Hace tres años Chile sufrió uno de los terremotos más violentos registrados a nivel mundial, destruyendo mucho patrimonio cultural. Pero gran parte de esa destrucción fue posterior al terremoto, demoliendo incluso muchísimas construcciones que tenían daños menores, que eran fáciles de reparar y con muy poco dinero.

¿Qué pasó?

Las primeras evaluaciones fueron hechas por funcionarios y personas (muchos bomberos) que poco o nada saben de construcción en adobes. Muchas veces decretaron demoliciones sin siquiera entrar a las propiedades, viendo sólo las fachadas (en Santiago conocí un caso de una casa de 50 metros de fondo que se evaluó viendo sólo la fachada: lo peligroso se reducía a las dos habitaciones del segundo piso que daban a la calle). Rara vez se picaron las grietas para poder analizar en detalle los daños, lo que es casi siempre fundamental en las construcciones de adobe, ya que es frecuente que grietas de estucos no afecten al muro.

Entonces el tema del adobe, el sistema constructivo por excelencia que hubo en Chile durante 400 años, volvió a la palestra.

Hace al menos 70 años que el adobe se desprecia y se desprestigia sistemáticamente en Chile, en particular en universidades, entre los profesionales de la construcción y en las instituciones públicas. Lo anterior apoyado con leyes y normas que han excluido al adobe. Durante todos estos años se ha ido perdiendo el conocimiento de esta técnica milenaria, transmitida de generación en generación.

¿Por qué es importante preocuparnos de ésta técnica constructiva?

La primera razón para estudiar, investigar y difundir el adobe es que se requieren personas capacitadas para mantener los monumentos nacionales construidos con esa técnica (y no repetir graves errores posteriores al terremoto de 1985). No sólo son muchos, además hay algunos muy importantes para nuestra identidad y memoria. Por ejemplo, la Iglesia San Francisco en Santiago, la casa natal de Arturo Prat, la casa de Ignacio Domeyko y gran cantidad de iglesias y de casas patronales.

Una segunda razón es que el adobe es la técnica constructiva más ecológica y sustentable: su base es tierra y paja, es decir es absolutamente degradable (y sin cortar árboles). Cuando se demuelen se pueden reciclar para una nueva construcción o los adobes vuelven a ser tierra. Su fabricación tampoco contamina.

La tercera razón es que, ligado al sistema de construcción del adobe, se funden íntimamente formas de vida. El adobe requiere mucha mano de obra, que en general se traduce en trabajo colectivo, que fortalece relaciones y comunidades. Es una técnica que da bastante autonomía a sus usuarios, ya que lo que deben comprar se reduce en forma muy importante (básicamente se debe comprar materiales para las fundaciones, instalación eléctrica, de agua y alcantarillado, artefactos de baño, cocina e iluminación, y la cubierta).

¿Es viable y confiable el adobe?

La pregunta podría reformularse: ¿por qué hay construcciones de adobe que se mantienen en pie y en relativas buenas condiciones después de 150, 200 y más años, como los ejemplos citados?

El adobe puede resistir, pero necesita personas capacitadas para construirlo, para modificarlo y para mantenerlo.

El adobe es una técnica artesanal y que ocupa bastante espacio por el grosor de sus muros, por lo que en general es recomendable para construcciones rurales y que nos sean masivas.

¿Qué pasó el 27/F?

De la treintena de construcciones que revisé e hice fichas de daños –de adobe y adobillo- y muchas más que visité y miré, la gran mayoría tenía serios problemas de mantención, especialmente de humedad –algunas con desprendimientos y con manchas de humedad y hongos- y algunas con termitas, que afectan estructuras de techo y los vanos de ventanas y puertas.

Otro problema frecuente fueron las modificaciones desafortunadas, como agrandar vanos, arreglos mal concebidos, ampliaciones con otros materiales que durante el terremoto –al moverse de manera distinta- se golpearon y demoliciones anteriores que debilitaron la construcción.

Un porcentaje bajo presentaba problemas de mala técnica de construcción.

El mayor daño –el verdadero tsunami constructivo y cultural del adobe- se debió a casi 30 años de pobreza y muchos más de ignorancia creciente sobre esta técnica.

Con un socio he adquirido una construcción de adobe – bastante humilde- en la Región del Maule: a pesar de la mala mantención, está estructuralmente sana y en el terremoto s{olo tuvo daños en su cubierta de tejas chilenas y grietas menores.

Es interesante, por otro lado, revisar las cifras entregadas por el Ministerio de Vivienda: también hubo porcentajes altos –similares a las del adobe- de construcciones dañadas de albañilería. Incluso el porcentaje de viviendas de madera dañadas es muy alta (m{as del 10%), lo que se explica en buena medida por mala mantención y uso, es decir por pobreza.

¿Por qué la oposición al adobe?

Es difícil dilucidar lo que hay detrás y posiblemente son muchas y diversas las razones y las motivaciones. Algunas pueden ser la resistencia de ingenieros a trabajar con materiales y técnicas artesanales –y que no permiten obras de grandes dimensiones- y de arquitectos a tener mayor libertad en sus diseños.

Otra razón, y posiblemente una de las de mayor peso, es que el adobe está fuera de mercado: no es viable para las constructoras, las inmobiliarias ni para las grandes ferreterías. Es decir, porque el adobe no genera dependencia de sus moradores respecto a Sodimac o Easy. Porque le da posibilidades de sobrevivencia –fuera del mercado- a pequeños campesinos. Y esto porque se cuestiona el adobe en particular en las construcciones más humildes, pero no las grandes haciendas ni a iglesias.