Desde que estaba de viaje quería escribir un poco sobre mis experiencias. Siempre nos enorgullecemos cuando un extranjero viene a Chile y comenta aspectos que para nosotros son tan cotidianos, pero que para ellos son muy diferentes. Y no son pocos los que quedan prendados de la belleza de nuestro país.

Me pasó algo similar… pero en la dirección opuesta. Aprovechando la hospitalidad de un amigo residente, decidí tomarme unas vacaciones en Alemania. Juntar las lucas para el viaje no fue fácil, pero el esfuerzo valió la pena sobradamente.

Me picaba la curiosidad sobre qué diferencias tienen los países desarrollados con respecto al nuestro en cuanto a las cosas pequeñas de cada día. Cosas que para uno son tan normales que ni siquiera piensas en ellas. Este artículo es un resumen de lo que descubrí durante mi viaje, desde el punto de vista de alguien de clase media que no sale mucho y que jamás había salido antes del país.

Por cierto, si bien viajé a Berlín para un evento, mis experiencias ocurrieron principalmente en zonas cercanas a Düsseldorf, al noroeste del país.

Calles sin basura pero llenas de ‘chapas’ en grafitis

Lo primero que me llamó la atención es que el famoso Autobahn, la carretera conocida por no tener límite de velocidad, no es muy diferente a cualquier otra autopista. De hecho, lo de no tener límite de velocidad ni siquiera es completamente cierto: hay zonas donde no hay límite, pero muchísimas sí, con restricciones que van desde 80 a 120 km/h dependiendo del área. ¡A veces hasta se forman tacos!

Las calles dentro de las ciudades son limpias, y la gente no se estaciona en cualquier parte. Esa fue una de las primeras cosas que me llamó mucho la atención: mientras en Chile es normal ver calles con basura tirada y perros callejeros, por allá es lo opuesto. No pasa de unas cuantas hojas en el suelo. La gente que pasea a sus mascotas sale con un guante, una bolsita y recoge las fecas de las mismas, dejando todo como estaba antes.

Víctor Montero
Víctor Montero

Tocó la coincidencia que viajé en un tiempo cercano a las elecciones federales. Sin embargo, no me hubiese enterado si no hubiese pasado por los lugares específicos donde se puede colocar publicidad política. Ni parecido a nosotros, donde hasta hace sólo un par de años todavía se podía ver letreros desteñidos de “Con Lavín, Viva el Cambio”, o donde al pasar por cualquier parte medianamente concurrida puedes ver varios cuadros del candidato de turno pegados a la rápida o simplemente a medio romper.

Sí es cierto que bajo puentes, cruces o en postes a veces se encuentran publicidades pegadas a la rápida para algún show local o concierto, pero no vi nada relacionado con los candidatos. También hubo otra cosa que noté de inmediato de lo que Alemania no está libre: los “tag” (no los peajes, sino esos grafitis hechos a la rápida). En las ciudades pequeñas donde estuve estos eran poco frecuentes, pero cuando viajé a Berlín pude verlos en la mayoría de las esquinas, puentes y otros puntos. Básicamente, puedes hacerte una idea de qué tan grande es una ciudad basándote en cuántos grafitis puedes ver por kilómetro cuadrado.

Las torres eólicas para aprovechar la energía del viento son una vista normal. La primera vez puede sorprenderte lo enormes e imponentes que se ven, pero después del shock inicial se vuelven algo común. Otro detalle interesante es que las ciudades, a diferencia nuestra, no siguen un esquema cuadrado. En Alemania las calles se curvan, se enredan, se dan vuelta, se retuercen y se menean (ok, eso no). Me costó bastante hacerme un plano mental del área donde estaba viviendo por esa misma razón.

Víctor Montero
Víctor Montero

Los postes de alumbrado público y la electricidad en las áreas urbanas se despliegan bajo tierra, por lo que ver cables colgando es muy raro. Sin embargo, fuera de las ciudades es diferente, y las torres de alta tensión no son extrañas.

Productos exhibidos en la calle (y no se los roban)

Algo que me interesó es que en Alemania no tienen almacenes como acá. Mientras en Chile en todos los vecindarios tienes mínimo unos tres almacenes o kioscos (que en realidad son casas adaptadas o ampliadas para tal efecto), en Alemania eso no se da. Lo que sí hay son Lebensmittelgeschäften (Tiendas de abarrotes), que básicamente vendrían a ser como un supermercado pequeño.

