La adolescencia es una etapa complicada, pero también es un periodo vital que forjará al adulto del mañana. Los hijos, que hasta hace poco necesitaban de sus padres para todo, ahora piden independencia. ¿Pero de qué forma se tiene que enfrentar este proceso de cambio?

Mireia Long y Azucena Caballero, docentes y fundadoras de la web sobre Pedagogía Blanca, aseguran que esta es una etapa de autoafirmación, en la que también es necesario el acompañamiento de los padres.

“Realmente no hay razones para temer la adolescencia. Es una de las etapas más maravillosas y fascinantes de la vida de nuestros hijos y acompañarlos en ella es un privilegio. Sin embargo, hay padres que la temen”, indicaron Long y Caballero a ABC, debido a los errores propios de la juventud y los enfrentamientos con los adultos.

La adolescencia es la edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo, periodo en el que ocurren cambios en todos los aspectos, marcado principalmente por la aceleración del crecimiento físico.

Esta transformación corporal no sólo trae consigo cansancio y necesidad de expansión, también se hacen presentes hormonas que alteran el ánimo y provocan irritabilidad, y hacen que la sexualidad explote.

“El gran reto, inmenso, de elegir tu camino, de saber quién eres tú, tú mismo, no lo que tus padres o los demás quieren que seas. La culminación del proceso de maduración cognitiva e intelectual. La necesidad de encontrar las propias respuestas a las propias preguntas. Y todo a la vez. Temor al futuro y a dejar de ser un niño y falta de temor a la vez, porque debes asumir riesgos”, señalaron.

En este sentido, es primordial construir una base de confianza con los hijos desde la infancia, apoyándolos como seres individuales, con sus propios sueños y objetivos vitales. Pero también ofreciéndoles normas claras y amorosas que respeten cada etapa.

Como padres, se debe aprender a distinguir las situaciones en que los niños pueden tomar sus propias decisiones y en cuales se debe intervenir. La clave, según las expertas, se encuentra en el diálogo, la empatía y cercanía.

“En esta edad los chicos necesitan muchas horas de sueño, mucha reflexión propia, mucho respeto. Si los presionan para que se fuercen o para que sean lo que los padres creen que es el único camino correcto, los chicos se rebelarán”, aseguraron.

Sin embargo, esto no significa ausencia de reglas. Es crucial dejar en claro límites básicos, como lo son el respeto y seguridad para ellos mismos y los demás, agregando las normas que cada hogar puede tener, pero siempre dejando abierta la puerta a la negociación.

De este modo, se evitará formar adultos con falta de autoestima, necesidad de ser aceptados a costa de la dignidad o la seguridad propia, agresivos, desconfiados y disconformes.

“Posiblemente los adolescentes son los seres humanos que han hecho avanzar más a la humanidad, por su valor, por su inconformismo, por su necesidad de buscar nuevos caminos, de descubrir, de experimentar, de amar la vida y sus delicias, de preguntarse por todo y no conformarse con lo establecido. Son maravillosos, creativos, generosos, brillantes, enérgicos, valientes, comprometidos, curiosos. Y necesitan que se lo digamos, no que les carguemos con etiquetas o los intentemos domar a nuestro gusto”, finalizaron.