Desde su elección como nuevo Presidente de la República, se mencionan numerosas características que convierten a Gabriel Boric en un primer mandatario único, singular.

Su juventud (el presidente más joven de Chile), su formación política en los movimientos sociales (surgir desde un trabajo en y con las bases), hasta la especial cercanía (empatía) que logra generar con los otros (les otres, si comenzamos ya a hablar con el lenguaje que corresponde a los tiempos).

Pero una cualidad particular en Gabriel Boric de la que quisiera hablar, y que calificaré más bien como una riqueza o fortuna muy singular, la que irradia generosamente más allá de él: se trata de su visible y genuina vocación de servicio en pos de sueños colectivos, de alcanzar victorias para los demás y junto a los demás… más allá de sí mismo, de sus posibles triunfos, de su propia carrera o imagen. Esa extraordinaria riqueza es algo muy difícil de encontrar hoy por hoy, especialmente en el mundo político.

Es precisamente su interés genuino en los otros, lo que ha hecho que en estos meses muchísimas personas (niños, adultos mayores, jóvenes) lo hayan buscado afanosamente, con inspiración y confianza, para estar con la persona/presidente y poder saludarlo, para agradecerle, transmitirle cariño y admiración.

No es común en la actualidad ver estas muestras espontáneas de sencilla pero intensa gratitud y afecto por quien asumirá el más alto rol en la escala institucional de nuestro país.

La sabiduría popular no se equivoca y lee en Gabriel Boric una auténtica vocación de trabajo para/con los demás, su decisión de llegar al Palacio de La Moneda no en busca de un espejo donde mirarse a sí mismo con orgullo, sino para lograr los cambios y transformaciones que la ciudadanía merece y necesita.

“Quiero salir de La Moneda con menos poder el que tenía antes de entrar a ella” ha dicho con una sinceridad que las y los ciudadanos ven y valoran. “Boricmanía” dicen algunos medios. Presencia auténtica lo llamaría yo a la luz de lo que irradia y produce en la ciudadanía.

Qué distinto es aquel mandatario que hace 4 años, una vez conocido su triunfo en las urnas, su primera rección fue “cerrar los ojos” y luego “abrazarse a sí mismo en solitario”. Un universo de distancia con lo que Gabriel Boric transmite a diario.

Por otro lado, son elocuentes las imágenes que hemos vuelto a ver de Boric, muy joven, marchando en las calles junto a cientos de estudiantes, al lado de varias y varios dirigentes tan jóvenes como él y que hoy son sus principales ministros, como también participando en asambleas, discusiones y diálogos. Estas imágenes reflejan un presidente que se ha gestado en la calle, preocupado por los problemas e injusticias de Chile, con y junto a la gente.

Es uno más anhelando y luchando por un país mejor, hasta hoy transformarse en un primus inter pares que la gente reconoce, en quien confía, y por eso quiere abrazar. Esa es la riqueza enorme, invaluable, que el presidente Boric irradia y que él junto a los chilenos debemos atesorar.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile