Los buzos que se sumergen en Xel-Há, 110 km al sur del puerto mexicano de Cancún, parecen jugar a atrapar caracoles rosados, pero detrás de su aparente diversión esconden un propósito muy serio: descubrir los hábitos de estos moluscos y ayudar a medir el cambio climático de los últimos quince siglos.
Los buzos han colocado esta semana chips para identificar y ubicar a 60 del ‘Strumbus gigas’, nombre científico de la especie, para descubrir sus hábitos de alimentación y reproducción.
La investigación se hace en este parque, considerado el acuario natural más grande del mundo, por tratarse de una zona protegida donde los moluscos están a salvo, ya que el caracol rosa es el segundo renglón de ingresos más importante para los pescadores de la región.
“Los resultados no sólo aportarán al posible cultivo de la especie, sino incluso a los estudiosos del calentamiento global”, aseguró a la AFP Dalila Aldana, investigadora titular del proyecto.
Este proceso hace parte de una investigación que lleva ya siete años sobre el caracol rosado que realizan científicos mexicanos, franceses y australianos respaldados por el Cinvestav (Centro de Investigación y Estudios Avanzados) de México, el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNSR, en francés) y la universidad de Bretaña Occidental (UBO).
“Este estudio puede hacerse tanto en caracoles vivos como en aquellos que localizamos en los restos prehispánicos, podemos saber 1.500 años atrás qué temperatura había”, señaló Aldana.
“Eso nos permite hacer proyecciones y los científicos podrían determinar la magnitud del proceso de calentamiento global”, añadió.
Para ello se realizará “un trabajo de esclerocronología, que consiste en identificar la temperatura y sus variaciones a través del registro que puede encontrarse en la concha del caracol”.
Un equipo de ocho investigadores trabaja en Xel-Há, en un área que comprende 14 hectáreas de agua (salada y dulce), que se forma con el agua que aporta el sistema hidrogeológico de Quintana Roo.
La preservación del caracol rosado esta en riesgo debido a su pesca indiscriminada.
“El caracol rosa es la segunda pesquería más importante en lo económico, después de la langosta. Su consumo antaño era cosa habitual para la gente de esta región, pero se ha convertido en un platillo gourmet”, explica la científica. Esta característica ha alentado su tráfico ilegal.
En Xel-Há se estima que habitan unos 4.000 caracoles rosados, es decir uno por cada tres metros cuadrados.
El chip emitirá cada dos minutos señales de cada individuo identificado durante unos seis meses. “Sabremos qué come, en cada una de sus etapas de desarrollo, qué espacio necesita para sobrevivir, gracias al estudio de su caparazón sabremos también las temperaturas que ha sufrido durante su desarrollo”, estos datos podrían servir para fomentar su cultivo y preservación.
Se trata del “herbívoro marino más importante y por lo tanto una especie que no puede de ninguna manera desaparecer de la cadena alimenticia”, sostiene con convicción la especialista.