Fue en julio de 1969 cuando finalmente el hombre logró cumplir con uno de sus sueños más anhelados: llegar hasta la propia Luna.

Apolo 11 fue el nombre de la misión espacial tripulada de Estados Unidos cuyo objetivo fue lograr que un ser humano caminara en la superficie lunar, hecho que se convirtió en uno de los momentos más significativos de la historia de la humanidad.

47 años han pasado desde entonces, y si bien se han conseguido importantes avances respecto al origen del único satélite natural de la Tierra, cada cierto tiempo aparecen nuevas investigaciones que aportan significativos antecedentes respecto a su formación.

Durante los años 70 dos grupos independientes de astrofísicos propusieron la teoría de que la Luna se formó producto del impacto entre un planeta del tamaño de Marte y una Tierra aún joven, explicación que se ajustaba a las observaciones realizadas por los expertos hasta entonces, como por ejemplo el gran tamaño de la Luna en relación con nuestro planeta y la rotación que seguían ambos cuerpos.

No obstante un reciente estudio realizado por un equipo de expertos de las Universidades de Harvard y Washington en St. Louis, Estados Unidos, y publicado en la revista científica Nature, determinó que esta colisión fue bastante más violenta de lo que se pensaba.

la Tierra y la Luna
Bluedharma (CC) Flickr

Tal como recoge el periódico español El Mundo, el choque fue tan brutal que provocó la vaporización del otro planeta (del tamaño de Marte) como también la de una importante parte de la Tierra, expandiéndose hasta formar un enorme disco de superfluídos a partir de los cuales acabaría cristalizando la Luna.

Para llegar a esta conclusión los geoquímicos Stein Jacobsen y Kun Wang -autores del trabajo- analizaron en 2015 los isótopos de potasio de muestras de las rocas lunares obtenidas en diferentes misiones -con una técnica que entrega una precisión 10 veces mayor que los métodos anteriores- comparándolas con la composición de piedras representativas del manto terrestre.

“Los cuerpos planetarios que se forman en distintos partes del Sistema Solar generalmente tienen composiciones isotópicas distintas, por lo que esta firma isotópica es como la huella que permite determinar de dónde procede un cuerpo celeste”, precisa el citado medio.

De acuerdo a las mediciones de Wang y Jacobsen, los isótopos tanto de la Tierra como de la Luna eran exactamente iguales, a excepción de un isótopo pesado de potasio encontrado en una de las muestras lunares. Para separar este isótopo se requiere de una temperatura tan elevada que sólo se podría explicar con un impacto sumamente violento.

Esta teoría se desmarca de la idea que por años han defendido algunos científicos, quienes sostienen que la Luna se formó por agregación de grandes fragmentos producto de un impacto de “baja energía”, el que dejó a la Tierra en formación y al satélite natural rodeados de una atmósfera de silicatos.