En mi vasta trayectoria como Kinesióloga especialista en Disfunciones sexuales, he podido percatarme de la gran influencia que aporta la religión en la sexualidad de las personas.

Muchas de las pacientes que llegan a Centro Miintimidad, me cuentan sobre el tipo de educación e influencias religiosas que recibieron durante su vida.

Algunas de ellas que estudiaron en colegios de orientación religiosa, relatan que no les hablaban de métodos de control de natalidad específicos, sino que les recalcaban que la abstinencia sexual, debía practicarse hasta el matrimonio y toda practica sexual antes de este, era pecado.

En los tiempos actuales, con tanta tentación e información al alcance de la mano, es muy difícil seguir las enseñanzas recibidas y son muchas las mujeres que deciden explorar otras alternativas de vida sexual.

Con el despertar hormonal y al ir relacionándose con un otro, comienza a despertar el deseo sexual, la atracción química y las ganas de experimentar.

Es entonces cuando se produce el gran conflicto de lo moral, espiritual, religioso con la intención de iniciar la vida sexual.

Muchas de ellas viven su sexualidad con culpa, con pensamientos pecaminosos, con incapacidad de sentir placer, con mucho pudor, produciendo en muchas ocasiones disfunciones sexuales, tales como:

- Anorgasmia (dificultad o ausencia de poder experimentar un orgasmo).

- Dificultad en la excitación y lubricación.

– Falta de deseo sexual.

– Dolor o imposibilidad de lograr el coito.

Se preguntarán entonces ¿Cómo influyen estas creencias religiosas en la sexualidad?

La mujer al sentirse culpable y pecadora frente a un encuentro sexual, no será capaz liberarse de estos pensamientos, estará siempre monitoreándose, sintiéndose evaluada, juzgada y observada por sus padres y guías espirituales y no logrará soltar el control, vivir el momento presente y disfrutar de su sexualidad.

Como respuesta a esto, muchas han aprendido a contraer fuertemente los músculos de su vagina, evitando de esta manera la penetración vaginal e impidiendo el coito.

El cerebro es el gran órgano sexual que controla los permisos que nos damos para el disfrute.

Si nuestros pensamientos eróticos están restringidos, será muy difícil que se genere el deseo sexual, muy por el contrario, evitaremos cualquier acercamiento, lo que podría terminar con un rechazo o aversión al sexo.

Para que exista lubricación y excitación, se debe producir una respuesta sexual en nuestro cuerpo, como efecto de la interacción de los juegos sexuales, pero esto podría no ocurrir de esta manera si estamos desconectadas de nuestra sensaciones y lo que estamos experimentando, pues nuestros pensamientos y culpas nos están distrayendo.

Dada esta estrecha relación entre religión y sexualidad, es muy importante educarse, informarse y atreverse a preguntar y aclarar dudas para lograr compatibilizar cualquier opción religiosa con una sexualidad sana y placentera.

Odette Freundlich
Kinesióloga Especialista en Sexualidad
Directora Centro Miintimidad (Apoquindo 5555 Of. 1101)
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