Vivimos en un tiempo en que los dueños del poder y del dinero no sienten ningún deseo de que la gente se vuelva inteligente. Toda la dinámica social de la doctrina neoliberal parte de la base de que la gente común tiene que portarse bien, de manera perfectamente predecible. Tiene que reaccionar a los avisos comerciales de la manera prevista, tiene que se sentirse poderoso y digno cuando va de compras, en fin, tiene que ser un borrego mansito cuyas protestas no pasen más allá de unos balidos inofensivos.

Las grandes empresas multinacionales que controlan los principales medios de comunicación, están logrando transformar al periodismo en un quehacer básicamente propagandístico, atrincherado en las conveniencias político-financieras de las oligarquías.

Se miente, se oculta la verdad, se deforman los hechos y también a menudo se inventan falsedades que, bien dotadas de imágenes, se hacen pasar como realidad noticiosa.

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