El cáncer de mama es una enfermedad que afecta a miles de mujeres en todo el mundo, con más de 2,3 millones de diagnósticos y 685.000 fallecidas, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud. En Chile, se ha convertido en la primera causa de muerte oncológica entre la población femenina en las últimas décadas, y se estima que 1 de cada 8 mujeres puede desarrollar cáncer de mama a lo largo de su vida.

Se trata de una patología que afecta a mujeres de cualquier edad, desde la pubertad, pero las tasas aumentan considerablemente al ingresar a la vida adulta. Y para disminuir su mortalidad, la detección precoz mediante exámenes anuales a partir de los 40 años, ha demostrado ser una de las medidas más efectivas.

Mientras entre 1930 y 1970 el número de muertes por esta enfermedad no mostró cambios significativos, en la década de los ‘80 se evidenció una disminución relacionada con la puesta en marcha de programas de diagnóstico precoz y los diferentes tipos de tratamientos para enfrentar la enfermedad.

La tasa en la toma de exámenes preventivos a inicios de 2020 todavía era baja, pero llegó la pandemia y, lamentablemente, el Covid ocasionó una significativa demora en la atención y seguimiento de pacientes.

Miles de mujeres -muchas de ellas en confinamiento y dedicadas al cuidado de niños y adultos mayores-, postergaron sus consultas y exámenes como mamografías y papanicolau. Como resultado, la detección de cánceres asintomáticos cayó en 2020 en un 70% y el fallecimiento por cáncer de mama, sólo en 2022, fue de 1.604 pacientes.

Estas alarmantes cifras no hicieron más que agravar la brecha y profundizar la desigualdad de género en el acceso a la atención preventiva. No sólo se vio amenazada la salud individual de las mujeres, sino que también aumentó la carga en el sistema público, debido a la falta de diagnósticos.

Pensando en cómo resolver este problema país, se hizo urgente movilizarnos como sociedad para concientizar a la población, promover la importancia de la atención preventiva y la creación de un entorno donde las mujeres se sintieran lo suficientemente apoyadas y conscientes de la importancia de su autocuidado.

Gracias a la colaboración público-privada entre FALP y el Gobierno Regional Metropolitano, lanzamos el programa “Hazte un tiempo, comienza por ti”, una intervención dirigida a mujeres de la Región Metropolitana para realizar exámenes pendientes de detección precoz del cáncer en una clínica móvil que recorre distintas comunas de la capital, y talleres educativos presenciales y online.

Desde su puesta en marcha, en marzo de este año, se definió como un proyecto transversal e inclusivo, diseñado para mujeres con diferentes realidades sociales, y distintas ocupaciones como madres de familia, cuidadoras, migrantes, feriantes y trabajadoras de casa particular, entre otras.

Trabajamos duro porque sabemos que el autocuidado puede marcar una diferencia.

Con la detección precoz del cáncer de mama, 9 de cada 10 mujeres tienen la posibilidad de sobrevivir; mientras que la educación permite conocer cuáles son los síntomas y factores de riesgo posibles de modificar, como el exceso de alcohol, el tabaco, una dieta alta en grasas y sedentarismo, entre otros.

Nuestro programa continuará hasta fin de año, y a futuro, esperamos extenderlo a otras ciudades del país promoviendo un acceso a salud preventiva equitativa y de calidad.

Nunca olvidemos que el 95% de quienes tienen cáncer de mama pueden salvarse si son diagnosticadas oportunamente. La cifra es demasiado significativa como para no seguir realizando más acciones y amplificando su impacto.

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