La pandemia del coronavirus no da tregua y estos meses han mostrado la peor cara en lo que va de ella, con cifras históricas de contagios y muertos en el mundo. Sin ir más lejos, en la actualidad este último ítem bordea los 2 millones de individuos.

Desde un comienzo, las recomendaciones más esenciales que propusieron las autoridades de salud para evitar los contagios fueron tres: distanciamiento entre personas, lavado frecuente de manos y el uso prolongado de las mascarillas en ambientes públicos.

Este último punto en particular dio un gran alza comercial a las empresas que fabrican los denominados “barbijos”, las cuales han innovado en diseño y, sobretodo, en tecnología.

No obstante, durante los últimos meses expertos en salud han puesto el énfasis respecto a un tipo específico de mascarilla que es bastante popular en el mundo: aquellas que utilizan válvulas de salida de aire.

Un ejemplo son algunas versiones de la “N-95” las cuales están hechas a partir de esta tecnología, la cual permite el filtrado de aire para la persona que va a respirar.

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En septiembre pasado, el gobierno español desaconsejó el uso de estos implementos, tachándolas como “mascarillas egoístas”. La razón fue explicada a todo el país: éstas permiten la salida de aire que podría tener el virus, en caso que la persona que la ocupe esté infectada. Es decir, no protegen al resto.

Ese mes Fernando Simón, portavoz del Ministerio de Sanidad sobre la pandemia en España, tuvo severas críticas sobre lo que significan aquellos implementos en medio de una pandemia.

“El problema de la válvula es que el aire que exhala la persona que la lleva, lo concentra en un punto concreto. Eso puede hacer que alguien que esté expuesto a ese aire pueda infectarse”, sostuvo.

“Pueden ser las mascarillas egoístas porque yo me protejo y los demás me preocupan poco”, agregó.

Por su parte el médico inglés Ben Killingley, especialista en medicina de urgencias y enfermedades infecciosas del Hospital del University College en Londres, aseguró a BBC que su uso no es recomendable para espacios comunitarios.

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“En realidad, solo los respiradores (mascarillas), que se ajustan bien a la cara, tienen válvulas, y estos están reservados para los profesionales de la salud. El público ha tenido acceso a ellos, pero la recomendación para la gente es que utilice las mascarillas faciales quirúrgicas básicas, y no este tipo de mascarillas que no brindan ningún beneficio añadido para ellos”, indicó.

En este sentido, Killingley manifestó que la concepción de este tipo de mascarillas estuvo orientada a funcionarios de la salud y personas dedicadas a rubros muy específicos, al interior de la sociedad.

“La idea de incluir una válvula que se cierra cuando se inspira y se abre cuando se exhala es que sean más cómodas para el trabajador sanitario que las usa”, explicó.

“Esas mascarillas son más cómodas de usar, porque permite una mejor circulación de aire”, añadió.

Asimismo, el especialista comentó que la idea de este mecanismo también apunta a regular la temperatura de la persona que la usa y evitar que la tela se humedezca.

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Advertidos por esta situación, meses atrás los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos (CDC) también emitieron un comunicado donde advertían sobre el potencial peligro que representaban estos implementos.

Si bien en ese minuto la oficina no prohibió su uso, dejó en claro que no era aconsejable la utilización en ambientes donde caminaran grupos de personas, como centros comerciales, restaurantes o supermercados.

Aquella advertencia llevó a que varias aerolíneas de ese país, como American Airlines o Delta, denegaran su uso al interior de las cabinas de sus aviones.

Estudio

En noviembre pasado, un grupo de expertos del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST), en Maryland (EE UU), comprobó lo que se había expuesto sobre el uso de este tipo de mascarillas.

Para aquello, representaron en gráficos y videos cómo eran las emisiones de partículas en personas que utilizaban cubrebocas comunes y aquellas que usaban la famosa “N-95 con válvula”. Las diferencias eran sustanciales.

“Cuando comparas los vídeos uno al lado del otro, la diferencia es sorprendente. Estos videos muestran cómo las válvulas permiten que el aire salga de la máscara sin filtrarlo, lo que frustra el propósito de la máscara”, expuso Matthew Staymates, ingeniero del NIST.

En este sentido, el profesional hizo hincapié en la característica “poco solidaria” que podrían tener este tipo de implementos, ya que no generan un cuidado seguro del interlocutor de quien las utiliza.

“No uso una máscara para protegerme. La uso para proteger a mi vecino, porque [yo] podría ser asintomático y transmitir el virus sin siquiera saberlo. Pero si llevo una máscara con una válvula, no estoy ayudando”, concluyó.