Ocasionalmente hay cosas en exhibición afuera del local, y en todos los locales que visité los carritos están bajo techo en una pequeña caseta de plástico transparente. Algo impensable en nuestra tierra, donde si algo así se hiciese, no pasaría mucho antes que algún ladrón se lleve lo que está en exhibición o los carritos.

Víctor Montero
Víctor Montero

Otra cosa normal en Alemania es el reciclaje de botellas (Pfand). Prácticamente todas las botellas plásticas tienen un logo que indica que pueden ser devueltas, y toda tienda de abarrotes que expenda bebidas tiene una máquina de reciclaje. Usarlas es fácil y ni siquiera requiere que sepas el idioma: simplemente depositas las botellas y presionas un botón cuando estés listo. La máquina te entregará un vale que puede canjearse por dinero o por un descuento dentro de la misma tienda. Si bien no lo sabía, me contaron que esas máquinas sí existen acá en Chile pero son muy poco comunes.

Conseguir alcohol es muy fácil y las opciones son muchas. La edad para tomar parte a los 16 (para los alcoholes más suaves; los más potentes aún requieren tener 18). Asimismo hay tantos tipos diferentes de cecina y fiambre que te puedes perder a la hora de elegir lo que quieres, y más aún, varían según la región en la que estés.
Los alemanes consumen bastante pan. Sin embargo a diferencia nuestra que tenemos la panadería dentro de los supermercados y donde nosotros elegimos el pan, ellos tienen la panadería/pastelería aparte al resto del local y es el vendedor quien pone el pan que quieres en la bolsa (ellos lo tienen en exposición igual que acá lo hacen las pastelerías con las tortas y dulces).

Los panes se cobran por unidad, al igual que los dulces, y la variedad es muy amplia. Mientras que allá no existen las hallullas ni las marraquetas, si tienen pan negro, baguettes, panes con diferentes tipos de semillas (girasol, sésamo, amapola, trigo o centeno) y hasta un pan muy crujiente que es básicamente una mezcla de masa de trigo cubierta de queso. Esto no se queda sólo en el pan tipo bollo. El pan de molde también es bastante variado, incluyendo algunas versiones hechas sólo de centeno.

Otra cosa que vi en Berlín son las tiendas de descuento. No son tiendas grandes, pero pueden vender de todo; desde sandías hasta computadores portátiles. Y antes de olvidarme: las tiendas alemanas tienen sus marcas baratas, como por ejemplo Ja! que le pertenece a la cadena de supermercados REWE. La gran diferencia es que las bebidas Ja! no saben a soda cáustica con azúcar

Un detalle importante. Si viajas a Alemania y tienes monedas de 500 pesos, mantenlas aparte. Es muy, muy fácil que se mezclen con las monedas de 2 euros (son idénticas en tamaño y colores).

Víctor Montero
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Cinturón de seguridad: no hay excusas ni son necesarias

Acá es donde es más fácil cometer errores de primerizo. Lo primero es que los alemanes se sacan los zapatos al entrar a las casas, muy similar a como hacen los japoneses.
Para quien no está acostumbrado a escuchar el alemán siendo hablado con normalidad y rapidez, esto puede resultar intimidatorio. Los alemanes hablan fuerte. Hasta cierto punto es como si el idioma requiriese subir el volumen de la voz. Sin embargo no, no están enojados. De hecho los alemanes son mucho más proclives a sonreír y ser amables de lo que podría dar una primera impresión.

Si alguna vez has escuchado el rumor de que los alemanes aman las bebidas carbonatadas… es cierto. La variedad de gaseosas es bastante amplia y la principal diferencia con las bebidas de acá es que tienen menos azúcar pero el sabor es un poco más intenso. Lo noté bastante firme con Sprite y Fanta, donde se puede percibir mucho mejor que son bebidas de limón y naranja, respectivamente. También es algo que me golpeó una vez que regresé a Chile: las bebidas acá son excesivamente azucaradas y el sabor se pierde entre tanto dulce.

