Los 21 observadores filipinos de la ONU capturados por los rebeldes en el Golán sirio fueron trasladados este sábado hacia la frontera con Jordania para su liberación, informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

“Los observadores fueron trasladados desde el pueblo de Jamla (en el Golán), donde estaban retenidos, hacia el valle de Yarmuk en la frontera con Jordania antes de su liberación”, dijo el presidente del Observatorio, Rami Abdel Rahman, que está en contacto con los secuestradores.

Rahman no pudo precisar si los observadores serían entregados a las autoridades jordanas o a un equipo de la ONU o de la Cruz Roja Internacional.

El viernes, un primer intento de sacar a los observadores de Jamla fracasó por un bombardeo del ejército en un sector próximo que obligó al convoy de la ONU que debía evacuarles a dar marcha atrás.

Pero el viernes, el régimen acordó con la ONU una tregua para permitir la evacuación de los 21 observadores de la Fuerza de las Naciones Unidas de Observación de la Separación (FNUOD), encargada desde 1974 de hacer respetar el alto el fuego entre Israel y Siria en los Altos del Golán, ocupados en gran parte por el Estado Hebreo.

La región de Jamla está situada a 1,5 km de la línea de alto el fuego.

Inicialmente, el OSDH anunció que la liberación se produciría el sábado por la mañana.

Se trata del primer rapto de este tipo desde el comienzo del conflicto en Siria hace casi dos años. El grupo rebelde “la Brigada de los Mártires de Yarmuk” reivindicó haber capturado a los observadores el miércoles en los Altos del Golán.

Los secuestradores, que inicialmente habían reclamado la retirada del ejército sirio de la región, pidieron después la detención de los bombardeos para permitir la liberación de los observadores.

El responsable de las operaciones para el mantenimiento de la paz de la ONU, Hervé Ladsous, dijo el viernes que esperaba un “alto el fuego de varias horas” para permitir la liberación de los observadores.

Combates en Deraa

En Deraa, la ciudad del sur del país de la que partió la revuelta contra el régimen en marzo de 2011, los combates entre los rebeldes y las fuerzas gubernamentales causaban estragos, según el OSDH, una ONG con sede en Gran Bretaña que se posee una amplia red de militantes y médicos sobre el terreno.

En la provincia de Damasco, donde se atrincheraron los rebeldes, se escucharon violentas explosiones.

Además, las fuerzas del régimen bombardeaban con artillería pesada Deir Ezzor, una ciudad del nordeste del país controlada, en su mayor parte, por los rebeldes.

En casi dos años el conflicto, desencadenado por una protesta pacífica que se militarizó por la represión, dejó más de 70.000 muertos, un millón de refugiados y millones de desplazados, según la ONU. Mientras, no se prevé ninguna salida a la guerra, debido, en parte, a las divisiones internacionales.

El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov, cuyo país es un aliado del régimen, se mostró convencido de que Asad no iba a abandonar el poder y repitió que Moscú no tenía “en absoluto” la intención de pedírselo.