La derrota de Carolina Tohá en las primarias oficialistas no solo marca un revés para una figura con trayectoria, capital simbólico y respaldo del socialismo democrático. También deja al descubierto un problema más profundo: el extravío estratégico de su campaña, influenciada por un entorno político-comunicacional desconectado del terreno y por partidos que, pese a su historia, no lograron articular una maquinaria electoral eficaz.

Ceguera situacional y burbuja simbólica

En retrospectiva, el desenlace —sorpresivo para algunos, pero no inexplicable— exhibe con crudeza los límites de un diseño marcado por lo que puede definirse como ceguera situacional: una incapacidad para leer correctamente el momento político, las emociones dominantes y las condiciones reales del electorado en el contexto del voto voluntario.

Esta ceguera no fue un accidente, sino el resultado de una influencia simbólica y cultural ejercida por actores, cuyas trayectorias y estilos —aunque valorados en el mundo editorial, mediático y académico— contribuyeron a consolidar una mirada elitista de la campaña. No ocuparon necesariamente roles formales, pero sí instalaron climas, lenguajes y marcos interpretativos que terminaron por alejar al comando de la calle, las pulsiones populares y las claves emocionales del momento.

Este “progresismo boutique” —moderno, ilustrado, preocupado de la forma y del consenso, más cómodo en seminarios que en sedes partidarias— terminó estructurando una campaña que apostó por la sensatez técnica como virtud electoral, sin entender que, en tiempos de incertidumbre, lo que moviliza no es la moderación calculada sino la identidad clara, el relato emotivo y la confrontación nítida.

Carolina Tohá y la desconexión del Socialismo Democrático

En lugar de construir una narrativa capaz de interpelar desde la historia, el conflicto o las heridas abiertas del país, se optó por discursos cuidados, reflexivos, que confirmaban convicciones en circuitos ilustrados, pero que no movilizaban más allá de ese perímetro.

A esto se sumó un despliegue territorial insuficiente. Los partidos que respaldaban a Carolina Tohá no activaron con eficacia sus redes. El socialismo democrático, históricamente articulador de grandes mayorías, mostró señales de desconexión operativa. Mientras tanto, el Partido Comunista y Jeannette Jara
capitalizaban su arraigo en territorios, su organización de base y un discurso con bordes definidos.

El gran error del comando de Tohá fue confundir opinión publicada con opinión pública. Las encuestas de medios y los aplausos de las élites no reemplazan la conexión real con los votantes. En este entorno, la candidata terminó por replegarse en una burbuja discursiva donde la validación simbólica y la elegancia argumental valían más que la claridad política o la movilización de afectos.

El Chile de hoy está demandando liderazgos con experiencia y moderación, sí, pero que no renuncien al conflicto democrático ni a las identidades.

La lección: salir de la burbuja

Tohá tenía los atributos para ofrecer una síntesis potente entre trayectoria institucional y vocación transformadora, pero quedó atrapada en un diseño que subestimó la emocionalidad política y sobreestimó el peso de las élites ilustradas.

La lección de esta primaria no es solo electoral, sino cultural. Gobernar no es conversar entre convencidos. Para construir mayorías reales, hay que salir de la burbuja, volver a pisar terreno, y entender que las emociones, los símbolos y los vínculos son tan decisivos como las cifras o las credenciales.

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La ceguera situacional del comando de Tohá es una advertencia para todo progresismo que quiera ser más que una vitrina de ideas razonables: tiene que volver a hablarle al país real.
- Marco Moreno