En ese futuro cercano, lo “moderno” será la prudencia. Lo valioso será la empatía. Y el país volverá a mirar hacia la centro derecha y la centro izquierda, no por nostalgia, sino por necesidad de equilibrio.

Hace un minuto escuchando Locura Espacial de los Chancho en Piedra. Pensé: Chile está viviendo el final silencioso de una época política. No terminó con un quiebre dramático, sino con un país que dejó de sentirse representado. Y cuando la ciudadanía deja de creer, no hay eslogan que alcance. Ese es el mensaje de fondo que reveló el fenómeno Parisi: su triunfo no fue ideológico, fue emocional. Las personas buscan conexiones reales, comunidades digitales, líderes que hablen simple y que no vivan en un país inventado.

Pablo Stefanoni, pensador argentino, ha explicado este desplazamiento: la política ya no se sostiene en grandes épicas, sino en microrrelatos cotidianos y pertenencias digitales. James Fowler lo complementa: las emociones se propagan en redes como un virus; lo que siente mi grupo, lo siento yo. Y Byung-Chul Han nos recuerda que vivimos cansados de la autoexigencia y del rendimiento permanente. Por eso las personas buscan espacios que las escuchen, no etiquetas.

En este contexto, la política tradicional sigue aferrada a títulos que suenan bien, pero no calzan con la realidad. Hablar de “derecha social” mientras se vive en otro ecosistema emocional no genera cercanía; genera distancia. Hoy lo social no es un adjetivo: es presencia, escucha y coherencia. Es humanidad, no marketing.

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El triunfo de Kast, si se concreta, abre un escenario completamente nuevo. No es solo un cambio de gobierno: es la oportunidad para que la derecha se reconstruya de verdad, dejando atrás los personalismos y las fórmulas viejas, será un hecho que la diversidad tomará su máximo valor. Pero también será un gobierno joven, intenso, expuesto a errores naturales de quienes llegan por primera vez al poder. Y como bien dijo Chahuán, otra cosa es con guitarra. Cuando la realidad golpee, el péndulo podría volver hacia el centro.

En ese futuro cercano, lo “moderno” será la prudencia. Lo valioso será la empatía. Y el país volverá a mirar hacia la centro derecha y la centro izquierda, no por nostalgia, sino por necesidad de equilibrio. La pregunta no es si esas fuerzas volverán a tener protagonismo, sino quiénes lo encarnarán. ¿Serán los mismos de siempre, o llegó el momento de abrir espacio a nuevos liderazgos que entiendan el país real, no el país teórico, ni inventado según el barrio en el que vivas?

La ciudadanía no está pidiendo perfección. Está pidiendo autenticidad. Políticos que hayan vivido la incertidumbre que vive la gente, que conozcan la calle, que entiendan el lenguaje digital y emocional de las nuevas comunidades. Líderes capaces de traducir lo complejo en simple, de escuchar antes de responder y de interpretar los dolores de sus territorios.

Hoy estamos partiendo desde cero. Y el cero no es vacío: es una oportunidad. Una invitación a reconstruir la política desde la humanidad, desde la presencia y desde la capacidad de leer lo que siente la sociedad. Los próximos años no los liderarán los más tradicionales ni los más ruidosos. Los liderarán quienes puedan conectar con el alma del país.

Pablo Cantero Barrios
Asesor de Comunicación en el Senado de la República

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