Por lo menos 35 personas murieron este jueves en Irak, tras una serie de atentados en Bagdad y el norte del país, en momentos en que crece la tensión entre algunos partidos políticos y el primer ministro iraquí, acusado de querer instaurar una nueva dictadura.

Se trata del balance más elevado desde el 20 de marzo, cuando 50 personas murieron en una serie de atentados perpetrados en todo el país.

Este jueves, en algunas horas, 14 coches bomba y 11 explosivos más estallaron, mientras tenían lugar tres atentados suicidas y un ataque armado, según fuentes policiales y médicas.

En Bagdad, donde murieron 11 personas, el atentado más espectacular fue realizado contra el convoy del ministro de Salud, el kurdo Magid Hamad Amin. El ministro salió ileso, pero dos transeúntes murieron y nueve personas resultaron heridas, incluyendo a cuatro guardaespaldas de Magid Hamad Amin.

En Baquba, a 60 km al noreste de la capital, un kamikaze hizo estallar los explosivos que llevaba en su chaqueta en la casa de un oficial de policía, causando la muerte del oficial y de cuatro familiares, según el ejército.

En la región de Kirkuk, a 240 km al norte de Bagdad, estallaron seis bombas delante de los domicilios de los principales jefes tribales y de miembros de las fuerzas de seguridad, causando la muerte de cinco personas, incluyendo a un comandante del ejército.

En Samarra, a 110 km al norte de Bagdad, tres miembros de una milicia enemiga de Al Qaida y tres civiles murieron en atentados con coches bomba contra puestos de control de dicha milicia.

En Ramadi, a 100 km al oeste de Bagdad, una persona murió y nueve resultaron heridas, entre ellas cuatro policías, en dos atentados con coche bomba, según la policía.

Esta serie de atentados tuvo lugar en un contexto de tensión política. Varios partidos políticos han acusado al primer ministro Nuri al Maliki, quien ocupa el cargo desde 2006 y es también actualmente ministro de Defensa y del Interior, de querer instaurar una nueva dictadura en Irak.

“Irak se orienta hacia una catástrofe, una vuelta a la dictadura”, había declarado a principios de abril el dirigente kurdo Masud Barzani.

A mediados de abril, varias formaciones políticas acusaron a Maliki de haber propiciado la detención del jefe de la comisión electoral, lo cual fue desmentido por el primer ministro.

La detención del jefe de la comisión electoral Faraj al Haidari, acusado de corrupción, “tiene que realizarse respetando la ley y no bajo la arbitrariedad de la dictadura”, estimó el líder radical chiita Moqtada Sadr.

Para un diputado de la coalición laica Iraqiya, Haidar al Mulah, Maliki “quiere dar a entender que habrá trampa en las elecciones y que las autoridades se vengarán de la comisión, lo cual demuestra que la justicia se ha convertido en un instrumento en manos de Maliki”.

Por su parte, el primer ministro afirmó que “a Irak no puede gobernarlo una persona, un dictador, un tirano o un partido”.