Muchos periodistas tenemos la idea de que la profesión se lleva en la sangre, casi como un arte que rige en todo momento de nuestras vidas, e incluso, de nuestras muertes.

Así lo entendía Kate McGraw, una veterana periodista de Nuevo México en Estados Unidos, quien no conforme con dejar un amplio legado de trabajos, quiso incluso ser la redactora de su propio obituario.

La profesional del Albuquerque Journal tenía 71 años y había pasado la última parte de su vida luchando contra los efectos de la esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa que ataca el sistema nervioso, reduciendo desde la movilidad hasta el habla.

Kate McGraw

Kate McGraw

Sin embargo, McGraw siempre encontró energía cuando se trataba del periodismo, ya fuera cubriendo eventos culturales o investigando las consecuencias de la industria del petróleo en su localidad. De hecho, su hermano Stuart Graw reveló que una de las razones de Kate para cambiar su apellido de Graw a McGraw, era que sonaba mejor a la hora de firmar sus artículos.

Pero quizá su mejor muestra de entrega fue el que, sabiendo que eran sus últimos días, decidió escribir su propio obituario, dándole un conmovedor giro con un mensaje a sus amigos.

Sobre ella misma, McGraw escribió: “Solía considerar al periodismo como una forma de ayudar a la gente a comprenderse y, con ese conocimiento, quizá lograr aceptarnos para hacer nuestra vida más pacífica”.

Al finalizar, la periodista agregó una nota dirigida “A mis amigos”, a quienes dedicó unas últimas palabras basadas en el poema “No entre dócilmente en esa buena noche” del poeta británico Dylan Thomas.

A mis amigos…
Dylan Thomas estaba equivocado. Puedes entrar dócilmente en esa buena noche.
No necesitas enfurecerte ante la agonía de la luz.
Se llama crepúsculo y es realmente hermosa.
Camina hacia la belleza”.

Por último, McGraw selló su obituario con un “-30-”, el código utilizado tradicionalmente en los periódicos para indicar el final de una historia.