Víctor Montero
Víctor Montero

¡Ah, sí! En Alemania tienen Fanta sabor mango y sabor frutilla. Además, venden jugo de tomate en caja (no es dulce) y el té helado en caja y botella son comunes.
Otra diferencia interesante tiene que ver con los cinturones de seguridad. No sólo te puedes ir detenido (o con una gran multa) si no lo usas, sino que la gente lo usa a conciencia, a diferencia de Chile donde hay gente que se excusa en que “acá nadie se lo pone”, que “si el vehículo se voltea no podré escapar” o que “es un complot de las automotoras para subir los precios”.

De hecho cuando le comenté a algunos alemanes que acá muchos chilenos los odian, las reacciones fueron de sorpresa y recibí comentarios de tipo “no puedo creer tanta estupidez”, “supongo que de verdad quieren morirse en caso de accidente” u “o sea, la gente prefiere arriesgar el matarse en caso de un accidente común para tener oportunidad de sobrevivir en caso de un accidente inusual”.

Incluso una vez sentado en el asiento trasero de un auto, recibí un grito por olvidar ponérmelo. ¡Gente, siempre usen sus cinturones!

Mejor ni hablar de la Segunda Guerra Mundial

En general, acá en Chile tenemos varios mitos sobre los alemanes, principalmente relacionados con asuntos de raza o la segunda guerra mundial. Lo primero es que sí, para la gran mayoría de los alemanes la segunda guerra mundial es un tema delicado. Hacer chistes al respecto es algo de muy mal gusto y es socialmente es insultante. Si estás con un amigo o amigos cercanos y de mucha confianza tienes que hilar con cuidado. Y por supuesto, si llegas a hacer gestos nazis o que glorifiquen dicho régimen puedes ir preso hasta por 3 años, junto con recibir una multa bastante cara.

El tema del muro de Berlín es un tema complejo y es recomendable no hablar del mismo impulsivamente si no conoces bien a tu grupo de amigos. El tema en sí es divisivo, aunque no tanto como hablar de Pinochet acá en Chile.

Hablando de Berlín, ésta es una ciudad sumamente cosmopolita. Ver gente negra, asiática o latina no es raro. El mito de que Alemania está inundado de arios no pasa de ser eso, un mito. Es más, una de las bandas de punk rock con la trayectoria más larga de Alemania (Die Ärzte) tiene un bajista chileno, Rodrigo González.

Como último dato, la piratería es sancionada y si descargas torrents de cosas protegidas por copyright, puedes terminar con la policía en tu puerta. No lo hagas, así de simple. Sí, los costos de las cosas pueden ser caros si pasamos los euros directamente a peso chileno (comparativamente, muchas cosas son más caras en Alemania que en Chile, aunque eso se justifica con los sueldos mayores que se ganan), pero si consideras que un sueldo bajo ronda los 800 euros (600 mil pesos), podrás darte cuenta que pagar 12€ (8.800 pesos chilenos) por una película no es un costo desorbitado.

Volver a Chile fue refrescante. Se siente lindo volver a aquello que te es familiar, a lo que estás acostumbrado, y la verdad es que tras un mes por allá echaba de menos mi tierra. Sin embargo, eso no quita el pensar “sería lindo que acá hiciéramos…”, sobre todo con cosas relacionadas con el reciclaje, la educación o la limpieza.
“Si quieres amar a tu país, debes estar fuera de él por un tiempo” es una frase que me habían dicho más de una vez… y tenían razón. Son los detalles pequeños como estos los que marcan toda la diferencia.

Estoy decidido a volver en un par de años con un presupuesto algo más grande; la experiencia fue muy educativa y me encantó lo tranquilo que es todo por allá. Sin embargo puedo decir sin miedo que el estar un mes fuera me hizo apreciar aún más a mi país.

Quisiera que algún día llegásemos a ser desarrollados. Y a decir verdad, en vez de culpar a los políticos por nuestra falta de progreso, deberíamos empezar por nosotros mismos. Estoy convencido de que, si cambiásemos la mentalidad chaquetera de botar al que está progresando más rápido que nosotros, o de cometer delitos sin razón de ser (como robarse cosas en exhibición), o si nos preocupásemos de dejar la calle limpia porque otros tienen tanto derecho a un lugar pulcro como nosotros, podríamos llegar sumamente lejos.

Pero qué se yo. No soy más que un simple cabro que tuvo la fortuna de poder salir del país para mirarlo desde afuera por poco más de un mes.

Víctor Montero
Ilustrador
Quillota

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