Señor director:

Política y Educación es el título de un libro del gran pedagogo Paulo Freire, en este planteó la necesidad de proponernos objetivos político-pedagógicos en el marco del quehacer educativo.

Es verdad que para muchos la combinación de los conceptos “política” y “educación” evoca a un campo de reeducación en alguna lejana dictadura, no obstante, Freire se refería a algo muy distinto: a la necesidad de que la educación contribuya a la democracia y a los derechos humanos.

¿Por qué la educación debe contribuir a los derechos humanos? Porque constituyen el piso moral para el trato que los seres humanos nos damos a nosotros mismos. Solo pensemos que fueron construidos después de al menos trescientos mil años (si solo contamos la especie sapiens) en los cuales predominó la simple regla del más fuerte. Por eso mismo, un objetivo fundamental de una educación política para la democracia -que muchas veces llamamos “formación ciudadana”- es enseñar estos derechos en toda su amplitud, enseñar todas sus generaciones.

Por ejemplo, para que muchos dejen de creer que estos son “algo que defiende a los delincuentes” y comprendan que incluso poder caminar por la calle sin miedo a ser asaltado es parte de un derecho humano. De esta forma podremos defender mucho mejor nuestra calidad de vida como ciudadanía.

Ahora bien, una educación política para la democracia debe ser llevada adelante considerando algunos principios fundamentales, y así muchos autores y autoras defienden que esta debe ser dialógica; respetuosa de las múltiples perspectivas y opiniones; activa y participativa, así como la necesidad de abordar los problemas socialmente relevantes del pasado, del presente y del futuro, siempre en el marco del respeto por los derechos humanos.

Recientemente, la opinión pública chilena ha presenciado con malestar un video en el cual un docente increpa violentamente a algunos alumnos por su -al perecer- apoyo a la dictadura cívico-militar de Pinochet, se trata de una situación que ha tenido otras símiles en el pasado.

Si la intención del docente fue promover los derechos humanos, se equivocó de muchas maneras, especialmente al manifestarse de forma autoritaria y cerrada al diálogo; al callar a gritos a sus estudiantes, sin tensar sus pensamientos; sin permitirles expresar sus ideas para luego contrastarlas con el dolor causado por dichas violaciones o con la idea de sociedad y país que queremos construir.

Una educación política para la democracia implica plantear ideas políticas -no sacarlas de las escuelas-, pero para convencer en torno a ideales democráticos. La imposición y el adoctrinamiento no solo son éticamente reprochables, sino que también pueden llevar a resultados totalmente contrarios a los esperados.

Juan José Salinas Valdés
Doctor en educación
Especialista en formación ciudadana
Académico de la Universidad de Los Lagos, sede Chiloé
Exintegrante de la Mesa Técnica de Formación Ciudadana del CUECH y de la Comisión de Fortalecimiento de las Pedagogías del CRUCH

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile