El drama de los venezolanos no tiene fronteras favoritas, sólo inmediatas.

Eso quedó numéricamente ejemplificado recientemente en el paso fronterizo que Colombia posee con la atribulada Venezuela. En el puente internacional Simón Bolivar, como el libertador insigne desde la revolución empuñada por Hugo Chávez, podía verse a cientos de desesperados venezolanos tratando de cruzar por medicinas y alimentos hacia Cúcuta, el escape más cercano que poseen los dos países en mención, pero que ahora es una opción impensable para los colombianos.

Según cifras de agencias noticiosas como AFP, Colombia registró solo el pasado viernes en el paso fronterizo Simón Bolivar, el ingreso de 25 mil venezolanos captados por tierra y aire tratando de vencer las dificultades del ingreso.

Colombia cierra filas y fronteras

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, enterado de la opción que representa para los venezolanos la zona fronteriza hacia Cucutá, ordenó meses atrás la suspensión de las Tarjetas de Movilidad Fronteriza. Se trataba de un instrumento que beneficiaba a miles en la obtención de medicinas y alimentos, cuando la crisis no era tan marcada en territorio venezolano, pero las cifras de los no retornados llevaron a que el documento no fuera aceptado más.

Los números a las que Santos se aferró para su decisión, indican que solo en Cúcuta viven unos 550 mil venezolanos y para mediados de 2018 la cifra podría alcanzar un millón de estos.

Ante esa situación es que cucuteñas como Rubiela Méndez, han debido ajustarse a la nueva realidad, asegurando que no hay empleo. Ella laboraba como garzona en un restaurante local, obteniendo poco más de 10 mil pesos chilenos al día, pero los venezolanos llegaron en masa dispuestos a cobrar la mitad de eso y la obligaron incluso a contrabandear gasolina para llevar el sustento a su hogar.

Flores para dos países

La empresa floricultora Sunshine Bouquet, intentó ayudar a dos países en tiempos de desamor.

Ha contratado a colombianos y venezolanos como mano de obra para el día de San Valentín, reuniendo a 1.200 personas en el estadio General Santander de Cúcuta. 600 seleccionados viajan a la Sabana de Bogotá, donde realizarán labores en un día celebrado por muchos y como pago recibirán un salario mínimo cercano a los 300 dólares (178 mil pesos chilenos), además de alojamiento y alimentación.

Sin embargo, entre los empleados hay un 80% de colombianos retornados de Venezuela, quienes en tiempos de bonanza venezolana, vivían en ese territorio y se autoexpulsaron por la crisis humanitaria y la hiperinflación.

AFP
AFP

Venezolanos sin fronteras

El hambre y la necesidad de los venezolanos está siendo más fuerte que cualquier control fronterizo e incluso el dolor por dejar su país.

Los que cruzan a diario el paso fronterizo Simón Bolivar, tiene en su espalda más que una maleta, una común imagen de los que quieren dejar atrás la miseria. También dejan sus testimonio.

Aseguran, en una especie de perdón a sus nuevos anfitriones involuntarios, que no queda nada para comer, algo que los obliga a cruzar muy a pesar del amor por su tierra.

Otros definen destinos más complicados para llegar, como Chile, donde según datos oficiales en 2017 más de 23 mil venezolanos pidieron permisos para trabajar en este territorio.

Perú, reporta en sus cifras, según el periódico El Comercio, que el año pasado más de 21 mil ciudadanos formalizaron su condición migratoria, una puerta de escape con sueño sudamericano, tan lejos de su territorio, pero a la vez muy cerca del recuerdo de una crisis que ahora los tiene sobreviviendo en los países que voluntariamente o no, ahora los tiene alojados.