La promulgación en China del primer código civil frustró las esperanzas de la comunidad homosexual que el matrimonio gay fuera legalizado en este país donde la unión entre un hombre y una mujer sigue siendo la norma.

Los gays y lesbianas “no se sienten respetados”, se queja Sun Wenlin, de unos 30 años, el primero en China en haber lanzado en 2015 un proceso -infructuoso- para poder casarse con su pareja del mismo sexo.

Decenas de millones de homosexuales viven su relación en la clandestinidad o se ven obligados a un matrimonio heterosexual por presiones familiares o sociales.

La legalización del matrimonio homosexual figuraba entre las principales sugerencias de los ciudadanos cuando los legisladores chinos pidieron opiniones acerca del nuevo texto, que aglutina leyes en vigor y zanja otras temáticas, como el derecho a la privacidad.

El no reconocimiento de estas uniones fue un “duro golpe” para la comunidad LGBT, víctima de vejámenes y despidos abusivos, afirmó Peng Yanhui, responsable de una asociación de defensa del colectivo.

“Se han expresado centenares de miles de personas. Han compartido sus historias personales porque querían un cambio”, lamentó.

Presiones

Padres chinos que aceptan la homosexualidad de sus hijos han expresado su apoyo a estos. Trabajadores que ocultaban su condición a sus jefes han decidido desvelarla, igual que las parejas homosexuales que desean adoptar.

Sin embargo, el texto definitivo del código civil, promulgado en mayo, sigue definiendo el matrimonio como la “unión entre un hombre y una mujer”.

La comunidad LGBT reaccionó presionando a universitarios y a las élites que son escuchadas por el Partido comunista chino (PCC) en el poder, y se movilizó en las redes sociales organizando matrimonios “virtuales”, donde el público es invitado a expresar en línea sus deseos.

En 2016 fue rechazada la demanda de Sun Wenlin interpuesta contra la administración por rehusar el registro de su matrimonio. Entonces, había subido las escaleras del tribunal de Changsha tomado de la mano de su compañero.

Ahora, con varios otros militantes, trabaja en una gran encuesta para ilustrar la situación.

“No hay suficientes estudios sobre la vida y las dificultades de las minorías sexuales en China”, aseguró el activista.

El matrimonio homosexual es un tema central en un país donde solamente las parejas casadas pueden adoptar a niños o conjuntamente adquirir un bien inmueble.

El resultado es que las parejas LGBT que quieren tener un hijo están obligadas a ir al extranjero para buscar tratamientos de fertilidad o madres portadoras, a un costo exorbitante.

Derecho de residencia

La legalización del matrimonio homosexual podría también resolver los problemas vinculados con la propiedad.

He Meili abandonó su empleo para cuidar a su compañero, enfermo durante 12 años. Al morir, en 2016, se encontró de la noche a la mañana sin domicilio.

Los padres de su pareja fallecida “no querían dejarme en la casa donde vivimos juntos”, relató a la AFP.

He ha perdido su recurso judicial, ya que no hubo testamento, y los jueces rehusaron reconocer la legalidad de su relación.

El código civil reconoce ahora el “derecho de residencia”. Permite al propietario de un bien inmueble otorgar a un individuo el derecho de residir en el durante una periodo determinado.

Este derecho otorga una valiosa protección a las parejas del mismo sexo, ya que la ley no condiciona el tipo de relación entre los dos individuos.

“Es un muy buen progreso. Al menos la gente puede hallar un marco jurídico par proteger a algunos de sus derechos e intereses”, opinó He.

Con todo, el matrimonio homosexual sigue siendo un lejano sueño en un país que hasta 2001 consideró la homosexualidad como enfermedad mental.