“Cuando naces en el entorno de la prostitución, salir de allí es muy difícil”.

La anterior parece una frase definitiva, anclada en la realidad de quienes protagonizan la historia publicada en el medio británico BBC.

Quien relata lo que ha sido su destino es Karina Nuñez, una uruguaya cuya bisabuela, abuela y madre, han sido sexoservidoras desde muy jóvenes.

No es extraño que con la llegada de sus hijas, entre estas Valeska, la cuarta generación de prostitutas en su familia sufriera un remezón, al punto de hoy ser noticia.

Antes de echar rienda suelta a su llamativa narración, Karina retrocede varias décadas atrás y recuerda que su madre trató de dejar la prostitución.

“Transcurrió durante la dictadura cívico-militar en Uruguay y el hombre que le arrebató mi madre a su proxeneta, decidió criarme como su hija propia”.

Todo iba bien con el cambio de vida de una infante que veía a su mamá salir de las calles y que tenía su propia sueño.

“De niña siempre soñé con ser maestra, pero acabé de prostituta como mi mamá, mi abuela y mi bisabuela”. Pero, para lecciones estaba la vida porque, en un abrir y cerrar de ojos, su suerte cambio. El hombre, quien se había decidido a criarla, no estaba más.

“Se convirtió en preso político y nuestra vida dio un cambio rotundo: mi madre tuvo que volver al trabajo sexual”.

La dictadura en Uruguay le arrebató sus sueños y las arrojó de vuelta a las calles en las que recibió el instructivo de realidad para, años más tarde, convertirse también en madre, siempre ejerciendo la prostitución.

Líder sindicalista para un gremio de prostitutas

Las calles, para las que se dedican a la prostitución, constituyen un riesgo, no importa el país en el que se encuentren. Así lo asume Karina, quien se volvió una mujer fuerte a costa de sufrimiento.

“Siempre pensé que una se tenía que valer por una sola y, bueno, si te pasaba algo, era porque habías hecho algo mal y te lo tenías que aguantar”, asegura.

Tratar de salir de esa nocturnidad laboral, rechazada por las sociedades del mundo, se hizo cada vez más difícil.

Por razones morales, las críticas no faltaban pero sin ayudarla a resurgir. Su madre intentó esto último, sin éxito.

“El grado de estigmatización hacia mi forma de ganarme la vida generó círculos que no me fueron muy propicios como para poder desarrollarme. Y también hizo que en una época de mi vida la desidia hacia la sociedad construyera mis días”.

Pero no se rindió, porque sabía que había otras mujeres en su misma situación. Por ellas es que se afirmó y comenzó a luchar por que fueran dignificadas, porque en tiempos de covid recibieran canastas de alimentos. Eso, en el presente. Sin embargo, hubo un pasado de sufrimiento que la posicionó a golpes-literales-de la vida.

Cuando se dio cuenta que no quería que sus hijas llevaran su camino, luchó por los derechos de los niños y niñas de sus compañeras, y otros en vulnerabilidad.

“En 1999 denuncié una red de trata que se llevó a dos niñas a Italia y recibí una paliza de nueve proxenetas de la red que me dejaron 11 días en una UCI (…) pero valió la pena”.

Vivir todos los riesgos que conlleva el trabajo de sexoservidora, la motivó a romper cadenas.

“El haber sido explotada sexualmente lo viví durante muchísimo tiempo como algo heroico. Muchos años después, con mucho dolor, pude entender que no tiene nada de heroico”.

“Un orgullo que no me cabe en el pecho”

Así describe Karina lo que siente al ver que Valeska, su hija “rompió cadenas”.

Cuando era niña, recuerda que su madre la dejaba al cuidado de otras personas para salir a ganar dinero en las noches, o a la hora que significara utilizar su sexualidad como medio de subsistencia.

“Si las dejaba al cuidado de alguien más, iba a pasar lo mismo que pasó conmigo. Mi madre pagaba para que me cuidaran, pero cuando se iba era otro mundo”.

Por lo anterior, Karina decidió tenerlas con ella todo el tiempo. Las mantenía en su “hostería”. Sabía con quiénes estaban o visitaban y qué riesgos podían correr, aún y cuando ella estuviera cumpliendo sus obligaciones en todo el sentido de la palabra.

A eso atribuye que su hija haya podido poner los pies en la universidad.

“Mi hija es la primera de cuatro generaciones de prostitutas que llega a la universidad y el orgullo no me cabe en el pecho”.

No revela más detalles de la carrera que ha decidido seguir, lejos de ese mundo que nocturno que le antecede en cuatro generaciones.

Pero los planes siguen. Mientras Karina observa la inteligencia de su hija, la cual ha decidido apoyar y explotar académicamente, prepara su libro denominado: “Manual de una buena puta”.

“¿Por qué pensás vos que yo lucho? ¿Porque me pagan para hacerlo? ¿Porque me gusta estar frente a la cámara?”, son parte de las preguntas que se deslizan dentro de la publicación, la cual apunta a visibilizar el suplicio de ejercer la prostitución en Uruguay, como en otras partes del mundo, debido a lo que la protagonista de esta historia llama el poco apoyo gubernamental.

No será su primera publicación. En 2008 llegó “El ser detrás de una vagina productiva”, una compilación de más de 300 entrevistas a otras de sus compañeras prostitutas, que causó impacto en su país, debido a que visibilizaron su situación y hasta consiguieron categoría jurídica que les ayuda a tener acceso a servicios de salud, entre otros.

“Después (durante las entrevistas y relatos) aprendí que cuando lo haces antes de los 18 años es explotación sexual y no una forma de trabajo. Es una vulneración aberrante de los derechos de los niños y las niñas”.

Ahora, su meta inmediata, mientras su libro es publicado en 2021, es lograr la aprobación de una renta básica para las trabajadoras sexuales. La necesidad generalizada, que se mueve entre la pandemia, así lo exige.

“Con eso podemos lograr al menos que puedan pagar sus viviendas. Nos hemos encontrado con muchas compañeras que lamentablemente se han quedado sin hogar por no poder pagar sus alquileres”, asegura.

Por el momento, conseguir el sustento viene de organizaciones que nada tienen que ver con el gobierno uruguayo.

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“Hemos logrado a través de la solidaridad sustentar a 330 compañeras con canastas mensuales desde marzo. Estas contienen ropa, leche en polvo y suplementos médicos, porque varias sufren de enfermedades oncológicas o de diabetes”.
- Karina Nuñez. Prostituta, escritoria y líder sindical uruguaya.

Se considera una feminista popular, aunque reconoce que le costó asumirse como tal.

Cree, además, que el hombre dictó el destino de las mujeres y las hizo ser un instrumento de sus necesidades.

“El hombre siempre pudo usar a la mujer para lo que se le cantara a cambio de nada y el hecho de que las trabajadoras les cobren por hacer lo que supuestamente deben hacer me parece que es un símbolo importante de lucha. De lo contrario, seguimos siendo mujeres que tienen que esperar que un hombre las elija para que sean las madres de sus hijos, para que sean sus limpiadoras, sus vasijas de esperma y sus cuidadoras cuando envejezcan o durante la vejez de sus parientes. Todo de forma gratuita”, sentencia.

BBC