El amor de pareja es considerado a menudo como un tipo de adicción o incluso enfermedad. No hay duda que este sentimiento involucra mucho de pensar en el otro, y realizar actividades cotidianas con la persona que amas, sin embargo, desde allí nace la duda: ¿es perjudicial la preocupación excesiva por el otro? ¿Debería considerarse como un tipo de adicción o podría resultar beneficioso para ambos?

Así como ocurre con la denominada adicción al sexo, la adicción al amor es un término en disputa. Tal como indicó en un ensayo el doctor en psicología Aaron Ben-Zeév en la revista estadounidense especializada, Psychology Today, este posible trastorno no se menciona en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, publicado en 2013 por la Asociación Americana de Psiquiatría, sino que lo menciona como “hipersexualidad”. En tanto, la Organización Mundial de la Salud se refiere a ella como el “deseo sexual excesivo”.

Este tipo de disputas expresan la complejidad del debate, ya que algunos sostienen que el amor romántico no es una adicción, aunque algunas de las características de este trastorno se encuentren en ella.

Ben Zeév señaló que consideramos como positivas las actividades intrínsecas, es decir, las que realizamos porque valoramos y disfrutamos, y que pueden ser de gran valor, cuando las aprovechamos, o destructivas, cuando se hacen de forma excesiva.

En tanto, aseguró que una obsesión -el síntoma principal de cualquier adicción-, se define como una preocupación persistente o inquietante que a menudo se vuelve irracional.

Es en estos últimos términos es donde pone el énfasis, ya que la preocupación por una idea (o persona) no es perjudicial, mientras no afecte el desarrollo habitual de la persona.

En consecuencia, el psicólogo indica que “existe una línea clara entre el profundo romanticismo y la ‘adicción al sexo o al amor’, que se diferencia entre las actividades profundas y superficiales. Ser adicto limita tu mundo, mientras estar enamorado puede ayudar a los amantes a “florecer” a largo plazo, a diferencia del sexo que a largo plazo -y con una conducta obsesiva-, puede ser destructivo.