Baño Público, de Constanza Hermosilla. Foto de Jorge Sánchez
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En la exposición "Baño Público", de Constanza Hermosilla, en la Galería Gabriela Mistral, se cuestiona la arquitectura urbana desde una perspectiva feminista, destacando la invisibilización de cuerpos, fluidos y cuidados en los espacios públicos. La propuesta incluye el concepto de "arquitectura blanda", con instalaciones que promueven la interacción y reflexión colectiva. El Menstruadero y Amamantadero buscan visibilizar y dignificar prácticas corporales relegadas a la intimidad, como la menstruación y la lactancia, proponiendo espacios de solidaridad política y conversación abierta. La muestra desafía la historia arquitectónica desde una mirada de género, promoviendo un urbanismo inclusivo y de cuidado.
Sobre la exposición Baño Público de Constanza Hermosilla
Por Samuel Toro Contreras
Al momento de entrar a la Galería Gabriela Mistral, me encuentro una segunda entrada con un rótulo, donde se lee hacia la izquierda: Menstruadero, y hacia la derecha: Amamantadero. Estas indicaciones, o señaléticas, nos plantean, directamente desde el lenguaje, las condiciones principales de la propuesta de Constanza Hermosilla, en la cual hay algo urgente en repensar la arquitectura y el diseño de la ciudad cuando cuerpos, fluidos y cuidados han sido sistemáticamente invisibilizados en la planificación de los espacios construidos.
Desde un principio, Baño Público (curada por Amarí Peliowski) se nos presenta como un laboratorio de tensión política y poética. Hermosilla -artista visual, docente y magíster en arte, pensamiento y cultura latinoamericanos- plantea que la “ciudad moderna”, con su perspectiva androcéntrica, ha despojado a ciertos cuerpos en el espacio compartido. La exposición propone revertir, estética y simbólicamente, esa historia, invocando una micropolítica de lo cotidiano donde la ternura, el ocio y el cuidado serían partes relevantes capaces de transformar el paisaje urbano, o al menos comenzar a pensarlo de otras maneras.
Baño Público, de Constanza Hermosilla. Foto de Jorge Sánchez.
Arquitectura blanda, micropolítica y prácticas colaborativas
La artista viene explorando desde principios del 2000 y, con mayor énfasis, desde el 2023 lo que denomina “arquitectura blanda”, las cuales son estructuras inflables que devienen esculturas comunitarias y que se instalaron en ventilaciones del Metro de Santiago para prolongar el aire residual y convocar a la contemplación y participación colectiva. Allí, cuerpos de transeúntes adoptaban una forma semiesférica, contrastando el productivo espacio público con un gesto de “ocio estético”.
Estos ejercicios ya nos muestran las líneas temáticas del interés de la artista. En especial, en el 2024, en la exposición en el Instituto Tele Arte, titulada Mecánica de Fluidos, donde el mismo “espíritu” atraviesa hoy Baño Público, pero traducido a “materiales duros” -ladrillos y baldosas- reconectados con procesos de cuidado compartido.
Amarí Peliowski, curadora de la muestra, desarrolla su labor académica sobre la historia de la arquitectura con perspectiva de género y políticas públicas. Ella me explica que su “trabajo consistió en poner la propuesta de Constanza en diálogo con teorías históricas que cuestionan el espacio androcéntrico, diseñado para un tipo de cuerpo normativo”. Esa mirada histórica y materialista -heredera de las “feministas materialistas” que Dolores Hayden cartografió para el urbanismo estadounidense- subraya que la disciplina arquitectónica se ha construido sobre la exclusión sistemática de lo femenino y de los cuerpos disidentes.
Hermosilla retoma esa genealogía, y la lleva a la esfera especulativa y simbólica del arte, para proponer espacios públicos que nunca existirían en la ciudad normativa, como un Menstruadero y un Amamantadero, diseñados para acoger y visibilizar prácticas corporales relegadas a la intimidad.
Menstruadero, Baño Público, de Constanza Hermosilla. Foto de Jorge Sánchez
Menstruadero: de la soledad al rito comunitario
El Menstruadero, construido por la artista en la galería, se articula en torno a un banco corrido de ladrillos reciclados -550 unidades moldeadas en la incubadora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Las Américas, con tierra, cal y arena, prensados sin horno para producir un material ecológico- y un cobertor acolchado, para metaforizar, en la geometría construida, “un abrazo colectivo”. Hasta doce personas pueden sentarse en círculo para compartir no solo dolores y anécdotas, sino también la potencia simbólica de un encuentro ritual donde la menstruación pueda dejar de ser padecimiento personal y convertirse en acto de solidaridad política.
