Giorgio Jackson fue líder excluyente (no exclusivo) del movimiento político que fructificó en la formación del Frente Amplio y su vertiginoso camino de éxito que lo llevó tempranamente (antes de lo previsto, sin duda) a entrar a La Moneda. Quería reservarse para futuras batallas asilándose en el segundo piso cuando en realidad debió haber sido ministro del Interior por su condición de socio estratégico principal del presidente Boric y terminó en el lugar menos apropiado para su perfil político y personal, porque era prácticamente imposible que la persona que como diputado expresó con tanta arrogancia su desprecio por los parlamentarios sin importar su calidad y trayectoria política pudiera tener éxito en la tarea de conquistar voluntades para los proyectos del Ejecutivo.

Su renuncia, materializada en el contexto del caso Fundaciones, es la expresión retardada de un hecho que debió haber ocurrido en septiembre 2022, inmediatamente después de que el pueblo mostrara con inequívoca elocuencia y dramatismo el enorme desfase entre las prioridades programáticas y valóricas (así nos hablaba Jackson) del grupo que había llegado al gobierno y las prioridades del pueblo. El ministro Segpres había establecido la vinculación indisoluble del programa de gobierno y el texto de la nueva constitución propuesta por la Convención. El fracaso estrepitoso de esta tesis debió haberse cobrado la responsabilidad política de Jackson, que en lugar de salir fue enrocado al ministerio de Desarrollo Social, donde nunca terminó de consolidarse. Ahora debe estar arrepentido de no haber salido como consecuencia de la derrota de sus tesis políticas en lugar de irse como consecuencia de una crisis de corrupción a la que, independientemente de su vinculación, quedará asociado de manera indeleble.

Giorgio Jackson era también autor de la tesis del reemplazo, de la idea de que el Frente Amplio ocuparía el espacio político y social de la Concertación una vez que ésta fuera completamente aniquilada en su identidad y proyección. De hecho, parte importante de su agenda se concentró en esta operación de demolición, a la que -es preciso reconocerlo- concurrieron alegremente algunos de los dirigentes de centroizquierda, que rápidamente renegaron acomplejados de lo que habían hecho en los 24 años que estuvieron en el poder. Como Gabriel Boric obtuvo apenas 25,8% en primera vuelta y le resultaba imprescindible sumar fuerzas de apoyo, Jackson levantó la teoría de los anillos, según la cual habría un anillo formado por sus acompañantes primigenios, y luego, como las capas de una cebolla, se irían adhiriendo los círculos más lejanos, siendo el último el constituido por liderazgos de la Concertación.

La tesis del reemplazo y su derivada de los anillos fue pulverizada al punto que hoy los del anillo más lejano están en las palancas principales del poder y casi todos los del primer anillo están más bien en la periferia.

Pero su caída finalmente quedará asociada a la tesis de la supuesta superioridad moral de su generación política. No es que la corruptela, el abuso de poder y el aprovechamiento oportunista del acceso al Estado sean novedad, pero son hechos que tienden a aparecer cuando han transcurrido algunos años en el ejercicio del poder y desde la periferia, protagonizada por aquellos que no compartieron la épica fundacional y desde los márgenes políticos.

En este caso aparece a sólo meses de llegar al gobierno, y desde el corazón de uno de sus partidos principales (precisamente el de Jackson), con una fundación constituida por protagonistas principales, seguramente constituida en las pausas de las reuniones de su mesa directiva. Los hechos de corrupción siempre provocan mucho daño a las fuerzas políticas que se ven involucradas, pero en este caso el efecto es devastador por la autoproclamada superioridad moral. Cuando te caes del 3° piso te rompes un brazo o una pierna y después de un tiempo de cuidado y kinesioterapia puedes volver a caminar, pero el efecto es irreparable cuando te has subido al piso 49 del edificio de la ética y apareces transgrediendo de manera obscena normas éticas y procedimentales básicas.

Democracia Viva y la caja de Pandora que se abre después es un exocet a la línea de flotación del Frente Amplio, al único refugio que le quedaba después de sus flagrantes derrotas políticas en el Plebiscito de salida del 4 Septiembre 2022 y la elección de consejeros constitucionales del 7 mayo 2023, que era el de su autoproclamada superioridad moral respecto de las generaciones políticas que la precedieron en el poder.

La partida de Giorgio Jackson, como un disparo con espoleta retardada, marca definitivamente el abandono de las pretensiones originales del grupo político que acompañó a Gabriel Boric en su inesperado y anticipado arribo al poder. Se trata hace rato de otro gobierno, otras prioridades programáticas y otros liderazgos (algunos que ni soñaban en las peores pesadillas) que aquellos imaginados cuando ganaron la segunda vuelta con 55,9% de los votos y celebraron alborozados su mayoría, olvidando que sólo 25,8% había votado el 21 de noviembre por Boric, convirtiéndose en la persona que llega a la presidencia de Chile con menos apoyo a su programa y a su liderazgo de toda la historia contemporánea.

Algunos critican esto como simples volteretas, pero es más profundo, se trata de una maduración política, más vertiginosa la del presidente Boric que la de su coalición, por cierto, pero el paso de una política acostumbrada a dar testimonio debe mutar a otra desafiada por la exigencia de resolver problemas con las restricciones que impone la realidad económica, social y política. Habitualmente la maduración se produce cuando una fuerza política sufre derrotas, porque de ellas se aprende mucho más que de las victorias, el hecho inédito es que esta generación sólo había tenido éxito y recién sufre sus primeras derrotas -estrepitosas- ya instalada en el gobierno.

Sólo queda transparentar esta mutación, todavía brumosa por la persistencia de una retórica y una manera de habitar la presidencia desacordada con la necesidad de gobernar para las grandes mayorías, porque en demasiadas ocasiones al presidente Boric se le ve prisionero de su coalición original, de su propio pasado y de sus pulsiones inveteradas. Esperemos que la partida de Jackson, que para estos efectos era uno de sus principales carceleros, el guardián de la sana doctrina, tenga el efecto liberador para que el presidente Boric ajuste su discurso y sus acciones para liderar con éxito la segunda etapa de su gobierno, con la mirada puesta en el conjunto del país y en las mayorías ciudadanas y sus prioridades, y ya no exclusivamente en contentar a la minoría que lo sustenta.