El diputado y ex candidato a la presidencia de Chile, Marco Enríquez-Ominami, reivindicó el miércoles en París el aporte de la juventud a la política en la América Latina del siglo XXI que resumió en “aprender a convivir con las contradicciones” de la derecha y de la izquierda.

Marco Enríquez-Ominami | Wikipedia

Marco Enríquez-Ominami | Wikipedia

“El aporte que puede hacer esta nueva generación es convivir con las contradicciones. Convivimos más cómodamente con la contradicción y hacemos de ello una actitud”, afirmó Ominami durante una charla titulada “Juventud y política en América Latina” ofrecida en la Maison de l’Amerique Latine.

A sus 36 años, Enríquez-Ominami, aspirante independiente de izquierda a la presidencia chilena en las elecciones de diciembre y diputado por Valparaíso desde 2006, aclaró que “esto no quiere decir que aceptamos, que nos rendimos frente a la contradicción, sino que debatimos”.

“Los jóvenes están menos incómodos con la contradicción de ser de izquierda y aceptar el mercado como un instrumento que hace riqueza pero que es incapaz de distribuirla”, explicó el dirigente para quien otro aporte de la juventud es “no sentirse culpable frente a la ambición de hacer política”.

Como ejemplo de la forma en que los jóvenes ven la política mencionó la importante presencia juvenil en el funeral del ex presidente argentino Néstor Kirchner que “encarnaba la garra” y “tenía una nítida ambición política”.

“Sedujimos a los jóvenes durante la campaña pero no votaron”, lamentó antes de opinar que el voto tiene que ser “un deber y no una obligación”.

Presentado como “un rebelde de la izquierda chilena, liberal y progresista”, Enríquez Ominami fue criado en el exilio en Francia tras el asesinato de su padre, Miguel Enríquez, figura del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) asesinado por la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90).

Filósofo y egresado de la FEMIS, prestigiosa escuela de cine de París, Marco Enríquez dirigió una de las mayores empresas de producción audiovisual de Chile, La Factoría, y fue creador del diario satírico The Clinic.

Enríquez-Ominami abandonó el Partido Socialista chileno y se lanzó en la carrera hacia La Moneda, quedando en tercer lugar en la primera vuelta con un inesperado 20% de los sufragios.

Consideró que lo que también atrajo a los jóvenes fue el hecho de estar “convencido de que el crecimiento económico puede ir acompañado no solamente de gasto social, sino también de derechos y libertades”.

Tras declararse “crítico del modelo chileno basado desde hace 50 años en la explotación de los recursos naturales”, Enríquez insistió en que “Chile tiene que modificar su matriz productiva basada en la exportación de salmón, madera, algún vino tinto y cobre”.

Durante la charla organizada por el Instituto de las Américas -a la que asistió el presidente de la Maison de l’Amerique Latine, el francés Alain Rouquie-, reafirmó su rechazo a un sistema de grandes monopolios en el sector energético o en los medios de comunicación.

Descrito como un “viajero incansable” por América Latina, Enríquez dijo que por quien “más afinidad” tiene es por el presidente ecuatoriano Rafael Correa.

Negó la “existencia de un movimiento populista” en América Latina y criticó el “nacionalismo que sí es peligroso”.

“Tengo mucha simpatía por algunas políticas de (Hugo) Chávez, pero no por su nacionalismo”, afirmó Enríquez que saludó algunas decisiones del presidente derechista chileno Sebastián Piñera en política exterior y en la resolución del conflicto de los mapuches en huelga de hambre al modificar la ley antiterrorista heredada de la dictadura que “en 20 años nunca logramos que (cambiara) un presidente de centroizquierda”.