Hagamos una prueba: 5, 31, 8, 11, 27.

En 2007, el psiquiatra Gary Small, profesor de la UCLA le pidió a seis personas que navegaran por internet en busca de información acerca de temas específicos. Tres de ellos eran usuarios avanzados de internet; los otros tres, novatos. Mientras navegaban, Small midió la actividad de sus cerebros por medio de resonancia magnética.

Como era de esperar, en los cerebros de los expertos el área activada era muchísimo más extensa que en la de los novatos, especialmente en la corteza prefrontal, asociada a la resolución de problemas y la toma de decisiones.

Seis días después, repitió el experimento. En el intertanto, los novatos tenían la tarea de navegar por internet una hora al día. Los nuevos resultados mostraron que sus cerebros ahora se activaban de manera similar a la de los más experimentados. Small replicó las pruebas con 18 sujetos. Los resultados fueron los mismos.

La experiencia es recogida en el libro Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? (2010) del autor especializado en tecnología Nicholas Carr, y es una muestra de cómo la tecnología nos está cambiando en forma dramática.

Pixabay | Pexels
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El impacto de la tecnología no es en sí mismo positivo o negativo. Como apuntó la psicóloga e investigadora Patricia Greenfield, luego de revisar más de 40 estudios acerca del tema, “cada medio desarrolla algunas habilidades cognitivas a expensas de otras. Así, mientras internet y las tecnologías basadas en pantallas han ayudado a que nuestro cerebro haya refinado su capacidad espacio-visual, nuestra capacidad de análisis y atención profunda se ha visto debilitada”.

Pero no nos desordenemos, concentrémonos en un solo tema y enfoquémonos en una de las áreas que más impacto ha sufrido: la memoria.

SI TE HE VISTO, NO ME ACUERDO

¿Cuándo fue la última vez que memorizaste un número telefónico? Si hoy basta con presionar un botón, o pedirle a Siri que llame a alguien, no parece haber necesidad de memorizar una secuencia de ocho o más dígitos. Es una de las ventajas de la tecnología.

Pero esta comodidad incide directamente en el menor ejercicio de nuestra memoria, específicamente en lo que conocemos como memoria de trabajo o memoria de corto plazo. Esta es la que nos permite almacenar y procesar la información necesaria para llevar a cabo una tarea determinada: seguir una conversación, conducir un vehículo, cocinar mientras hablamos por teléfono.

Como explica Nicholas Carr, la memoria de corto plazo es limitada y funcional, y cualquier distracción puede interrumpir el proceso. Y eso es justamente lo que internet y la tecnología de los smartphones hace: interrumpir y distraer por medio de mensajes instantáneos, avisos de redes sociales, notificaciones de emails, etc.

Pexels
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En 2012, una investigación realizada en el MIT identificó el circuito neuronal que permite crear recuerdos de largo plazo, y determinó que su funcionamiento era mucho más efectivo cuando se presta atención activa a lo que se está mirando. Otros estudios han demostrado que los escolares entienden y retienen menos cuando están realizando varias tareas mientras estudian.

LLAMADO DE ATENCIÓN

La tendencia es el multitasking, algo que la tecnología propicia. En Chile, el 45% de la población utiliza smartphones. Es decir, casi la mitad de la población puede estar siendo interrumpido por mensajes y notificaciones mientras estudia o trabaja, o intenta memorizar algo. Según las proyecciones, la cifra aumentaría a un 56,8% el próximo año.

Los teléfonos inteligentes, equipados con cámaras cada vez más avanzadas, permiten atrapar momentos para recordarlos de la mejor manera posible cuando queramos. Pero, irónicamente, esto podría estar privándonos del recuerdo real: las sensaciones que nos inundaron mientras vivimos un momento (el calor, el frío, el olor, la emoción) no son lo mismo que el recuerdo de haber tomado una foto.

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Sin la atención necesaria, nuestro cerebro no recolecta la información para generar un recuerdo en la memoria de largo plazo. La psicóloga e investigadora Emma Templeton, coautora de un estudio acerca de la memoria y el uso de medios de registró, pronto a ser publicado, adelantó a Vox.com que sus resultados confirman que sacar fotografía, en general, deteriora nuestro recuerdo de una experiencia.

¿Por qué? La hipótesis de Templeton es que los aparatos que usamos “nos distraen de la experiencia, y por esa distracción no recordamos aquello a lo que se supone que estamos prestando atención”.

MEMORIA LLENA

Aquí también entra en juego lo que se conoce como descarga cognitiva: es la costumbre cada vez más arraigada de traspasar a la responsabilidad de almacenar información a un dispositivo tecnológico. Como un computador. O un teléfono, cuando registramos un número telefónico y no lo memorizamos.

Un estudio de 2011 publicado en la revista Science concluyó que cuando pensamos que un computador guardará un dato, las posibilidades de recordarlo por uno mismo disminuyen.

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¿Significa esto que nos estamos volviendo menos inteligentes? La respuesta del psicólogo Nathaniel Barr es un rotundo no. Barr es coautor de un estudio de 2015 que demostró que el uso de smartphones para almacenar información es una táctica propia de quienes tienden a evitar un estilo de pensamiento analítico o complejo. La tecnología se convierte en una herramienta para quienes tienen habilidades cognitivas menos desarrolladas, una especie de “atajo cognitivo”.

Además, Barr advierte que la descarga cognitiva no es necesariamente perjudicial, sobre todo si se usa para liberarse de cosas sin importancia.

RECUERDOS DEL FUTURO

Los nunca bien ponderados millennials están en el centro de esta problemática. A gran parte de ellos les tocó adoptar las nuevas tecnologías cuando eran adolescentes, pero otro porcentaje importante no conoció el mundo sin internet y sin smartphones. ¿Es posible que su memoria se vea más afectada que la de sus antecesores?

Los resultados de una encuesta realizada a nivel nacional en Estados Unidos parecen demostrar que es así. Sus resultados arrojaron que el 15% de los jóvenes entre 18 y 34 años son proclives a olvidar qué día es; entre los mayores de 55, esta cifra baja a solo un 7%. En el apartado “Olvidé dónde dejé mis llaves” los resultados son similares: 14% entre los jóvenes, 8% entre los mayores. ¿Olvidar llevar almuerzo o colación? 9% versus 3%. El único ítem en el que los millennials tienen mejor memoria es los nombres, con un 16% de olvidos contra un 23% de los más viejos.

Consultada por Bussinesswire.com, la terapeuta ocupacional Patricia Gutentag atribuyó estos resultados al estrés. Estudiar para los exámenes, prepararse para entrevistas de trabajo, problemas con la pareja: la tensión provocada por estos elementos puede llevar a la depresión, el error de juicio y el olvido.

Pero Gutentag también apunta a otro factor propio de las nuevas generaciones. “Encontramos tasas más altas de trastorno por déficit atencional con hiperactividad en adultos jóvenes. Se trata de la población que ha crecido usando la tecnología en modo multitasking, muchas veces apremiado por la falta de sueño, lo que lleva a mayores niveles de olvido”.

Y ahora, ¿cuántos de los números del comienzo puedes recordar?