VER RESUMEN

Resumen generado con Inteligencia Artificial y revisado por el autor de este artículo.
Herramienta desarrollada por BioBioChile

En la década de los 90, un grupo de científicos rusos liderado por el ingeniero espacial Vladimir Syromyatnikov, ideó un proyecto para iluminar la noche en Siberia mediante un espejo espacial que reflejaría la luz solar. A pesar de parecer una idea insólita, lograron construir un satélite con un espejo integrado, conocido como Znamya, con el objetivo de prolongar las horas de trabajo y reducir costos de iluminación en zonas remotas. Aunque el proyecto tuvo un lanzamiento exitoso, los resultados fueron disímiles, con la luz del espejo apenas iluminando una parte de Europa occidental y central. La segunda misión del Znamya en 1999 resultó en un fracaso al quedar atrapado en una antena espacial, y a pesar de los intentos de Syromyatnikov por conseguir financiamiento para un tercer intento, el científico falleció en 2006 sin ver cumplido su sueño de convertir la noche en día.

En la década de los 90, un grupo de científicos rusos, quiso transformar la noche en día, a través de un espejo espacial.

El invento -un satélite que tenía integrado el espejo- parecía una tarea imposible, ya que buscaba aprovechar la luz solar para iluminar Siberia durante los meses invernales.

Aunque parezca insólito, este proyecto se llegó a construir, pero con disímiles resultados.

Esta idea, que nació de la creatividad de un ingeniero de la extinta Unión Soviética, Vladimir Syromyatnikov, demostró que la imaginación puede ser la respuesta a las necesidades más urgentes.

El pionero que soñaba con iluminar Siberia

Vladimir Syromyatnikov era un reconocido ingeniero espacial de Rusia. Había trabajado previamente en la Vostok, la nave que llevó al cosmonauta Yuri Gagarin a recorrer la órbita de la Tierra en el año 1961.

Su nombre, en cualquier proyecto, era sinónimo de garantía. A los 23 años ya trabajaba en el programa de élite de diseño espacial y de cohetes de Rusia, según indicó Vice.

También uno de sus mayores inventos, fue crear el mecanismo que permite conectar a dos naves en el espacio.

Según el Instituto Smithsoniano, muchos de sus diseños para los mecanismos de acoplamiento de naves espaciales todavía se utilizan en los transbordadores espaciales.

Vladimir Syromyatnikov

“Siempre estaba pensando. Si había un problema, siempre tenía un cuaderno de dibujo a mano”, dijo el ingeniero Bruce Bandt, que trabajó con Vladimir Syromyatnikov en el programa Soyuz-Apollo, a Patricia Sullivan para el Washington Post en 2006. “Tuvimos nuestra cuota de fallos y problemas en la fase de prueba… pero no pasaría mucho tiempo, a veces de la noche a la mañana, antes de que hubiera soluciones”.

En ese sentido, Syromiatnikov, preocupado por la oscuridad en las regiones donde el sol alumbra solo pocas horas, quería aprovechar su energía, para prolongar la jornada laboral y reducir los costos de iluminación de las zonas más alejadas.

Así las cosas, el ingeniero abogaba por utilizar grandes velas solares para este propósito, un objetivo que derivó en un curioso proyecto.

El espejo solar de Syromyatnikov

Durante la carrera del ingeniero ruso, este siempre expuso su sueño de “iluminar” la noche. Este era el proyecto al que le dedicaba todos sus recursos, lo que le impulsó a fundar el Consorcio de Regatas Espaciales.

“El impulso inicial del proyecto fue proporcionar iluminación para la explotación industrial y de recursos naturales en áreas geográficas remotas con largas noches polares en Siberia y Rusia occidental, lo que permitiría que el trabajo al aire libre se llevara a cabo las 24 horas del día”, detalla Jonathan Crary, profesor de arte y teoría en la Universidad de Columbia, recogió Vice.

Imagen del Znamya | Creative Commons

A través de esta organización, Syromyatnikov podía canalizar los recursos, por lo que modificó el proyecto original, para hacerlo asequible: crear un espejo solar. De esta manera, nació “Znamya”.

Lo que sucedió entonces, en plena era postsoviética, era aumentar la productividad. Por lo mismo, el plan fue recibido con los brazos abiertos por las autoridades rusas. “Piensen en lo que significará para el futuro de la humanidad”, expresó Syromyatnikov a The Moscow Times.

“No más facturas de electricidad, no más inviernos largos y oscuros. Es un gran avance para la tecnología”, afirmó el científico, al citado medio.

El auge y caída de “Znamya”

Para llevarlo a cabo, Syromyatnikov y su equipo planificaron la construcción de un espejo espacial de 20 metros de ancho.

Este enorme objeto iba a estar cubierto por una fina lámina de mylar que podía desplegarse desde un mecanismo central y lanzarse desde la estación espacial Mir, indicó el diario The New York Times.

De hecho, después de construir un prototipo, el Znamya es lanzado el 27 de octubre de 1992, mediante la nave espacial Progress M-15, que despegó del cosmódromo de Baikonur en Kazajistán.

Según el Times, el Znamya costó cerca de 10 millones de dólares de la época.

Al llegar al Mir, el Znamya se desplegó con las láminas solares reflectantes, haciendo que la luz se parecería al brillo de una luna llena. De esta manera, desde el planeta, varios observadores notaron un “pulso brillante como si viniera de una estrella”, mientras los astronautas en órbita notaron una “luz tenue”, replicó el Instituto Smithsoniano.

En efecto, según informó The New York Times, la luz del aparato llegó apenas a iluminar una parte de Europa occidental y central.

Cabe mencionar que si salía bien el proyecto, el próximo paso sería enviar una cadena de satélites en órbitas sincronizadas con el Sol, a una altitud de 1.700 kilómetros. Pero el experimento no fue lo esperado, pues la luz fue “menos intensa” y “difusa” para iluminar una zona en la Tierra.

Posteriormente, el Znamya se quemó al reingresar en la atmósfera, al caer en suelo canadiense. Sin embargo, pese a que en la práctica los resultados eran alentadores, el proyecto era demasiado caro y necesitaba una fuerte inyección de recursos, en una época en que la Unión Soviética colapsaba.

El fracaso de la segunda misión

El 5 de febrero de 1999, se lanzó el segundo Znamya, que tenía 25 metros de ancho y tendría un mayor alcance, por el cual podría cubrir un área de 8 kilómetros de ancho.

No obstante, la maniobra no salió como estaba pensado, ya que al momento de desplegar los espejos reflectantes, el Znamya, quedó atrapado en una antena de la nave Progress.

Después del rotundo fracaso, Vladimir Syromyatnikov, intentó conseguir financiamiento para un tercer Znamya, pero el científico no lo logró. Falleció en 2006, dejando inconcluso su sueño.

Hasta el final, el científico se mantuvo optimista en lograrlo. “El camino hacia lo inexplorado es un desafío”, escribió una vez.