Las baldosas hidráulicas -más de mil piezas con patrones que sugieren gotas, curvas vulvares y ondas de leche- recorren parte de las paredes y el piso, creando un friso continuo donde la materialidad doméstica del hogar se amalgama con la “pulsión del atrevimiento del deseo del cuidado”. En diálogo con el texto curatorial, Hermosilla invoca “la ciudad que olvidamos; aquella de la ternura y la confluencia de cuerpos en reposo”, y nos conmina a que el urbanismo contemporáneo reconozca esos ritmos vitales invisibilizados en lo privado.
Baño Público, de Constanza Hermosilla. Foto de Jorge Sánchez
Amamantadero y la lactancia pública como gesto político
Frente al riguroso orden de la sala principal -con las gráficas, dibujos geométricos vinculados a las temáticas de la concepción general de la exposición- el Amamantadero se nos presenta como parte del deseo de compartir cuerpos lactantes en el espacio y cuerpo público.
Peliowski comenta que, en sus investigaciones con el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) sobre políticas de género en la vivienda, ha constatado la ausencia de infraestructuras pública para la maternidad. Esta ha sido relegada al hogar, es decir, solo a lo privado, donde no confluyen los diálogos de los diversos cuerpos que posibiliten “heterogenizar” la construcción de nuevas realidades femeninas.
Desde esto último, la curadora sitúa la instalación de Hermosilla como“un acto de restitución histórica”, donde la propuesta de “un espacio donde amamantar no sea desvío ni tabú, sino rutina y conversación abierta”. Aquí, la leche materna no es un fluido vergonzante sino un signo de continuidad comunitaria. Iconográficamente, las baldosas muestran líneas gráficas inspiradas en los senos, percibiéndose semicírculos y ondulaciones que, al superponerse, generan un mosaico de cuerpos que se nutren mutuamente.
Amamantadero, Baño Público, de Constanza Hermosilla. Foto de Jorge Sánchez
Historia, teoría y subversión simbólica
Peliowski me menciona la línea de feminismos históricos -desde el siglo XIX- que estudiaron cómo las mujeres quedaron atrapadas en el espacio doméstico, diseñando propuestas de vivienda compartida sin cocinas, con centros comunales para lavar y cocinar, o planteando sueldos propios para amas de casa. Esa tradición materialista de la arquitectura con perspectiva de género abrió el camino para repensar las dimensiones políticas de lo cotidiano.
Hermosilla retoma esa herencia (posiblemente de apriorismo histórico) para subvertir el imaginario urbano. Es decir, no se trata solo de diseñar un baño distinto, sino de actuar simbólicamente sobre las formas y representaciones que modelan nuestra percepción de la ciudad.
Baño Público nos remonta, también, a la memoria secular de los espacios de encuentros masculinos– desde las termas griegas, hasta las saunas clandestinas de cruising- para “invertir su lógica”: “aquellos baños invisibles y secretos hoy se vuelven visibles, públicos, y sirven a quienes la ciudad ha excluido por demasiado tiempo”, apunta Peliowski.
De este modo, la exposición no solo propone nuevas tipologías, sino que replantea (para el posible aporte de una documentación “micropolítica”) la historia arquitectónica y urbana con sangre menstrual y leche, aportando a la evidenciación de la falsa neutralidad de materiales y espacios.
Baño Público, de Constanza Hermosilla. Foto de Jorge Sánchez
Hacia una ciudad de ternura y cuidado
Baño Público nos plantea una doble tesitura: es un acto poético que apela a la ternura y, simultáneamente, un gesto político que reclama un urbanismo inclusivo.
Hermosilla, a través de la plástica, construye una instalación arquitectónica simbólica desde la micropolítica del cuidado, con una microsemilla (confinada, por el momento, al espacio “tradicional” delimitado del arte) posibilitante para un devenir de transformación urbana.
Si aceptáramos que la técnica, que deriva en tecnología -heredadas de tradiciones masculinas-, se ha desplegado desde una base androcéntrica, esta muestra intenta recordarnos que podemos redefinirla desde sus bases, donde cuerpos diversos, ritos de cuidado y arquitecturas blandas o duras pueden brotar desde condiciones bioafectivas.
Baño Público, de Constanza Hermosilla. Foto de Jorge Sánchez
Exposición: Baño Público
Artista: Constanza Hermosilla
Curadora: Amarí Peliowski
Hasta el 28 de junio
Galería Gabriela Mistral
Av. Libertador Bernardo O’Higgins 1381
Estación Metro Moneda
Entrada liberada
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