Lo sabemos y escuchamos reiteradas veces: Chile es un país sísmico. La razón es que se encuentra sobre la conjunción de las placas de Nazca y Sudamericana que, al chocar, producen ese fenómeno conocido como subducción, causando los movimientos telúricos.

Suena simple en teoría, pero resulta difícil de imaginar y comprender en un país sin una buena cultura sísmica. La falta de educación que existe es evidente cuando ocurre un sismo de una magnitud considerable, con casos de histeria colectiva, caos, gritos, nervios, desmayos e incluso, saqueos.

Chile ha sido durante toda su existencia, con todas las generaciones pasadas, un país sísmico. Pero, ¿cuántos años y terremotos más deben ocurrir para comenzar a asimilar una cultura preventiva?

Un ejemplo reciente ocurrió en México hace algunos días, donde un sismo de 7,4 grados de magnitud remeció al país. La reacción de los mexicanos fue en su mayoría admirable: calma y orden, desde aquellos que se encontraban en el último piso de un edificio hasta aquellos que caminaban por la calle, cada uno siguiendo los protocolos de emergencia establecidos y conocidos por todos los habitantes.

No es casualidad. Son años de simulacros y esfuerzos de educación en cuanto al tema. Así lo afirmó el Embajador de Chile en México, Roberto Ampuero, quien aseguró que “México ha dado una lección de cómo un país con cultura sísmica enfrenta emergencias como estas”.

Pero problablemente el país con una educación sísmica por excelencia es Japón. Sus habitantes reaccionan siempre apelando al autocontrol y el cuidado por el prójimo. Todas las edificaciones son construidas con calidad, haciendo casi imposible que caigan, sólo para moverse al vaivén del sismo.

Las evacuaciones se hacen también en calma e incluso, con cascos de seguridad si es necesario. La gran mayoría de la población tiene un “botiquín de emergencia” con los principales víveres en su hogar, además de contar con linternas. Y no aplica sólo a los nacionales, ya que cuando un extranjero se registra como nuevo residente, de inmediato se le entrega un manual de prevención escrito en 5 idiomas.

En Chile ya es hora que se aplique una buena educación y cultura preventiva. Contar con las herramientas necesarias para lograrlo, alarmas y sistemas de monitoreo de avanzada tecnología, para simular y advertir, tan pronto como sea posible, sismos de magnitud.

Debemos crear un país con conciencia sísmica que no reaccione de forma histérica creando aún más caos o de forma egoísta, mediante saqueos y robos. Se debe ser generosos, motivar el interés por la comunidad y el bienestar de ésta.

Querámoslo o no, los terremotos son fenómenos que no podemos evitar. Es difícil que no provoquen miedo o nerviosismo. Pero ¿es necesario reaccionar de forma primitiva? ¿Para qué empeorar aún más el panorama?

¿Qué hacer con esto?

Más de una vez hemos escuchado rumores que predicen un supuesto terremoto en Chile. De haber resultado ciertos todos aquellos que cobran vida en la imaginación de sus habitantes, seríamos probablemente el país con más terremotos catastróficos por día.

En uno de los casos más recientes, tenemos los dichos del ingeniero Pedro Gaete Valenzuela. Cuesta comprender cuál es el don o conocimiento de este señor para augurar nada menos que un terremoto de 9.2 grados, sosteniendo incluso que “no hablo de porcentajes sino de certezas, el 100%”.

Gaete es ingeniero civil en electricidad, nada relacionado a la temática sísmica salvo el cargo de “Director del Observatorio Sísmico Solar”, organismo que él mismo creó como fachada de sus teorías. ¿Cómo es posible que un programa de televisión le proporcione tanta tribuna? No es aceptable que se pretenda aumentar el rating intentando generar pánico colectivo entre las personas con menor acceso a la información.

Por si aún no queda claro, nadie es capaz de predecir estos fenómenos. Ni los científicos con mayores estudios en el tema pueden. Lo único que se puede saber es una aproximación vaga de dónde podría ocurrir y la magnitud de éste según datos estadísticos (lo que nos puede permitir estar preparados), pero no existen las herramientas para determinar CUÁNDO con exactitud.

Todo el mundo tiene derecho a la libertad de expresarse. Sin embargo, cuando se albergan otras intenciones o se afecta el buen juicio de la población, deberían estudiarse sanciones, sobre todo si se difunde en programas de canales nacionales.

Se trata de dar tranquilidad a un país que aún no está preparado para los terremotos y que en estas situaciones, queda claramente comprobado. Se genera una histeria colectiva y, tras experiencias tan traumáticas como las vividas un 27 de febrero de 2010, no es justo para nosotros los ciudadanos.