lucha desigual

Radrigán habla sobre la vida y la muerte, recurre a simbologías y metáforas, propone y reflexiona sobre ideas concretas y valores abstractos, desarrolla la lucha dialéctica en los diálogos. En suma, el ser humano y la palabra hablada son factores esenciales en la obra.

Luzbel (Francisco Melo) y Lilith (Silvia Marín) conforman el bando de quienes buscan una alternativa de vida o de muerte.

Para eso deben ingresar al pueblo-paraíso de donde fueron expulsados, el feudo desde donde Dios ejerce su poder absoluto sobre la Tierra y cuyos implacables guardianes son los hijos de Luzbel y Lilith.

Sólo se les exige sometimiento para ingresar y lograr la sanación de la madre enferma.

Dos módulos con ruedas, puertas y una escala interior que sugieren calabozos o las rejas de protección anti delincuencia en un barrio cualquiera conforman la entrada al pueblo-paraíso (diseño e iluminación de Eduardo Jiménez.

Leopoldo Pulgar

Leopoldo Pulgar

Hacia el fondo del escenario cuelgan espeluznantes maniquíes de cuerpos humanos en posiciones diversas.

El ruido de fierros, golpes en las rejas y pisadas forman parte de un coro que remite en momentos a una historia de terror.

Además del metal, el director utiliza agua y tierra (y la música), materiales que estimulan la sensorialidad en una ficción que busca ser un vehículo para tomar conciencia acerca del mundo fuera del escenario.

Porque la marginalidad de muchos y un poder que margina, más el ejercicio de la fuerza irracional sobre la gente, están en la base de esta propuesta.

Leopoldo Pulgar

Leopoldo Pulgar

Un espectáculo de largo aliento y amplio despliegue escénico -sobre el más marginal de los marginados- que necesita caminar más para integrar los múltiples elementos de un relato complejo y absorbente.

Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista

Matucana 100. Hasta el Sábado 24 de Enero, 21:00. $ 2.000.