Y todavía se mantiene en pie, más convencida de entrar a territorio estadounidense que de volver a su país natal, del que todos hablan debido a las políticas de Nayib Bukele. “No, no nos regresamos”.

Se llama Avelina Andrade y nació en 1920, pero su padre la registró a los 10 años de vida. A más de un siglo de venir al mundo, esta abuelita de 103 años es, quizá, la mujer migrante más longeva intentando conquistar el sueño americano.

Es una historia tan tenaz, como ingrata. A la edad de esta salvadoreña, muchos ya no están con sus seres amados o, si son de larga vida, esperan a que su último tiempo sea el menos turbulento.

No obstante, esta abuela de 15 y bisabuela de 30 bisnietos, dice que tiene la fuerza de una mujer de 25 o 30 años. Por eso, decidió seguir a uno de sus cuatro hijos que hace un mes obtuvo asilo en territorio estadounidense. No lo dudó, pese al miedo que significa dejar todo atrás y aventurarse a lo desconocido e ilegal, con tal de llegar al otro lado del Río Bravo.

“Al ver como venía y al saber como es el estado de aquí, yo sentía aflicción, porque yo sabía que el lugar de aquí era bastante escabroso”, reconoce.

Se trata de una historia con muchos matices. Unos, de fe, otros, de preocupación. La cadena CNN en Español la entrevistó en el albergue Casa Betania, en las cercanías del fiero caudal, donde muchos sucumbieron a sus aguas.

Hace casi cinco meses que emprendió la travesía. Está tan lejos y tan cerca del último paso hacia EEUU. Tuvo que atravesar antes varios países (El Salvador, Guatemala y llegar a México) para cumplir uno de sus últimos sueños: reunirse con su hijo de 75 años y sus nietos.

Avelina: la abuelita de 103 años que dejó El Salvador por amor a su sangre

Avelina significa Ave Pequeña. Ella dice que como las águilas, partió a su destino, con la fe protestante que le guía.

Lo hizo cuando no habían pasado ni 4 semanas desde que su hijo, uno de los 4 que dio a luz (dos de ellos ya fallecidos), consiguió el asilo de las autoridades estadounidenses por razones humanitarias.

Junto a Rosa, su nieta de 50 años, no dudaron en juntar dinero y pagar para ser llevadas de forma irregular a EEUU. No se sabe cómo y qué cantidad, pero sí la forma en que abandonaron el campo salvadoreño, para reunirse con su hijo y nietos.

“Hay bastante familia pero nosotros no queremos buscarlos. Él se llama Pedro Antonio Marroquín (75 años)”, asegura.

¿Cómo llegó hasta Coahuila, México, dividiendo a esta zona con Texas por el Río Bravo? Sostiene que abordaron camiones y buses, durante casi una semana. Es una ruta agotadora, de país en país, hasta para el más joven y experimentado viajero. También para desesperados migrantes latinoamericanos.

Su bastón ha sido de gran ayuda, tanto como las entrevistas que le han realizado de otros medios como Univisión y varios más de habla hispana para visibilizar su caso. Aunque destaca que uno mexicano, aseguró que la agarraron cruzando el caudaloso afluente.

“Como la vinieron a entrevistar, dicen que a usted la agarraron cruzando el río”, le recuerda su nieta. La anciana de 103 años responde muy honestamente, pese a que ayudaría a su meta de obtener asilo estadounidense: “Nosotros, no. Uta… es inmenso. Yo he ido pero a mirar a la orilla”.

Sabe que se está a un paso de Estados Unidos, pero también de la tragedia. Apenas había llegado, cuando se enteró que una madre, en el mismo albergue que ella, espera por el cuerpo de su hijo, quien se ahogó intentando llegar al otro lado, donde se dice que es el sueño, pero muchas veces acaba en pesadilla.

A pesar de que se queja de mareos, debido a que es hipertensa, asegura: “A mí no me hace daño nada”. Sin embargo, al Río Bravo le tiene respeto.

Avelina Andrade lleva más de 4 meses en Coahuila, México, a las orillas del Río Bravo, esperando cruzar hacia EEUU

Buscando asilo para un sueño a los 103 años

Avelina se jacta de tener buena salud. Lo único que se interpone entre ella, su hijo y nietos, es el Río Bravo y la rigurosidad de las autoridades estadounidenses para otorgar asilo a desesperados migrantes, por varias razones.

En el albergue Betania, los reporteros detrás de su historia, de varias y reconocidas cadenas, han estado insistentes para contar su historia. Ella al principio no dejaba entrar a nadie a su pieza. Más tarde, comprendió que sólo visibilizando su situación, y su edad, podría tocar el corazón de personas en Estados Unidos, pese a lo duro que es el sistema.

Su hijo, según comentó, logró concertar una cita para reunirse con su longeva madre. Ahora, depende de la burocracia, apelando a su pedido humanitario y tomando en cuenta que la tenacidad con la que su progenitora salió de El Salvador.

“Si ellos pudieran hacerlo, pues bendito sea Dios. Y si no puede, bendito Dios, vamos a esperar en esa aplicación que tenemos”, comentó Avelina, quien no suelta ni su bastón, ni la biblia. Son sus dos pilares para sostener en pie a esta abuelita de 103 años.

Ya sepultó a una hija y un hijo. Sólo quedan dos. Por uno de ellos, es que se encuentra entre los límites de la incertidumbre y la esperanza de verlos de nuevo.

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Con ayuda de la vida, su bastón y su fe, Avelina Andrade se mantiene en pie, más convencida de entrar a territorio estadounidense que de volver a su país natal, del que todos hablan debido a las políticas de Nayib Bukele.

“No, no nos regresamos. Es que, de aquí, es un paso que tenemos que dar. En cambio, para allá, (El Salvador) está largo largo”, dice con sabia claridad, esta mujer de largo andar por la vida-literal-.

Avelina espera que EEUU le brinde asilo para reunirse con su hijo y nietos
CNN en Español