Quizás has escuchado del famoso “hongo zombie”, también conocido por su nombre científico, cordyceps. Éste fue descubierto en 1859 y es encontrado primordialmente en áreas con bosques tropicales, los cuales son perfectos para su propagación entre la flora y fauna del sector.

El hongo infecta a un huésped, generalmente hormigas y arañas, de las que toma el control, convirtiéndolas en un “zombie” que hará todo lo que le hongo le indique.

Luego de lograr este objetivo, el hongo utiliza al huésped para esparcir sus esporas en un área lo más grande posible. Generalmente se ubica en la hoja de una planta que esté lo suficientemente en alto y a merced del viento para esparcir sus esporas.

Cuando finalmente llega a un área adecuada, el parásito se “come” al resto del insecto o arácnido, dejando sólo el exoesqueleto. El tallo del hongo finalmente comienza a crecer de su cuerpo, utilizándolo como una simple plataforma para esparcir sus esporas y buscar más víctimas.

La historia de por sí es macabra, pero no termina ahí. Gracias a la investigación hecha por Kim Fleming, una científica estadounidense que descubrió que esta extraña especie de hongo también existe en Estados Unidos y Japón, donde toma un comportamiento distinto.

En el territorio norteamericano, el hongo infecta a hormigas únicamente, pero se ha adaptado para forzar a los insectos a posiciones más elevadas, donde en vez de agarrarse de hojas, utiliza las ramas de los arboles, táctica que repite en el país asiático.

Esto lo deja expuesto por mucho más tiempo, y esparce sus esporas de manera menos concentrada, pero más frecuente.

Cordyceps | Wikimedia Commons
Cordyceps | Wikimedia Commons

La razón para esta diferencia es el cambio climático que creó condiciones distintas en Estados Unidos y Japón, donde el hongo crece de manera más lenta. Debido a esto, necesita una posición estable, de la cual no pueda caer antes de tiempo, como ocurre con las hojas en el territorio sudamericano, donde crece en la mitad de tiempo.

El cordyceps, según sus estudios, puede rápidamente analizar el ambiente en el que se encuentra y cambiar sus tácticas de acuerdo a éste. El cambio climático a través de los siglos, en vez de eliminar su presencia del ambiente, le ayudó a encontrar formas de adaptarse.

Esta situación implica un nivel rudimentario de inteligencia que ha sorprendido a los expertos, que todavía estudian a esta infame especie para entender mejor cómo ha logrado desarrollar estas habilidades.

Lo que se sabe hasta el momento es que el cambio proviene, directamente, de la necesidad del hongo a adaptarse a su ambiente, lo que lo ha forzado a aprender y sí, convertirse en una especie más inteligente.