Para eliminar el estrés de un partido difícil, ahogar las penas o saborear el triunfo, ¿qué mejor que irse de fiesta al corazón de la bohemia de Sao Paulo?

Apenas se puede caminar por las calles repletas de la Vila Madalena, el barrio con la vida nocturna más intensa de esta metrópolis sudamericana. Hay que abrirse paso en medio de una multitud y un suelo tapizado de latas de cerveza, de botellas y de vasos plásticos.

El barrio se ha convertido en el corazón de la ‘movida’ mundialista en Sao Paulo, una de las ciudades sede de la Copa que en total acoge seis partidos, entre ellos el inaugural entre Brasil y Croacia que los anfitriones ganaron 3-1.

“Después de los nervios, de estar rodeado de brasileños que me hacían callar, después de todo eso, ahora quiero fiesta”, dice a la AFP el mexicano Pablo Valdés, un estudiante de 22 años que sufrió con el partido sin goles de su país contra Brasil el martes.

Con un vaso de cerveza en la mano y la bandera tricolor de su país en la otra, Pablo se pierde en la multitud que festeja en Vila Madalena. Va abrazado a una chica y asegura a la AFP que además de mucho fútbol, también hay romance.

“Lo de la semana pasada fue terrible”, plantea con sufrimiento el español Guillermo Chamizo, de 27 años, recordando la goleada 5-1 que le propinó Holanda al actual campeón del mundo, ya eliminado del Mundial por Chile.

“Pero eso ya pasó. Ya fue. Ahora, vamos de fiesta”, agrega este ingeniero español.

La estudiante brasileña Marina Rodrigues, de 20 años, tenía una receta para el desengaño después del juego entre su país y México: “Si Brasil gana, celebro con caipirinha. Si Brasil pierde, me consuelo con tequila”.

Bares ambulantes

El ambiente está preparado para “paquerar”, ese verbo que los brasileños usan para describir las conquistas románticas. El amor no respeta fronteras ni banderas y en medio del tumulto también hay que abrirse paso entre los apasionados que se besan y abrazan como si no hubiera mañana.

Los grados etílicos están asegurados en la Vila Madalena, un barrio en el oeste de Sao Paulo que de día y de noche siempre está lleno de gente. Cientos de restaurantes, bares, galerías de arte y muchísimas tiendas de moda la convierten en destino obligatorio para los paulistanos.

Ciudad sin playa y sin las bellezas naturales de Rio de Janeiro, Sao Paulo se enorgullece de la riqueza cultural de su gente y de su agitada vida nocturna.

Es de noche en la Vila y el ánimo está por el cielo.

En medio de la multitud que colma las calles sobresalen unos pequeños carritos, una especie de bares ambulantes con una amplia oferta de tragos, cervezas y refrescos.

“Ha subido muchísimo el movimiento. Aquí todo el mundo bebe mucho y de todo”, dice a la AFP André Silva, un barman ambulante de 45 años.

La calle está que arde y los tragos se venden a precios muy asequibles: seis dólares un vaso de whisky, 12 dólares uno grande de vodka. Dos dólares un trago de cachaza, el aguardiente brasileño. Incluso, algunos preparan las famosas ‘caipirinhas’ ahí mismo.

Hay mezclas con refrescos o bebidas energéticas y ningún tipo de control oficial sobre este comercio.

Pura fiesta

En medio del tumulto asoma un par de ‘caballeros cruzados’: son dos estudiantes de Londres que llevan una semana en Sao Paulo para ver los juegos del Mundial. No tienen ingresos para juego alguno, pero eso no les disminuye en nada el ánimo.

“No hemos salido de la Vila”, cuenta a la AFP Chris Moghtader, de 25 años.

“Estamos aquí de fiesta. Tratamos de conseguir alguna entrada pero fue imposible, así que nos quedaremos aquí viendo los juegos”, añadió.

“Mucha gente decía que era peligroso, que había protestas, que nos podían asaltar. Pero la verdad es que ha sido todo fantástico”, contó su amigo Sushil Kumar, de 25, sonriente y rodeado de un grupo de chicas y chicos que los esperan para seguir la rumba.

Debajo de sus ropas y armadura de caballeros medievales se asoman las zapatillas deportivas. Y en las manos, además de una espada, llevan un vaso plástico lleno de cerveza.