Actos de corrupción, delitos, agravios éticos, errores comunicacionales: las faltas cometidas por la élite política durante las últimas semanas llegan a niveles extremos. Y su impacto es feroz en la sociedad, independientemente del tipo de falta que se trate. Parafraseando a la canción “Todo Cambia”, se podría señalar que “caen, todos caen”.

De ahí que con la excepción de Yasna Provoste, que debía mostrar un cierto nivel ofensivo para salir del estancamiento en que se encuentra, la principal preocupación de los candidatos presidenciales en su primer debate televisado haya sido mantener un bajo perfil para evitar errores. Lo lograron medianamente.

Porque de momento a lo que más se aspira es no caer en la espiral de descalabros, cuyos ejemplos se multiplican, como en el caso de Franco Parisi y su estrafalaria petición de asilo en los Estados Unidos, en respuesta a una demanda millonaria por pensiones alimenticias.

Cae también profundamente la Lista del Pueblo, que se consideraba un referente ético, con el engaño de Rojas Vader y el turbio proceso de designación de su candidatura presidencial, finalmente frustrada por echar manos a recursos reñidos con la legalidad. Proceso que compromete incluso el prestigio de la Convención Constitucional, cuyos niveles de apoyo han bajado en las últimas semanas.

Caen los ex alcaldes del sector Oriente de la Región Metropolitana por los manejos financieros descubiertos durante su gestión, que en el caso de Torrealba en Vitacura podrían alcanzar niveles delictuales.

Cae Marco Enríquez-Ominami, cuya intempestiva irrupción en la campaña presidencial es percibida como desleal por buena parte de sus ex aliados.

Cae el representante del Partido Comunista, Manuel Riesco, por expresar en las redes sociales su jolgorio por la toma del poder de los talibanes en Afganistán.

Cae incluso el prestigio de uno de los principales impugnadores de la élite, el periodista Mirko Macari, fuertemente criticado por la defensa a su amigo Gonzalo Müller, operador de Joaquín Lavín en Las Condes, desaparecido de la escena política local después de su traslado a España.

Pero quizás el autogol más ominoso y dañino para el enrarecido clima político es el que cometen a diario quienes en las redes sociales apuestan al empate y apuntan a las faltas de los adversarios políticos, como si ellas anularan las de sus partidarios.

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