Un diagnóstico de cáncer es un balde de agua fría para el paciente y su familia, pero es un tema que no se puede esconde y se debe hablar.

El diagnóstico de cáncer es usualmente descrito como un balde de agua fría. “Un terremoto, una ola gigante que llegó y te dio vuelta, como algo imprevisto. Una crisis para la que nadie está preparado y que se vive con mucho temor e incertidumbre”, señala Daniela Rojas Miranda, psicooncóloga y Directora Ejecutiva de la Corporación Yo Mujer.

Pero la noticia no sólo afecta al paciente, sino que también a sus familiares, amigos y cercanos, quienes pocas veces saben cómo reaccionar.

Rojas y la psicooncóloga Isabel Valles Varela afirman en una serie de ocho libros digitales dirigidos a pacientes oncológicos y sus cuidadores, que una de las cosas más importantes es expresar lo que sentimos y no esconderlo, tanto en paciente como familiares.

Desde sentimientos de tristeza, nerviosismo, culpa, desinterés y preocupación, hasta síntomas físicos como dolores en el cuerpo, temblores, aumento de peso y fatiga. Esto es lo que pueden experimentar los pacientes con cáncer una vez recibido el diagnóstico.

No se debe fingir que la enfermedad “no existiera”, sino que debe incorporarse a la vida cotidiana, se debe enfrentar y conversar con los cercanos. Es importante descansar, pedir ayuda, llorar, escribir y prepararse para las visitas médicas.

“Muchos pacientes sienten pudor de expresar lo que sienten y eso es un error”, dice Rojas.

¿Cómo hablar de cáncer con la familia?

Millones de padres en el mundo han tenido que informar a sus hijos pequeños su diagnóstico de cáncer, lo que no es una noticia fácil de dar ni recibir.

De acuerdo a las psicooncólogas, el proceso debe ser lento y gradual, partiendo desde lo más general. Esto facilita la comprensión y asimilación de forma paulatina.

Antes de hablar del tema con los hijos, los padres deben prepararse. También se recomienda que ambos participen del proceso, independiente de quién está enfermo. Ambos deben estar completamente informados y con todas sus dudas aclaradas por los profesionales de la salud, guías en este viaje.

Añaden que para iniciar la conversación, se debe buscar un lugar tranquilo y cómodo, evitar la interferencia (interrupciones, ruidos, televisión, radio y teléfono), mantener contacto físico y visual, siempre mostrando cercanía y cariño. Es importante estar preparados para preguntas, escuchar sus opiniones y comentarios, así como de brindar contención.

Asimismo, los niños preescolares y en edad escolar pueden tener un conocimiento más limitado o básico, por lo que se debe ser concreto al explicar el proceso y ajustarlo a sus conocimientos.

En el caso de los adolescentes, las reacciones pueden ser más fuertes. Los preadolescentes pueden sentirse abrumados y quizás se les haga difícil. Las expertas recomiendan hacerlos parte de las visitas al doctor o al hospital, invitarlos a informarse y estudiar al respecto.

Es normal si los adolescentes entre 13 y 18 puedan sentir “entorpecida” la relación con sus padres o que no sepan cómo enfrentar correctamente sus emociones. Los padres y seres queridos deben animarlos a expresarse.

El dolor de la enfermedad de un hijo

Cuando quien enfrenta la enfermedad son los niños, la situación se vuele aún más delicada y dolorosa.

Eulalia Lascar, médica pediatra, especialista en Medicina Paliativa Pediátrica y asesora médica de Make-A-Wish, explica que es vital ser honesto con ellos, especialmente si enfrentan a un panorama donde no hay mucho por hacer medicamente.

Lascar dice que los niños y las niñas tienen derecho a ser informados de los diagnósticos y de las prácticas terapéuticas, en función de su edad, su desarrollo mental y estado afectivo. Cuando pregunten, se debe responder con la verdad, dosificada y adecuada. Si no tenemos la respuesta, reconocerlo honestamente: “No lo sabemos, pero intentaremos averiguarlo”.

La especialista añade que es importante desactivar el “cerco del silencio”. Dejar de hablar del tema no hace que los síntomas o la situación desaparezcan. Los niños, muchas veces, evitan hablar abiertamente de lo que les sucede, debido a tabúes o temores provenientes de actitudes de sus padres o cuidadores, dice.

Siempre se puede escuchar y proponer espacios de comunicación de sentimientos y de pensamientos positivos y negativos que pueden incluir miedos, preguntas, preocupaciones relacionadas con la enfermedad, con el tratamiento y con el futuro que pueden ser trasladadas a los profesionales cercanos que cuidan el paciente.