Durante los primeros 7 días, París fue la casa del mal tiempo y la lluvia. Frío y agua rodeando el Bois de Boulogne, la sede del Abierto de Francia que se debatía, entre público y prensa (más de 1.200 acreditados en esta edición) acerca de quien se llevaría la corona de campeón y campeona.

Los 7 títulos que ya cobijaba Rafael Nadal le daban el crédito más alto, por sobre Novak Djokovic o Roger Federer. Pocos mencionaban a David Ferrer, al cabo, el otro finalista. Mucho menos a los locales, a 30 años de la última victoria de un francés en sus tierras (Yannick Noah en 1983). Finalmente, Nadal fue de menor a mayor y en la semana decisiva, la segunda, no tuvo piedad con sus rivales, alcanzando en el útimo encuentro ante Ferrer (primera final para él en un torneo del Gran Slam) su octava corona en París al vencerlo por 6-3 6-2 y 6-3, más un cheque de 1.500.000 euros.

Por el lado de las damas, todo quedaba cerrado a un match final entre Serena Williams, la vigente número 1 del tenis mundial, con 15 victorias antes de este Roland Garros en torneos del Gran Slam y la reina de la edición 2012, la número 2 del mundo, la rusa María Sharapova. La estadounidense, mostró claramente que es la mejor de todas y 11 años después de aquella victoria en el Philippe Chatrier volvió al mismo escenario para doblegar a su rival por un doble 6-4.

Nosotros en definitiva, en una cobertura que duró las dos semanas del certamen, estábamos a la espera de otro candidato que no arribaría a Francia en condición de sembrado, pero sí como nuestro máximo favorito. Y es que Christián Garín llegaría a la hermosa ciudad francesa con el soporte de la semifinal de un futuro en Cesena (15.000 más hospitalidad, 35 puntos para el campeón) jugada el viernes antes del comienzo de la etapa juvenil del abierto francés. El domingo ya lo hacían debutar. Y desde ese día hasta el sábado 8 de junio, día de la final, ni una queja, ni un sollozo. A jugar, singles y dobles, por si faltaba algo, con Nico Jarry.

Si Nadal, Ferrer, Serena y Sharapova cumplieron con sus estelares papeles en la arcilla parisina, Garín fue verdaderamente la otra estrella del certamen. En primer lugar por su palmarés con 17 años (cumplidos el 30 de mayo pasado) y en segundo lugar por su relación con Rafael Nadal y Carlos Costa, el máximo exponente sobre polvo de ladrillo de la historia y su representante, ex tenista top ten de los 90 que también ha acercado a su corral al joven chileno. Toda esa exposición derivó en un interés poco convencional de la prensa mundial sobre un junior.

Pero Garín superó ampliamente lo mediático, se concentró en lo suyo y, sencillamente, aplastó a todo lo que se puso en su camino para coronarse campeón ante el alemán Alexander Zvererv (16 años, cuarto favorito, talentoso aunque con presencia de junior, sin el desarrollo físico que ostenta Garín por ejemplo) al que demolió por 6-4 y 6-1 en menos de una hora para emular las grandes victorias de Marcelo Ríos en el Us Open junior 1993 y de Fernando González en 1998 en este mismo certamen.

Su derecha temible, su solido revés a dos manos (ambos golpes planos, sin efectos superlativos) y un servicio que permite ganar puntos a partir de devoluciones forzadas de sus rivales, a este nivel, constituyó un arsenal enorme, imposible de contrarrestar.

Como hemos dicho en esta columna con anterioridad, Christián Garín es un enorme proyecto para consolidarse prontamente como el heredero de las glorias tenísticas de Ríos, González y Massú. Sin embargo y más allá de la notable confirmación de su poderío en el estamento juvenil, la carrera de Christián debe llevarse como se está haciendo hasta ahora y con el apoyo de Costa-Nadal: jugará los dos torneos del Gran Slam que quedan en junior (abierto de Inglaterra en Wimbledon, sobre césped y el Us Open sobre cemento, su superficie favorita).

Entre ambos campeonatos mechará futuros, a la espera de negociaciones que ya están realizando sus representantes para conseguirle algunos wildcards en certámenes ATP 250. Seguramente su carta de presentación, campeón junior de Roland Garros, le abrirá más de una puerta.