En medio de la pandemia de COVID-19, los gobiernos hacen un esfuerzo con poco precedente para detener a la enfermedad que ya deja a más de 900 mil muertos y otros 28 millones de contagiados.

La detección a tiempo de los infectados es de suma importancia, pues permite que éstos sean aislados y no contagien a sus cercanos.

Las pruebas médicas más comunes para identificar a los enfermos son el test PCR y los exámenes serológicos, aunque varios países ya empiezan a trabajar con las pruebas de antígeno para detectar la COVID-19.

Esto, porque son más rápidas y por tanto susceptibles de aliviar los laboratorios, saturados en plena epidemia con la cantidad de exámenes.

Estos son los tests empleados actualmente o en desarrollo, así como sus ventajas e inconvenientes.

¿Cuáles son los tests empleados actualmente?

El test de referencia actual es el RT-PCR o virológico y consiste en detectar material genético del virus SARS-CoV-2 mediante una prueba nasofaríngea. Esto permite saber si en ese determinado momento, la persona está infectada con el virus.

Esta prueba también puede hacerse mediante una muestra salivar, más simple y menos desagradable, pero la saliva es menos fiable para detectar el virus.

Los tests serológicos consisten en un análisis de sangre con el fin de saber si el paciente desarrolló anticuerpos contra el SARS-CoV-2 y por lo tanto si estuvo infectado con el coronavirus en algún momento.

De estos también existe una versión rápida, que solo precisan de una gota de sangre y pueden ser practicados por un profesional de salud o un farmacéutico. Pero se los considera indicativos y se recomienda confirmar el resultado en un laboratorio. 

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¿Cuáles son sus ventajas y sus límites? 

La fiabilidad de los tests se define según dos criterios: su especifidad, es decir, su capacidad a detectar correctamente el SARS-CoV-2 y no otra cosa, y su sensibilidad a la hora de detectar el virus incluso si solo hay una cantidad muy pequeña.

La tasa de especifidad de la tecnología PCR es de 99% por lo que los “falsos positivos” son muy inhabituales. Además detectan concentraciones muy pequeñas, lo que permite no pasar por alto personas infectadas.

Pero “in situ” la sensibilidad de los PCR depende mucho de cómo se hace la prueba y por tanto se pueden dar “falsos negativos” cuando la muestra no se extrae correctamente. También cuando se hace demasiado temprano o demasiado tarde en el transcurso de la infección. Esto justifica que a veces se vuelvan a hacer.

Paradójicamente, la extrema sensibilidad de estos tests también podría ser un inconveniente, con pacientes que dan positivo pero cuya carga viral es demasiado baja para contagiar a terceras personas.

Sin embargo, todavía no se sabe con certeza si se puede tener un rastro pequeño de virus y no ser contagioso ni tampoco cuál sería el umbral por encima del cual se puede infectar a los demás.

En cuanto a los serológicos, el principal problema que plantean es que se ignora si los anticuerpos detectados protegen contra una reinfección y por cuánto tiempo. En cambio, son útiles para hacerse una idea de la proporción de personas infectadas.

Estos dos tipos de pruebas tienen además un inconveniente en común: analizarlas toma su tiempo y a menudo se necesitan varios días para enviar los resultados a los pacientes. 

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¿Por qué los tests de antígeno?

Ante la saturación de los laboratorios, los poderes públicos buscan ampliar el abanico de tests, de manera a detectar más rápidamente a las personas potencialmente contagiadas ya sea por ejemplo en un aeropuerto o en una consulta médica.

Así, los tests rápidos de antígeno permiten detectar una infección en entre 15 y 30 minutos.

Como los PCR, estos se realizan mediante una prueba en el fondo de la nariz pero en vez de detectar el genoma del SARS-CoV-2, buscan proteínas virales, un sistema más simple y más rápido que no requiere la intervención de un laboratorio.

Por ahora, el problema que plantean es que se requiere contar con personal cualificado, y además se consideran menos fiables que los PCR. 

Para las autoridades, la cuestión es determinar si su nivel de fiabilidad es aceptable habida cuenta de la necesidad de diagnosticar masivamente.

Por otro lado, médicos y laboratorios piden una mejor selección de las personas que se someten a los tests, dando prioridad sobre todo a las más vulnerables y a las que presentan síntomas.