El Dalai Lama dice que la salud mental juega un papel fundamental en la salud del cuerpo. La mayoría de las enfermedades físicas se asocian a estados como el estrés, ansiedad, preocupación, frustración e insatisfacción. Lo anterior puede generar, primero, una exageración en la forma de apreciar la realidad (lo que llevaría a que se tengan demasiadas esperanzas puestas en lo que es dable esperar en la vida). O bien, lo segundo, una denigración o especie de repudio ante la realidad, lo que se evidencia en sentir que se vive una vida incompleta. 

Como la salida para ambas situaciones es el realismo (o una visión racional de la realidad), el Dalai Lama recalca la importancia de conocer la vida como de verdad es y de seguir tanto al corazón como a la cabeza.

Hemos visto en los últimos meses como la vida pública, se ha dejado llevar más por el corazón que por una visión realista de la coyuntura que vivimos. Si bien lo anterior, no implica desconocer los cambios que se deben hacer, es clave entender que todas las mejoras toman tiempo (cambios sociales, mejoras en educación, ahorro, productividad, y crecimiento, entre otras cosas). Lamentablemente, los tiempos no se pueden apurar y el tratar de hacerlo podría implicar, paradojalmente, importantes retrocesos.

En las últimas semanas, el Banco Central ha sido criticado por el pragmatismo con que ha actuado, tanto en la subida de tasas de interés como en advertir respecto a los efectos de un cuarto retiro junto al exceso de estímulos fiscales al cual ya estamos expuestos. En una actitud temeraria, el gobierno y el parlamento han hecho caso omiso de tales advertencias. Si bien en algún momento de la pandemia se actuó en forma tardía, hoy la situación es totalmente la opuesta. Cálculos políticos, pasadas de cuentas, más gustitos que se quieren dar algunos, nos llevan a un escenario que afectará fuertemente el bolsillo de los más necesitados.

La gente tiene la percepción -a mi juicio optimista e irracional – de que el exceso de estímulos, aunque generen mayores inflaciones, debería disminuir el desempleo (Curva tradicional de Phillips) mejorando la calidad de vida de las personas. Pero lo que en realidad sucederá será un incremento de precios (no visto hace años) y de salarios nominales, confundiendo a los trabajadores, quienes percibirán que sus salarios reales han aumentado y con ello también empresas produciendo más. Hasta acá bien, porque el desempleo disminuirá. El problema surge cuando las expectativas sobre inflaciones futuras se comiencen a ajustar al alza, produciendo que las decisiones de mayor producción y empleo vuelvan a su situación base, pero ahora quedando la economía con un nivel de precios más alto que el inicial y con los factores reales económicos sin haber sido transformados de modo sustantivo (empleo, productividad). De esta forma políticas netamente expansivas, no lograrán sus objetivos de mediano plazo, volviéndose ineficaces.

Ante una inflación más alta, enfrentaremos dos opciones. La primera es que sea absorbida por los márgenes de las propias empresas o la segunda, y más probable, es que se traspase al consumidor, disminuyendo así los salarios reales de los mismos. Ambas alternativas son perjudiciales, ya que la primera cambia las expectativas de las utilidades corporativas, afectando así las potenciales inversiones futuras y limitando el crecimiento y las mejoras en productividad. Esto impacta el nivel de empleo y disminuye la capacidad de compra de los propios ciudadanos.

Los analistas anticipan que la fuerte recuperación de estos meses, no necesariamente se traducirá en mejora en la valorización de los activos financieros (bolsas, bonos, etc.) ya que más temprano que tarde estos estímulos desaparecerán y tendremos que volver al buen juicio racional, pero ahora sumergidos en otro contexto, con una economía más endeudada, con menores niveles de ahorros (AFP más debilitadas), con mayor nivel de desempleo y menor poder adquisitivo de las personas.

No es difícil anticipar que las tasas de interés internas subirán, disminuyendo la propensión al consumo por parte de los individuos, afectando las expectativas de crecimiento de las empresas que también enfrentarán tasas más altas para financiar sus proyectos de inversión. Ni mencionar el riesgo país – el cual afectado por los factores ya mencionados como también por el debilitamiento de la institucionalidad que se observa los últimos meses-, hará que el costo de endeudarnos en el exterior (tanto para el Estado como para las empresas), afectará las decisiones de inversión en bienes de capital, impactando el crecimiento de nuestra economía, única posibilidad cierta para seguir mejorando el nivel de vida de todos los chilenos.

No existe la magia, e independiente del gobierno que venga, veremos a un Chile chocando con la dura realidad. El flujo de capitales ya está anticipando este escenario y por eso hace meses que vemos masivas huidas hacia el exterior, a pesar de los históricos niveles de precios alcanzados por nuestro principal producto de exportación, el cobre.

El Dalai Lama diría que todo esto pasará por cierto, pero yo aún no logro que la meditación me saque de la realidad hacia el Nirvana.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile