Un salteado de ternera clonada con papas transgénicas al gratín y un postre de arroz genéticamente modificado con leche de vaca clonada: a pesar de las desmentidos de la Comisión Europea, este plato podría ser ofrecido dentro de poco en los restaurantes del Viejo Continente.

El anuncio esta semana de la puesta en venta en el Reino Unido de carne de dos reses nacidos de una vaca clonada despertó de nuevo la polémica sobre los “nuevos alimentos”, defendidos por la Comisión Europea, pero resistidos en el Parlamento Europeo.

El comisario europeo de Salud, John Dalli, prometió ya presentar una serie de propuestas de reglamentación antes de fin del año.

Sin embargo, el ex ministro maltés -calificado de “aprendiz de brujo” por la organización ecologista Greenpeace- tendrá que esforzarse para convencer a los consumidores europeos, que no olvidan sus propuestas para facilitar el cultivo de organismos genéticamente modificados (OGM).

La Comisión asegura que toda empresa que desee comercializar carne o productos lácteos provenientes de animales clonados debe ceñirse a la reglamentación europea sobre “nuevos alimentos”. Hasta la fecha ningún trámite de ese tipo ha sido realizado.

Sin embargo, reconoció un portavoz de la Comisión, la carne y los productos lácteos provenientes de descendientes de animales clonados no requieren ningún control o autorización previos.

Por ende, la venta de carne de animales clonados se ha convertido en una realidad, si bien continúa siendo marginal.

Dalli ha invocado la opinión favorable de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). “La valoración científica parece indicar que la leche y la carne de animales clonados no presentan riesgos para la salud”, señaló. Los argumentos son los mismos cuando de OGM se trata.

Aún así, el Parlamento Europeo no parece convencido. El pasado 7 de julio pidió, a título preventivo, la prohibición de la comercialización de carne o leche proveniente de animales clonados o de su descendencia.

“Queremos olvidarnos de los aprendices de brujos” en materia alimenticia, indicó el eurodiputado ecologista francés José Bové, al tiempo que anunciaba una dura batalla sobre los procesos de autorización de cultivos de OGM, que Bruselas quiere facilitar. El Parlamento ha pedido ya el etiquetado especial de los alimentos provenientes de animales alimentados con OGM.

Esto se debe a que si bien la Comisión asegura que la Amflora -la papa OGM del grupo alemán BASF- está destinada a la industria papelera, le otorgó una certificación para la alimentación animal y humana.

La asociación belga de defensa del consumidor Test-Achats ha cuestionado los beneficios de estos avances científicos para la salud, la nutrición o el orden ambiental.

“Hay que admitir que en el estado actual de cosas no existe ninguna prueba de beneficio alguno para los consumidores”, indicó en declaraciones sobre la carne clonada.

“Desde un punto de vista estrictamente económico, también tendríamos que preguntarnos si necesitamos nuevas fuentes de aprovisionamiento de carne y de leche”, añadió la asociación.

Lo mismo ocurre con los organismos genéticamente modificados y las respuestas también son vagas.

“Por el momento veo bien los intereses financieros, pero no el interés para la sociedad”, había declarado en marzo la secretaria de Estado francesa de Medio Ambiente, Chantal Jouanno.

La Comisión Europea asegura que no tomará ninguna decisión sin haber hecho una consulta pública.