Contrario a lo que muchos podrían pensar, la ansiedad no es un elemento ajeno a la vida diaria y de hecho está mucho más presente de lo que imaginamos. Situaciones desafiantes como hablar en público o rendir una prueba pueden gatillarla porque ayuda al cuerpo a prepararse ante el estrés. El problema comienza cuando esos sentimientos se vuelven excesivos, intensos, persistentes y empiezan a interferir con la vida cotidiana.
“La ansiedad es una respuesta emocional normal, todos la experimentamos en algún momento. Durante la vida cotidiana la ansiedad moviliza las operaciones defensivas del organismo, nos ayuda al aprendizaje, nos motiva a lograr nuestras metas, y colabora a que mantengamos niveles elevados de trabajo”, explicó a BioBioChile Germán Maravilla, médico psiquiatra del Centro de Psicología Integral de la Persona (CPIP) de la Universidad Finis Terrae.
“De hecho, el uso cotidiano del término puede hacer referencia a un estado transitorio de tensión, la toma de conocimiento de un peligro (miedo), una respuesta fisiológica al estrés, o un estado de sufrimiento mórbido (trastorno de ansiedad)”, añadió.
Cuando se elevan los niveles de ansiedad y compromete la efectividad en las funciones, es cuando aparece la enfermedad. “Si es frecuente y persistente la persona logra darse cuenta que no está bien y solicitar ayuda profesional. Sobre todo cuando estos síntomas controlan nuestra vida con el consiguiente efecto de no saber que hacer consigo mismo”, afirmó Carla Oyarce, psicóloga de Psicologíachile.cl.
Por lo mismo es importante saber que se puede manifestar de manera gradual y en distintos niveles. “Los síntomas del cuadro de ansiedad, son los siguientes: sensación de nerviosismo, agitación o tensión, sensación de peligro inminente y pánico, aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada, sudoración, temblores, sensación de debilidad y cansancio”, agregó Oyarce.
Los tipos
Una de las complicaciones de este trastorno es que no existe sólo un tipo, sino que hay una variedad de ellos. Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, los más frecuentes son cinco: Trastorno de Ansiedad Generalizada, Trastorno obsesivo-compulsivo, Trastorno de pánico, Trastorno de estrés postraumático y Fobia social.
“Cada uno de estos trastornos tiene una sintomatología específica pero siempre comparten como núcleo central la ansiedad”, afirmó Germán Maravilla.
Pero conozcamos uno a uno:
– Desorden de ansiedad generalizada:
Es una ansiedad crónica, donde existe una preocupación y tensión exagerada por situaciones pequeñas o que no tienen grandes gatillantes.
Por lo general se presenta casi todos los días por al menos seis meses, lo que termina por afectar su vida diaria y rutina, ya que el paciente comienza a tener problemas para interactuar con otros.
El Instituto Nacional de Salud Mental en EEUU, asegura que entre los síntomas más frecuentes se encuentra la sensación de inquietud, tensión o nerviosismo; fatiga; dificultad para concentrarse; mente en blanco; irritabilidad; tensión muscular; dificultad para controlar los sentimientos de preocupación; problemas para dormir.
– Trastorno obsesivo-compulsivo
En este caso, el paciente presenta “pensamientos no deseados (obsesiones) y/o comportamientos repetitivos (compulsiones) recurrentes”. Por ejemplo, creen necesitar lavarse las manos determinada cantidad de veces para evitar que algo malo pueda ocurrir.
Sin embargo, estos rituales les dan una alivio temporal, pues vuelven a aparecer al poco tiempo.
Los pacientes con TOC usualmente son incapaces de controlar estos pensamientos o comportamientos, a pesar de saber que son excesivos; dedican al menos 1 hora al día a ellos y no sienten placer al realizarlos, pero sí un breve alivio.
Por lo general, estos comienzan a interferir con su vida diaria, llegando a aislarlos, pues en ocasiones también desarrollan algunos Tics -movimientos breves y repetitivos- que los avergüenza.
– Trastorno de pánico
Básicamente son episodios frecuentes e inesperados de un miedo intenso, llamados comúnmente ataques de pánicos, los que usualmente van “acompañados de síntomas físicos que puede incluir dolor en el pecho, palpitaciones, dificultad para respirar, mareos o malestar abdominal”.
Estos pueden durar algunos minutos y por lo general el paciente teme perder el control aún cuando no hay un peligro real que lo aceche. Además, quienes padecen este trastorno viven con el miedo constante de sufrir un nuevo ataque en cualquier momento.
Los científicos aún están estudiando su origen y aunque se piensa que puede ser hereditario, aún no hay certeza de aquello, ya que también se cree que tendría que ver con procesos biológicos y cerebrales.
– Trastorno de estrés postraumático
Tras vivir un trauma o una experiencia aterradora o peligrosa, es normal que el miedo se presente en una persona por un breve periodo de tiempo, pues el cuerpo se prepare para defenderse o proteger a quienes queremos, el problema está cuando ese temor no desaparece.
Los pacientes con estrés postraumático suelen tener síntomas por al menos un mes para poder ser diagnosticados y entre ellos se puede encontrar el evitar ciertos comportamientos, cosas o lugares que les recuerden el trauma; cambios en los estados de ánimos; problemas para dormir; pensamientos atemorizantes; y revivir la situación mentalmente, llevando incluso a experimentar palpitaciones y sudor.
De hecho, se espera que el número de casos de estrés postraumático aumente tras la pandemia de coronavirus.
– Fobia social
El Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos lo define como “un temor intenso y persistente de ser observado y juzgado por otros. Este temor puede afectar el trabajo, la escuela y otras actividades cotidianas. Incluso puede dificultarle hacer y mantener amigos”.
Este tipo ansiedad reemplaza el entusiasmo inicial de una invitación, con una sensación de pánico y preocupación. Y por lo general, para evitar sentirse expuestos frente a los demás, estas personas suelen abstenerse de participar en situaciones que los hagan sentir incómodos, algo que por general el resto de su círculo no logra comprender.
Tratar de explicar esa sensación, es otro gran problema para las personas con fobia social, ya que por lo general los amigos y conocidos se molestan cuando la cancelación de planes se vuelve frecuente, por lo que terminan por excluirlos del grupo.