La coronación del rey Carlos III de Gran Bretaña este sábado en la Abadía de Westminster implicará mucha pompa y ceremonia. Involucrará un servicio religioso, prácticamente sin cambios durante cientos de años, en el que Carlos jurará defender la religión protestante y hacer de Gran Bretaña "una nación santa" bajo "un sacerdocio real".

Será la primera coronación de Gran Bretaña en 70 años, en un momento de gran debilidad nacional: Con varios cambios de primer ministro y con la pobreza en rápido aumento, la Gran Bretaña de hoy se encuentra marginada de Europa por el Brexit, lidiando con un pasado imperial cada vez más remoto y enfrentando un futuro incierto. ¿Qué puede hacer la monarquía, si es que puede hacer algo, para afrontar este momento? ¿Algo de esto debería importarle al resto del mundo, especialmente a aquellos que están lejos del suelo y la tradición británica?

La respuesta, postulo, es un ‘sí’ definitivo. La afirmación y celebración del poder monárquico toca cuestiones y principios universales que nadie puede darse el lujo de ignorar, especialmente aquellos que vivimos en sociedades coloniales forjadas a la sombra de la Europa imperial.

La coronación del rey Carlos no es solo una oportunidad para reflexionar sobre las luchas de la Gran Bretaña moderna, sino también para aclarar y reafirmar la base del poder social legítimo en las democracias contemporáneas como la nuestra. Para un país como Chile, inmerso en reescribir su propia constitución, el espectáculo del sábado debería iluminarnos sobre lo que significa promulgar, pensar y, en algunos casos, reescribir, el poder del Estado.

Ungir a un jefe de Estado soberano únicamente por el accidente de su nacimiento, e independientemente de su capacidad para desempeñar el cargo, le otorga a ese individuo un poder político excepcional sobre una base arbitraria. Esto se vuelve más peligroso cuando la fuente arbitraria de este poder se disfraza con un atuendo místico como un “derecho divino a gobernar”.

El problema no es solo que la herencia puede fallar en rastrear el mérito o la competencia, sino que el poder político que se impone arbitrariamente en lugar de derivarse desde el pueblo erosiona la norma fundamental de autogobierno de la cual se deriva la legitimidad en las sociedades democráticas modernas. Además, oculta la fuente del poder en secreto, colocando a los ungidos, y su derecho a reinar, más allá de toda duda y consideración.

Por el contrario, en el corazón de la tradición política liberal, asociada clásicamente con Immanuel Kant y John Stuart Mill, se encuentra la afirmación radical de que todos los seres humanos, solo en virtud de ser humanos, tienen el mismo valor moral. Sin importar las circunstancias de su nacimiento o dónde están situados en la sociedad.

Además, la tradición liberal afirma que la igualdad moral básica de las personas otorga a todos los individuos no solo un derecho justo a ciertos tipos de tratamiento social y legal, sino también, y lo que es igualmente importante, el derecho político a participar en el gobierno de sí mismos. Sobre la base de estos compromisos, el liberalismo clásico se opone a cualquier sistema político, incluido el de la monarquía hereditaria, que no muestre igual respeto por las personas al convertir las diferencias sociales moralmente arbitrarias en fuentes sistemáticas de jerarquía política.

Según se informa, se invitará al público británico a hacer un juramento voluntario de lealtad al rey Carlos durante la ceremonia del sábado, en una desviación de la tradición en la que dicho juramento estaba reservado para la aristocracia. Pero, ¿por qué el pueblo británico debería jurar lealtad al Rey? ¿No es el Rey quien debería jurar lealtad al pueblo británico?

Un líder elegido no democráticamente no puede ni debe encarnar una nación, su religión, y sus instituciones de una manera opaca y arbitraria. Como muchos republicanos han argumentado a lo largo de los siglos, la invitación a dar lealtad a una sola persona, cuya supuesta autoridad se deriva de Dios y la tradición, desvaloriza a las personas en el sentido liberal de esa idea, pisoteando su derecho innato a gobernarse a sí mismas.

Ahora bien, podría argumentarse que el simbolismo y la grandiosidad de la coronación del Rey este sábado no deberían ser motivo de seria alarma u objeción porque el verdadero poder político del Estado Británico descansa en el sistema parlamentario, y lo ha hecho durante siglos, con el poder de la Corona una reliquia casi ornamental. De hecho, uno podría ir más allá y argumentar que las celebraciones monárquicas británicas se han vuelto especialmente vitales para la identidad nacional del país precisamente porque, históricamente, ha sacado fuerza de su capacidad para incorporar cambios graduales sin rupturas violentas, favoreciendo la evolución sobre la revolución en el ámbito político.

Si bien es importante tener estos puntos en cuenta (y por cierto no hay un apetito abrumador entre la mayoría de los británicos por abolir la monarquía por completo), debe observarse, no obstante, que las actitudes feudales y deferentes hacia el poder están arraigadas en nosotros, los seres humanos. Y debe ser resistido activamente si la democracia ha de florecer.

Para decirlo de manera positiva, la base constitucional y democrática del poder social es un trabajo de construcción y reafirmación continua, contra nuestros arraigados instintos despóticos. Tales instintos son, de un modo u otro, glorificados a través de la monarquía hereditaria, tal como lo son a través del gobierno del hombre fuerte.

Por esta razón, nunca está mal tomar la coronación de un rey moderno, cualquiera que sea su valor para el pueblo británico, como una oportunidad para reafirmar el valor de dejar que el pueblo decida por sí mismo quién debe representarlo y cómo dirigir sus asuntos. Al estar inspirados por el ideal democrático radical del autogobierno nos sentimos impulsados a trabajar más duro para construir el tipo de sociedad donde tal gobierno, por difícil que sea, pueda lograrse de manera efectiva.

Lee también...
A royal tea with Charles (o tomarse un té) Jueves 04 Mayo, 2023 | 17:06
Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile