Hagamos el ejercicio: hablemos de política sin mencionar las palabras: “derecha”, “izquierda”, “ultra”, “extrema” y “fascista/facho”.
La afasia es una enfermedad que afecta el lenguaje y la capacidad de pensamiento, debido a lesiones cerebrales. Pero existe también una afasia funcional, sin daño orgánico, con idénticas consecuencias operativas. Y parece ser la que cunde como pandemia en la vida política nacional.
¿Consecuencias? Todo a la vista: Falta de talentos y liderazgos, limitada capacidad de reflexión y diálogo, poca capacidad de diagnóstico y de soluciones, dificultad para atraer al “capital humano avanzado” a la vida pública. Y para colmo, la consolidación de una cofradía de políticos profesionales, que dependen de la política para vivir.
En esa cancha, nada es muy promisorio. Sigamos.
“Test de las 5 palabras”: un aporte a la democracia
Partiendo de la base de la existencia de sinónimos y explicaciones para todas las palabras, el profesor Antonio Escohotado ideó un breve test para evaluar la capacidad intelectual y cognitiva de quienes opinan de política, y permitir abrir su pensamiento.
Básicamente, el test consiste en hablar sin usar 5 palabras: “derecha”, “izquierda”, “ultra”, “extrema” y “fascista/facho”.
El resultado impresiona. Sin esas 5 palabras, la mayoría de la gente no puede hablar de política, ni hacer política. ¿Cómo llegamos a esto? La simplicidad, al igual que la fantasía, tiene su atractivo. Bien lo saben los niños, los charlatanes y los utopistas. Pero para la gente normal, resulta mucho más razonable analizar a las autoridades y a quienes postulan a cargos de responsabilidad desde otros indicadores.
Lo primero, es saber si son responsables o irresponsables. Luego, si tienen las competencias, y los resultados de su gestión. Podemos seguir con aspectos morales o de personalidad: ¿respeta su palabra?, ¿reacciona igual ante la corrupción de su propio sector?, ¿tiene un gusto demasiado marcado por el dinero?
Y así, hasta llegar al gran tabú. El bien más temido y escaso de nuestra vida pública. La pregunta prohibida: ¿tiene talento?
En el fútbol, quien “no da pie con bola”, no juega
En política pareciera ser al revés. Basta tener los amigos indicados, domicilio político, y poca autocrítica (lo que otros llaman descaro). Mientras tanto, siguen queriendo convencernos de que todo se reduce al eje izquierda/derecha. A cinco palabras. Mientras sigamos aceptando esa trampa, nada va a cambiar.
Porque si solo hay dos polos, basta y sobra con buscar un “posicionamiento” en el lugar del espectro que transitoriamente parezca más conveniente. Lo que sea bueno para el país es algo secundario. Lo único que cuenta es el acomodo de discursos con miras a la próxima elección. Lo que sea necesario para mantener el poder, y el estatus y dinero asociado.
El problema no es de los políticos, sino nuestro
Lo malo es que esta pobreza también está empezando a horadar otros aspectos de la vida social. Está llegando tan lejos, por ejemplo, que para muchos ir al rodeo o usar un pin tricolor sería una “cosa de fachos”, tal como usar un piercing argolla en la columela de la nariz, algo woke o de extrema izquierda. De esta manera, muchas personas que podrían estar compartiendo sueños y proyectos, quedan absurdamente en trincheras distintas. Nada que tenga sentido.
Si no superamos este pobrismo cognitivo, no podemos quejarnos, ni sorprendernos de que el deterioro continúe. Pero una cosa importante: el problema no es de los políticos, sino nuestro. Todos tenemos que poner nuestro grano de arena, y decir “basta” cuando alguien insista en vendernos “culebras” y palabras vacías.
Sin poner ese límite, seguiremos oyendo frases tan absurdas como las que articulan la política actual: “somos mejores”, “tenemos que ganar”, “X es un peligro para la democracia (o para las mujeres, o el progreso)” o “la culpa es del… (mundo, oposición, gobierno anterior, neoliberalismo, etc)”.
Y yo, por lo menos, ya no tengo paciencia.