¿Están preparadas todas las mujeres para ser madres?, ¿El vínculo que une a una persona y a quien lo dio a luz está basado en un instinto o en un deseo? Estas interrogantes siempre están presentes en debates sobre temas contingentes como el aborto, u otros como el maltrato infantil propiciado por mujeres a sus propios pequeños.

Las creencias biologicistas y esencialistas sostienen que el comportamiento maternal es parte del equipamiento genético y predispone a las mujeres a ser “buenas madres” por consanguinidad. Esto se manifestaría durante toda la vida de las féminas, quienes desde muy temprana edad demuestran interés por imitar los roles propios de su género, ser tiernas y delicadas, además de tener activado un “reloj biológico” que promueve su interés por su capacidad reproductiva.

En este sentido, la psicóloga Rosario Domínguez, integrante de la Unidad de Medicina Reproductiva de Clínica Las Condes, explicó que los estudios científicos realizados durante los últimos años coinciden en observar que el deseo de una mujer de tener un hijo y cuidarlo no responde a un instinto, sino que surge de motivaciones complejas que se relacionan con aprendizajes y experiencias de vida, y que es influido por el contexto de vida presente y la cultura.

Lo anterior, porque el cerebro de los mamíferos superiores, y de los seres humanos, expresa una gran plasticidad en relación a las funciones asociadas a la reproducción. En otras palabras, una madre no nace, se hace. El vínculo con su hijo, puede empezar a desarrollarse durante el embarazo y fortalecerse con el parto, pero también ocurre cuando no hay un vínculo biológico como es en el caso de la adopción. Esto significa que el deseo es un pilar en su desarrollo, lo que no es privativo de las mujeres.

La especialista agrega que no todas las mujeres tienen este deseo, y entre quienes lo sienten puede no haber estado siempre presente. Surge en un momento de la vida, asociado a sentirse en una relación positiva y estable, o en una mujer sin pareja, cuando experimenta el personal deseo de expresar su potencial de maternidad, tener un hijo y acompañarlo a crecer.

También puede ocurrir que una mujer desee tener hijos, pero cuando nace el bebé se sienta insegura frente a la relación con él o no le surjan ciertos comportamientos que ella esperaría tener, lo que podría provocarle angustia.

Sin embargo, el vínculo madre-hijo no se basa en un instinto, sino que en una relación que puede desarrollarse gradualmente a través de un conocimiento mutuo, y de la voluntad de la mujer de establecerlo, enfatizó Domínguez.

Al respecto, Constanza Zuñiga, psicóloga de Clínica Avansalud, explicó que no es suficiente con que la mujer cuente con las características físicas para ser madre, sino que se trata de un trabajo en conjunto donde esté el deseo de este cambio, contar con un padre que cumpla su rol, y una familia que la acompañe en este nuevo camino.

Agregó que cuando una mujer está embarazada se comienza a gestar una relación con el bebé. Si esta espera se encuentra dentro de un ambiente de cariños y cuidados, la relación comienza a ser armónica y equilibrada. Por el contrario, si existe desilusión, angustia y problemas, el proceso se vuelve insostenible e indeseable.

En opinión de Zúñiga, ésta sería la respuesta de por qué frente a altos niveles de estrés en un embarazo no deseado proliferen pensamientos de hacerle algún daño al bebé, lo que deja en cuestionamiento si existe realmente el instinto maternal. Según él, en este caso el deseo de cuidarse y mantener el equilibrio en una situación complicada, al parecer, primaría por sobre el deseo de cuidar a otros.

¿Y qué hay de la relación padre – hijo?

En opinión de la psicóloga de Clínica Las Condes, los hombres también pueden desarrollar un vínculo padre-hijo que tenga las características que habitualmente se atribuyen a la relación con la madre.

Muchos hombres, ya sea porque crían solos a sus descendientes o porque establecen una relación más cercana, tienden a desarrollar un mayor apego. Lo anterior reafirma que este último elemento y la crianza tienen como base el desarrollo de un vínculo, y no la biología.

En este sentido, despertó gran interés el caso ocurrido en Inglaterra en 1986, en que un niño que cayó en el lugar en que habitaban los gorilas en el zoológico de Jersey, y en lugar de ser atacado, fue cuidado y protegido por un gorila macho que mostraba un comportamiento muy agresivo.