Tras el cambio de hora, surgen las dudas de si este retroceso en la hora de nuestro reloj podría revelar ciertos sentimientos de felicidad o tristeza por este hecho. Sin embargo, la encuesta que realizó el Centro de Estudios Públicos de la U Central, reveló que los santiaguinos más que sentirse abatidos por el nuevo cambio, perciben constantemente a la sociedad como personas tristes.
 
Por ejemplo, en relación a la pegunta de si ¿El cambio de hora le provoca tristeza durante la primera semana de vigencia? Un 59% de los entrevistados manifestó que no se sentía afectado por esta nueva situación, mientras que el resto, es decir un 41%, contestó que efectivamente le provocaba más tristeza.
 
Para el psicólogo clínico y Director del Centro de Atención Psicológica de la Universidad Central, Fernando Urra, si bien es cierto que la menor luz en el día puede afectar a las personas y que incluso existe un trastorno del ánimo -el llamado “desorden afectivo estacional”, asociado a la menor cantidad de luz-, de todas formas sería de muy baja incidencia. “El cambio de hora tendría más relación con los estados de sueño y vigilia, la percepción de más frío y su consecuente disminución en las posibilidades de hacer actividades al aire libre”, lo que explicaría el por qué algunos se sienten más tristes en esa primera semana de adaptación al nuevo horario.
 
Pasando a un aspecto más general y tras la pregunta de si se siente triste habitualmente, un 67,7% de los encuestados contestó que no se consideraba de esa forma. En palabras del experto de la U. Central “un adulto capaz de trabajar y amar, debería sentirse bien”.
 
Sin embargo, en cuanto se pregunta a los encuestados por la percepción hacia sus propios compatriotas, un 54,7% de ellos manifestó que cree que los chilenos son personas tristes.
 
Respecto a este punto, el psicólogo Fernando Urra le adjudica al carácter introvertido de esta sociedad la idea de que más de la mitad de los encuestados crean que los chilenos son personas tristes. “Sólo tenemos acceso a nuestra propia intimidad, por eso tendemos a ver tristeza en el otro donde quizás lo que exista es cansancio o simple timidez”. El experto concluye que las relaciones que formamos en las grandes urbes son “más bien funcionales, sin darnos espacio para compartir en verdad y saber cómo está el otro”.
 
El estudio del CESOP de la U. Central finalizó concluyendo en que a mayor edad pareciera que la gente se siente más triste, lo que podría tener relación con la mayor conciencia de los estados emocionales y la capacidad de precisar mejor los propios afectos. El sumar momentos alegres –sobre todo entre más joven se es- dan una sensación ilusoria de felicidad, la cual se alcanza a través de un proceso reflexivo sobre la base de un proyecto de vida.