Diversos estudios realizados durante la última década en Chile muestran que los niveles de violencia intrafamiliar hacia niños, niñas y adolescentes siguen siendo altos. Los resultados son consistentes y coherentes entre sí, dando cuenta de que la erradicación de la violencia hacia la niñez y la adolescencia es uno de los principales desafíos que enfrenta el país.

Todos los estudios, a pesar de sus metodologías y de haber sido hechos en diferentes años y contextos, establecen que entre 6 ó 7 de cada 10 niños o niñas es víctima de maltrato en su hogar por parte de sus padres, madres o cuidadores principales.

La violencia puede ser física o sicológica. En el caso de esta última, los adultos responsables de la crianza de niños y niñas no siempre la reconocen como una práctica violenta y es invisibilizada, ya que es particularmente difícil de medir y sancionar mediante las leyes; sin embargo, también tiene graves consecuencias. La violencia sicológica, como los gritos, los insultos, las descalificaciones, las burlas o las amenazas no son inocuas para quien las recibe. Estas palabras tienen efectos duraderos en el desarrollo de niños y niñas, y muchas veces dejan huellas que duran para toda la vida.

Según la encuesta de Conocimientos, Actitudes y Prácticas (CAP, 2020), de UNICEF, un 30% de padres y madres no definen la violencia sicológica como violencia, lo que les impide revisar esta práctica y la forma en que se relacionan con sus hijos e hijas, ni reconocer que el maltrato también se expresa con palabras. Este mismo estudio muestra que un 14% de padres está de acuerdo en que “levantarles la voz o gritarles ocasionalmente a los niños y niñas los hace más obedientes”. Según la ELPI, el 56,9% de los niños y niñas, de entre 5 y 12 años que es víctima de violencia, recibe alguna agresión sicológica.

Los estudios han demostrado que la violencia sicológica tiene efectos negativos, al igual que la física, afectando la autoestima, el estado de ánimo, los procesos de aprendizaje, la relación con sus pares y también con sus padres y madres u otros adultos. La violencia tiene un impacto aun mayor cuando se recibe de las figuras de apego más significativas en la vida de cualquier niño o niña, de quienes esperan amor, protección, validación y cuidados.

El amor y el buen trato, que también se expresan con palabras, favorecen el bienestar integral de niños, niñas y adolescentes y contribuye al cuidado de su salud mental. Adicionalmente, el buen trato fortalece sus potencialidades y la relación con sus padres y madres, y les enseña a resolver sus conflictos de manera pacífica. Es importante aclarar que una crianza positiva no es sinónimo de permisividad o falta normas. Este tipo de conductas caen más bien en la negligencia, que también es considerada una forma que les afecta negativamente el desarrollo. Los niños, niñas y adolescentes necesitan normas y límites para crecer seguros, sentirse bien, tener amigos, aprender a cuidarse, jugar y pasarlo bien.

La Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por Chile el 14 de agosto de 1990, reconoce explícitamente, en su artículo 19, la obligación del Estado de proteger a los niños y niñas de todas las formas de maltrato causadas por padres, madres o cualquier otra persona responsable de su cuidado y considerar medidas preventivas y de tratamiento.

Este concepto también lo recoge la Ley sobre Garantías y Protección Integral de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, la cual ya tiene un año y medio de implementación. Esta nueva normativa es una oportunidad para visibilizar la violencia sicológica y buscar formas de promover el buen trato, como mecanismo de prevención, además de apoyar a las familias cuando presentan dificultades en la crianza de sus niños y niñas. Hay que tener claro que la crianza de los hijos e hijas le compete a las familias, pero en aquellos caso que esta crianza vulnera sus derechos, el Estado tiene la responsabilidad de apoyar a las familias de manera oportuna para protegerlos y actuar en caso de vulneración de sus derechos.

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