El historiador Luis Guillermo Solís asumió este jueves la presidencia de Costa Rica con la promesa gobernar “a puertas abiertas”, combatir la corrupción sin clemencia y las desigualdades sociales, para responder a las altísimas expectativas de cambio que despertó en los costarricenses.

Vestido de traje oscuro y corbata gris, Solís, de 56 años, se ciñó la banda tricolor que le pasa Laura Chinchilla para gobernar cuatro años, en un sencillo acto en el Estadio Nacional al que asistieron, bajo un intenso sol, miles de ciudadanos que ondeanban banderitas de su país.

“Costa Rica entra hoy, jubilosa, a la era de la democracia ciudadana (…). Ello me obligará a presidir un gobierno de puertas abiertas, de consulta y diálogo permanente”, proclamó en su discurso, tras jurar como presidente en medio de la ovación popular.

Académico y politólogo de centro que se autodefine progresista, Solís afirmó que hará “un gobierno transparente que, desde hoy, se compromete a rendir cuentas de todos sus actos en forma puntual, precisa y oportuna”.

“Tendremos como principal mandato el devolverle confianza a un pueblo”, afirmó el mandatario, quien acudió a la ceremonia con su pareja, la española Mercedes Peñas, seis hijos y su padre.

Hasta hace poco un desconocido para los costarricenses, Solís llega al poder con un histórico 78% de respaldo en las urnas, prometiendo enderezar el modelo de desarrollo de este país de 4,5 millones de habitantes, una de las democracias más antiguas y sólidas de América Latina.

En el acto, sencillo y amenizado por bandas estudiantiles en un país que abolió el Ejército desde hace 65 años, estaban presentes los presidentes de Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, República Dominicana, los presidentes electos de El Salvador y Panamá, el vicepresidente de Venezuela y el príncipe Felipe de Borbón de España.

- Déficit fiscal y pobreza -

Orgullosos de sus niveles de salud y educación, los costarricenses resienten el crítico deterioro de su seguridad social y se quejan del costo de la vida, de la corrupción y del aumento de la brecha entre ricos y pobres.

“La corrupción está carcomiendo nuestra democracia y está quebrando las finanzas públicas; el nuevo gobierno la combatirá sin desmayo. Llegó la hora de acabar con la impunidad”, manifestó Solís.

Su primer acto después de jurar como presidente fue la firma de un compromiso ético con su gabinete. El gobierno de Chinchilla -primera mujer presidenta de Costa Rica-, acabó con una impopularidad de más del 60%, sacudido por escándalos de corrupción.

Solís, quien llega al poder tras dos gobiernos consecutivos del Partido Liberación Nacional (PLN), hereda serios problemas de infraestructura y un déficit fiscal del 6% que, dijo, “pone en grave riesgo” la estabilidad económica del país.

“Resolver este desafío (es) quizá el más grande que tengamos -después de la erradicación de la pobreza extrema-”, dijo Solís, al comprometerse a “incrementar la producción nacional y combatir las desigualdades sociales”.

El nuevo presidente, quien integró su gabinete en gran parte por académicos, sin experiencia en la función pública, se propone reducir la pobreza, estancada en 20% desde hace dos décadas, erradicar la pobreza extrema (6%) y aumentar del 7,2% al 8% del PIB la inversión en educación.

“Espero que no defraude. Parece saber lo que el país necesita: empleo para los jóvenes, infraestructura, seguro social y si va a poner impuestos que no sea para joder (perjudicar) a los más pobres y a la clase media”, comentó Beatriz Rojas, administradora de empresas, de 29 años.

- Hasta con el diablo -

Por primera vez en 60 años llega al poder una agrupación no tradicional, el Partido Acción Ciudadana (PAC, centro), que nació hace 13 años para quebrar el bipartidismo formado por el hasta hoy gobernante PLN -socialdemócrata que abrazó el neoliberalismo- y otra fuerza conservadora.

“Vivimos un momento histórico extraordinario: la decepción de muchos costarricenses con sus gobernantes, con la política tradicional y sus estratagemas, se ha traducido en una resonante demanda de cambio”, expresó Solís.

Pero quien se considera un “hombre de diálogo” deberá lidiar con un Congreso fragmentado, en los que su partido tiene 13 de los 57 escaños y el PLN la mayor bancada, 18. “Dialogaremos con todos los grupos políticos”, afirmó Solís.

“No tiene más remedio que aprender a negociar hasta con el diablo, siempre y cuando no vulnere principios. La gente puede entender si las negociaciones se hacen de frente”, comentó a AFP el sociólogo Manuel Rojas.

El 1 de mayo, en la instalación del Parlamento, tranzó con diputados de izquierda y del socialcristianismo para hacerse de la presidencia legislativa.

Experto en política exterior, en el plano internacional lidiará con las tensiones limítrofes con Nicaragua y recibirá la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados de América Latina y del Caribe (CELAC).