De acuerdo a datos entregados en octubre de 2019 por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), el 74% de la población adulta en Chile sufre sobrepeso u obesidad.

Sin duda un panorama preocupante, teniendo en cuenta además que esta cifra posiciona a Chile con la tasa de obesidad y sobrepeso más alta dentro de los países de la OCDE, superando a México (72,5%) y Estados Unidos (71%).

En este contexto, el futuro de los niños tampoco se ve prometedor. El primer Atlas Mundial de la Obesidad Infantil, publicado en 2019 y realizado por la Federación Mundial de Obesidad, predice que en 2030 más de 744 mil menores de 19 años serán obesos.

El mismo año, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb), en su Mapa Nutricional, develó que el 60% de los niños de quinto básico tiene sobrepeso u obesidad, hecho que tiende a ser similar en los niveles más bajos, como prekinder, kinder y primero básico.

Cómo revertirlo

Una alimentación saludable acompañada de actividad física es la mejor vía para combatir la obesidad. Y, en este sentido, también se pueden aplicar hábitos que ayuden a prevenirla.

Una de ellas es que sean los mismos niños quienes elijan las cantidades de comida. Al menos así lo afirma un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Asociación Americana del Corazón.

Según el estudio, publicado en la revista científica Journal of the American Heart Association, muchos niños tienen la habilidad innata de parar de comer cuando están satisfechos. Sin embargo, a veces los padres los presionan a seguir y esto puede perjudicar su capacidad de discernir entre estar “lleno” o aún tener hambre.

“Los padres y cuidadores deberían considerar la creación de un entorno alimentario positivo centrado en hábitos alimenticios saludables, en lugar de centrarse en reglas rígidas sobre qué y cómo debe comer un niño”, explicaron, según consignó el portal ABC.

¿Cómo se hace esto? De acuerdo a los investigadores, es fundamental que los adultos proporcionen alimentos saludables y horarios determinados para las comidas.

Aquí los niños pueden elegir qué quieren comer entre las opciones que les tienen y, luego, los adultos deben estar atentos a las señales que dan los más pequeños cuando se muestran satisfechos, para así evitar presionarlos.

“Un entorno alimentario autoritario no permite que un niño desarrolle habilidades positivas para tomar decisiones y puede reducir su sentido de control, procesos importantes de desarrollo para los niños”, agregaron.

Finalmente, los investigadores explicaron que un enfoque autoritario está relacionado con que los niños “tienen más probabilidades de comer cuando no tienen hambre y comen alimentos menos saludables que probablemente sean más altos en calorías, lo que aumenta el riesgo de sobrepeso y obesidad”.