Recuérdelo: el siguiente gobierno en Chile, devolverá la política a las manos de las personas, priorizando la transparencia y la participación ciudadana. La política convencional en Chile quedó avisada.
Siempre me planteé la pregunta de por qué Chile era gobernado por los mismos de siempre.
Recuerdo que durante el año 2016 publiqué un artículo en una reconocida revista, al que titulé: “Chile, ¿hasta cuándo con los mismos dinosaurios?”. En dicha nota, evidencié el descontento generalizado respecto de la clase política tradicional, los discursos trasnochados de ideologías divisionistas de izquierda y derecha, sumado a traumas y complejos que nos resistimos en trascender como sociedad, cuyos fantasmas hasta el día de hoy atormentan a muchos, sobre todo a quienes no los reconocen como parte de una historia transversal a todo Chile.
Chile dirá no al modelo político convencional
En términos políticos, pareciera ser que nada cambia. Y tampoco hacemos nada para generar un cambio. Así vamos como país, anclado en la década de los noventa con posturas políticas que siguen incluyendo elementos segregadores, cuyo único fin es continuar polarizando a Chile, anclándolo y condenándolo a vivir permanentemente atado a un pasado que nos sigue traumatizando como sociedad.
Pues bien. Como reza el dicho, “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”, Chile en el siguiente proceso electoral dará una lección internacional, dirá no al modelo político convencional.
El resultado electoral romperá el esquema establecido. El próximo presidente de la República no será ninguna de las caras conocidas. Será un independiente. Alguien que no viene del mundo político, sin partido, sin carga de diputados y senadores, con prioridades sociales definidas y de acorde al sentir del ciudadano de a pie.
No necesariamente habrá un pomposo proyecto país. Los focos de acción de ese futuro gobierno serán acordes a las prioridades sociales de la señora Juanita y estarán puestos en seguridad, migraciones, reactivación económica, lucha contra la corrupción, y servicios de calidad en pensiones, salud y educación. La clave será el sentido común y la sensatez social.
¿Un gobierno independiente?
Es natural entonces que se abra una pregunta de fondo, ¿es posible que el próximo presidente de la República de Chile, gobierne en calidad de independiente? La respuesta es sí. Y lo hará en razón de que su llegada será una clara y explícita señal democrática de rechazo a lo convencional, sumado, por cierto, a la definición del bien común en donde nadie (ambas Cámaras) podrán resistirse a ello.
Un gobierno independiente puede estar libre de las influencias y presiones de los partidos políticos tradicionales, permitiendo decisiones más objetivas y basadas en el interés general, no en agendas partidistas. Este enfoque busca restablecer la confianza ciudadana en las instituciones, valorando la transparencia y la rendición de cuentas.
Reconozcamos también que un gobierno independiente podría implementar sistemas de gestión más ágiles y efectivos, eliminando burocracias innecesarias y combatiendo la corrupción. La transparencia en el uso de los recursos públicos sería esencial para garantizar la confianza ciudadana.
Evidentemente, los amiguismos y los cargos por cuoteo se acabaron, duela a quien le duela.
El interés nacional también hará lo suyo, puesto que promoverá un sentido de unidad nacional en torno a metas comunes, dejando de lado divisiones ideológicas y priorizando el bienestar colectivo. Para ello se diseñarán políticas que fortalezcan la identidad chilena y su posición en el escenario internacional.
Reconozcamos que los chilenos se cansaron de lo mismo. Se cansaron de los “dioses” de nuestro acontecer político tradicional, candidatos, senadores y diputados, que han hecho de la política una forma de subsistir perpetuándose en sus escaños. Y otros que, si bien no están por algún periodo, resultan siendo elegidos (me imagino que con mucha objetividad), como directores de alguna institución pública.
El despertar antes señalado, obedece en buena parte también al factor desconfianza. Chile ya no confía.
Chile ha involucionado socialmente
Tristemente, nos hemos vuelto un país con mucho resentimiento, con envidia, en donde la constante es ventilar mala onda, que mira con desidia lo que le sucede a al prójimo, el individualismo se impone y mientras no se vea afectado su metro cuadrado el resto que se joda.
Ni qué decir del civismo, del respeto… cuestiones básicas de convivencia social cotidiana. Evadir se volvió un hábito, bajo la excusa de “no tengo plata para transportarme” -y en efecto tal vez no la tenga-. En un arrebato dice: “no hay drama, violo las normas y evado, quiero reclamar por algo y salgo a quemar buses, destruyo la infraestructura pública y de paso la privada también”. Y es que según el argumento del ese singular protestante dice: “el resto también tiene que sentir”. Entonces nos jodemos todos y la fuente de soda de don Juan termina quemada y nadie le paga un peso por los daños. Y así el miedo se impone, avanza y hoy nos terminó secuestrando.
Si no me cree, piense: ¿usted se siente seguro caminando por su barrio de noche?, ¿a qué hora se encierra en su casa?, ¿ve patrullas de carabineros en las calles?
Chile ha involucionado socialmente. Las posturas refundacionistas han hecho lo suyo, sumado al cúmulo de tentaciones ideológicas que fueron llevadas al gobierno, hasta con llamados a nuestros niños, no precisamente al estudio, al orden, al respeto, a la disciplina. No, pamplinas. El llamado a los niños era: “los queremos con rebeldía”.
Así las cosas, el descontento se hace manifiesto y transversal, por tanto, los chilenos en el siguiente proceso de elecciones generales votarán por un independiente que traiga una propuesta de gobierno priorizada en el sentir nacional y que no provenga de ninguna cantera política. Alguien que ofrezca limpiar y ordenar la casa, de cara al compromiso con la lucha contra el crimen, la corrupción y la reconstrucción de la confianza ciudadana en las instituciones.
Recuérdelo: el siguiente gobierno en Chile, devolverá la política a las manos de las personas, priorizando la transparencia y la participación ciudadana.
La política convencional en Chile quedó avisada.
