La Corte Suprema de Pakistán aplazó el juicio en apelación de la madre de familia cristiana Asia Bibi, condenada a la pena de muerte por blasfemia, debido a la renuncia de uno de los tres jueces del tribunal.

El juez Iqbal Hameed ur Rehman dijo que renunciaba porque ya había participado en el juicio del asesino de Salman Taseer, un gobernador liberal de Penyab.

“Los dos casos están ligados”, dijo el juez al presentar su renuncia.

Asia Bibi fue juzgada en 2010 en virtud de una polémica ley tras una discusión con una musulmana por un vaso de agua. Lleva años en el corredor de la muerte de una cárcel paquistaní.

Salman Taseer había sido asesinado en Islamabad en 2011 por haber defendido a Asia Bibi.

Su asesino, Mumtaz Qadri, fue ahorcado a principios de 2016, una decisión saludada por los liberales, lo que llevó a que los conservadores exigieran que Bibi fuera ejecutada.

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Los abogados de Bibi piden que la Corte Suprema anule la pena de muerte.

“Tenemos mucha esperanza”, había declarado a la AFP el abogado de Bibi, Saif-ul-Mulook, antes del anuncio del aplazamiento.

En seis años de batalla judicial, su caso se ha vuelto emblemático de las derivas de una legislación contra la blasfemia que, según sus detractores, suele instrumentalizarse para ajustes de cuentas mediante acusaciones falsas.

El caso de Asia Bibi deja patente que las autoridades paquistaníes parecen dudar entre respeto de los derechos humanos y concesiones a los fundamentalistas religiosos.

En Pakistán, donde el islam es religión de Estado, la blasfemia es un tema muy delicado. La ley prevé hasta la pena de muerte para las personas declaradas culpables de ofensa al islam.

Unas simples acusaciones terminan a menudo en linchamiento. Y los cristianos, una minoría perseguida, suelen ser blanco de ellas.

El caso de Asia Bibi ha tenido eco a nivel mundial. Hizo reaccionar a los papas Benedicto XVI y Francisco. El primero pidió su liberación y el segundo recibió a su hija en 2015 y rezó por la condenada.