Durante esta jornada, el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones entregó su cuenta pública y el titular, Pedro Pablo Errázuriz, cómo no, tuvo que hablar largo del Transantiago.

¿Por qué? Porque el sistema de transporte público de la capital ha sido una piedra en el zapato desde su inicio. Todo indica que por un mal diseño y una pésima implementación.

Recordemos un dato: El 10 de febrero de 2007, bajo el gobierno de Michelle Bachelet, se puso en práctica la transición definitiva al nuevo sistema. Era el inicio de la revolución, el día ‘D’. La jornada que marcaba un antes y un después. Sin embargo, ese día de febrero, mes de vacaciones, en efecto buena parte del ministerio estaba en vacaciones: no hubo un despliegue acorde a la revolución anunciada, y ésta nació fallida. Quizás se pensó que era cosa fácil o quizás no se evaluó la dificultad que se enfrentaba. O ambas.

Este martes, el ministro Errázuriz proyectó que para el año 2030 Santiago tendrá 8 millones de habitantes y el 47% de los hogares contará con al menos un vehículo. O sea, algo parecido al infierno, para los urbanistas y expertos en transporte.

Probablemente, uno de las fallas de la implementación del sistema estuvo en su falta de sinceridad. En qué sentido: en que nunca, abiertamente, posiblemente por temor a ser atacados por la entonces oposición (actual gobierno), se dijo cuánto de verdad costaría el nuevo sistema, cómo se traduciría esto en el valor del pasaje y, por lo tanto, si se iba a requerir un subsidio permanente y por qué monto.

Hoy mismo, el ministro Pedro Pablo Errázuriz dijo textualmente: “los actuales contratos son absurdos. Simplificando, el contrato exige que las empresas recorran la ciudad, pero no que abran las puertas de los buses y hagan subir a los pasajeros”.

Como sea, ya que hay que cambiar los contratos, lo que se pide es sinceridad. Que esas negociaciones, esos contratos, se hagan de cara a la opinión pública. Que se diga cuánto cuesta al final, este monstruo del Transantiago. Y que, por supuesto, esa monstruosidad no se cargue al costo del resto de las regiones o se financie a costa del resto de las regiones.

El Transantiago es, finalmente, también un símbolo del centralismo arrogante que devora a sus hijos, probablemente los más esforzados. No es algo justo. La autoridad tiene la oportunidad de remediar eso.

El comentario es de Nibaldo Mosctiatti para Bío-Bío Chile.
http://youtu.be/PrLLTzyBbDM