"El problema reside en que los Militares son el último recurso del Estado para asegurar el imperio de la Ley. Y cuando el país enfrenta un problema generalizado de seguridad, no se entiende que a un sector del mismo Estado pareciera interesarle más neutralizar el actuar de su recurso más potente, que establecer límites que la delincuencia".

En un episodio que podríamos calificar como “bochornoso”, 4 antisociales golpearon a dos marinos en el interior de un recinto naval y -peor aún- les robaron su armamento, fusiles de guerra M-16 y algunos cargadores con balas de salva.

No es primera vez que hechos similares ocurren, no afectando solamente a la Armada. Otros cuarteles militares -y para que decir policiales- han sido sistemáticamente atacados, sin que sus ocupantes, policías y militares prestando funciones de protección de esos mismos recintos, hayan repelido efectivamente el ataque y menos aún evitado su repetición. De muestra, un botón: sólo el Cuartel de la División de Ingenieros del Ejército recibió más de 30 ataques el año 2022, uno cada 12 días, en promedio.

Por otra parte, hay que destacar que nuestros militares están generalmente bien equipados y entrenados para defenderse. El mejor ejemplo es que los terroristas del Sur de Chile evitan enfrentarse abiertamente a militares, ya que cuando lo han hecho, han sido derrotados estrepitosamente.

¿Por qué entonces, ante delincuentes de baja monta, nuestros militares no ejercen el mismo nivel de disuasión? Quizás la respuesta pueda comenzar a responderse con otra pregunta: ¿Qué hubiese sucedido si los marinos atacados anoche se hubiesen defendido usando su armamento de guerra -como se esperaría de un militar- y hubiesen herido gravemente o dado muerte a uno o más antisociales?, ¿cuál hubiese sido la reacción del INDH?, ¿estarían hoy los marinos siendo imputados por homicidio?, ¿qué hubiese dicho -por ejemplo- nuestro actual Presidente si hubiese sido Diputado? (¿Cómo olvidarlo encarando a militares que cumplían funciones de resguardo del orden público en lo más álgido del estallido?)

Lo que ha sucedido es que la nefasta doctrina de la “proporcionalidad”, tergiversada hasta convertirla en un supuesto deber de fair play hacia el delincuente (si me agreden con puños, pretenden algunos Fiscales, entonces debo defender la ley con puños), ha hecho irrelevante la exclusividad del Estado y de sus agentes como únicos detentadores legítimos de la fuerza en el territorio nacional. En el caso de los militares, la mencionada “doctrina” es especialmente grave, porque desconoce lo estipulado explícitamente por el Código de Justicia Militar (CJM), que en su artículo 208 exime de responsabilidad a los militares que empleen su armamento como recurso de última ratio para el cumplimiento de la consigna recibida.

En el reciente caso de los marinos, que además entendemos se desempeñaban como centinelas, su consigna era -justamente- la protección del recinto donde terminaron siendo robados.

Lamentablemente, las actuaciones sucesivas del Poder Judicial, de algunos actores políticos y de entidades como el INDH, han ido asentando la idea de militares “espantapájaros”, quienes aún premunidos de armamento no lo usan y prefieren renunciar a su consigna antes que verse enfrentados a la persecución penal del mismo Estado que se las encomendó y luego les niega el derecho emplear todos los medios a su disposición para tal efecto.

El problema reside en que los Militares son el último recurso del Estado para asegurar el imperio de la Ley. Y cuando el país enfrenta un problema generalizado de seguridad, no se entiende que a un sector del mismo Estado pareciera interesarle más neutralizar el actuar de su recurso más potente, que establecer límites que la delincuencia entienda claramente, como “con los militares, no”, por ejemplo. Por eso no sería de extrañarse que en la necesidad de emplear a las FF.AA. como apoyo a medios policiales para ingresar a sectores controlados por el narco, por ejemplo, la presencia militar no disuada ni brinde la protección esperada.

Por lo anterior es que el reciente episodio que afectó a los dos marinos en Viña del Mar no debiese abochornarlos a ellos, sino principalmente a todos aquellos que han contribuido a generar esta situación. Aunque, de corazón, estimo que algunos se alegrarán.