La ONU sigue es un foro más democrático que el G20 o el FMI, pero hay que liberarla de la influencia de las multinacionales, señaló este martes la organización “Amigos de la Tierra”, en vísperas de la apertura de la cumbre de la ONU sobre desarrollo sostenible Río+20.

En un informe titulado “Liberemos a la ONU de la influencia de las multinacionales”, la federación, que proclama tener 2 millones de miembros en el mundo, explica, apoyándose en ejemplos, cómo los “lobbies” industriales logran imponer sus intereses dentro de ese foro de 192 Estados miembros.

Debido a la crisis económica, las agencias de la ONU son cada vez más “dependientes del financiamiento del sector privado”, subraya el informe.

“Las multinacionales -algunas de las cuales son conocidos por su historia de violación de los derechos humanos y por contaminación ambiental: Dow Chemicals, Coca Cola, Shell, Exxon y Rio Tinto- están entre los principales financiadores” de programas montados por la ONU o en colaboración con sus agencias. “Esto es ahora una norma y no una excepción”, señala.

El documento da como ejemplo el reciente “papel crucial” desempeñado por un funcionario de alto rango del Deutsche Bank en el proyecto de informe sobre la “Economía Verde”, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) antes de la Cumbre de Río+20. Este informe se basa “en un enfoque basado en los intereses del mercado” en detrimento del desarrollo sostenible, señala “Amigos de la Tierra”.

Otras iniciativas lanzadas por la ONU, como la de la energía sostenible para todos, propuesta en noviembre de 2011 por el secretario general Ban Ki-Moon, o la Convención sobre la Biodiversidad, son “cada vez más orientados hacia una óptica de mercado defendida por actores del mundo empresarial”.

Estos proyectos “en realidad ofrecen una oportunidad ideal para que las empresas influyan en las políticas en fase de elaboración, protegiendo sus propios intereses, mejor dicho no la conservación de la naturaleza, sino haciéndose de un acceso seguro a los recursos naturales”.

Los autores señalan que de este modo los cabilderos de la industria se aseguran de que su modelo de negocios no se verá amenazado por nuevos reglamentos ambientales que harían estallas los costes.

Igualmente, los autores critican los vínculos “muy cercanos” entre la Fundación Bill y Melinda Gates con multinacionales como Monsanto, gigante de los cultivos transgénicos, cuando ella da un apoyo financiero masivo a los programas de la ONU destinada a resolver la crisis alimentaria en los países en vías de desarrollo.